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Llegó al final del estrecho pasaje y se detuvo sin apenas atreverse a respirar.

Advirtió que el panel del muro tenía un cerrojo similar al suyo.

LuHan, vacilante, apagó la vela y se quedó a solas en la oscuridad, su corazón palpitando dolorosa y clamorosamente. Sin embargo, por fin hizo acopio de valor y descorrió el panel.

Tuvo pocas dificultades para ver, porque las cortinas no habían sido echadas. El aire de la suave noche de verano entraba por una ventana abierta, mientras la luz de la luna inundaba la cámara con su intensidad blanquiazul.

El inmenso lecho que dominaba la habitación estaba ocupado. El hombre que yacía en él permanecía absolutamente inmóvil, envuelto en un resplandor de luz plateada y sombras.

Pensó que SeHun estaba dormido. Tenía las manos enlazadas bajo la cabeza y una sábana blanca hasta las caderas. Pero estaba equivocado. Él lo observaba. El aliento se le cortó bruscamente.

Sus ojos se encontraron en el silencio de la habitación.

—¿Te he despertado? —preguntó LuHan con tembloroso susurro.

Él se incorporó sobre los codos.

—No, no estaba dormido. Pero debo de estar soñando. ¿Eres un sueño, ángel?

La calidez de su voz provocó una viveza en él que lo dejó temblando.

—No, no soy un sueño.
—¿Quieres venir aquí? —lo animó con dulzura—. No me atrevía a moverme por temor a asustarte.

LuHan se dio cuenta de que él comprendía su terrible vulnerabilidad. Se adelantó vacilante hasta un lado del lecho. Podía distinguir el agudo sonido de su propia respiración en el silencio reinante.

La proximidad de SeHun lo hizo insoportablemente consciente de su desnudez. La sábana cubría la parte inferior de su musculoso cuerpo, pero no disimulaba en absoluto el fornido pecho, la delgada y dura cintura, el vientre liso ni las estrechas caderas...

Al ver que no se movía, SeHun le cogió el candelabro de los inertes dedos y lo depositó en la mesita de noche. Luego lo tomó de la mano y lo impulsó lentamente a sentarse junto a él.

Durante largo rato SeHun no dijo nada, pues deseaba darle tiempo para que se asegurase de la decisión que había tomado. Después de aquella noche ya no habría vuelta atrás.

En mitad de la noche, los ojos de LuHan eran inmensos e interrogantes mientras Oh apartaba un bucle de cabello de su frente. Sus dedos lo frotaron ligeramente, percibiendo la rica y sedosa textura.

—Tu cabello es exquisito. He soñado con envolverme en él.

LuHan no respondió; se quedó mirándolo en silencio.

SeHun le deslizó la mano por el brazo en suave caricia.

—¿Te asusto? —murmuró.

—Yo... Supongo que... un poco.

—Tú me asustas también... con tu belleza y tu inocencia.

Oh le cogió la mano y se la apoyó sobre el pecho desnudo, haciéndole sentir el firme latido de su corazón.

—Siente mi corazón, cariño, cómo se acelera a tu contacto.

Al ver que LuHan permanecía inmóvil, su aterciopelada voz se redujo a un simple susurro.

—No te presionaré, LuHan. Haremos lo que tú desees, nada más. Tú fijarás el ritmo entre nosotros. No tienes que temer nada de mí. Te lo prometo.

Seducción [HUNHAN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora