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Londres, mayo de 1810.

Pese a lo tardío de la hora, el garito de juego privado albergaba a una multitud considerable. Las bebidas alcohólicas corrían libremente, los invitados bebían grandes cantidades de clarete y champagne acompañando una deliciosa cena tardía. No obstante, bajo las risas y conversaciones, discurría una grave corriente subterránea entre los jugadores, dandis y nobles que jugaban con fruición a macao, dados y faraón.

Al otro lado de la sala, desde una discreta distancia, LuHan observaba a su justiciero en la mesa de faraón. Pese a tener un nudo en el estómago, trataba de examinarlo con imparcialidad.

Lord Oh. La denominación parecía muy apropiada. LuHan no apreciaba signos de disolución en aquel rostro despiadadamente hermoso, no obstante, había una perversa expresión en sus penetrantes ojos grises que llamaba la atención.

LuHan agitó la cabeza consciente de ser culpable de curiosidad. Sin embargo, Lord Oh era un hombre cautivador, con sus rubios cabellos y sus bellos rasgos severamente cincelados. Su forma física hacía juego con su llamativa y morena masculinidad: era alto, ágil, musculoso y atractivo. Su chaqueta negra tallada parecía haber sido moldeada sobre sus elegantes hombros.

Había ido a Londres expresamente para buscarlo. Para evitar que él destruyera su familia por veganza.

Al parecer, no era el único en quien el barón despertaba interés. Tras él, captó una conversación que susurraban dos damas.

- Veo que, como de costumbre, SeHun causa estragos en las mesas de juego.

- No puedo comprender la razón -se quejaba petulante la segunda voz-. Es tan rico como Creso. No necesita aumentar su fortuna.

La primera mujer se echó a reír.

- ¡Vamos! Estás despechada porque ha decidido ignorarte toda la noche. Confiésalo, querida, si el irresistible Lord Oh te llamara, te echarías a sus pies.

LuHan miró de nuevo de modo involuntario al famoso noble, como llevaba haciendo toda la noche. Comprendía perfectamente por qué resultaba fascinante para las personas. La combinación de refinada elegancia y ruda virilidad llamaban la atención, mientras que su abundante y perverso encanto representaba un atractivo peligroso para el sexo femenino.

LuHan se estremeció pese a la miríada de velas que resplandecían en las lámparas de araña de cristal y que ofrecían una acogedora calidez a sus hombros. Vestía un traje azul marino que se adaptaba perfectamente a su cuerpo y que se ajustaba especialmente en las piernas, combinado con una corbata del mismo color pero de tono más claro, y que esperaba que atrajera a un libertino del estilo del barón.

Entre el mundillo galante era conocido como Lord Oh. Desde los más tempranos días de su desastroso matrimonio LuHan había sabido de la existencia del infame aristócrata. Aunque nunca habían sido formalmente presentados, en una ocasión habían frecuentado círculos sociales similares. Oh SeHun era famoso por sus escandalosas conquistas en los brillantes salones de baile y dormitorios europeos. Se decía que elevaba la perversidad a sus máximas cotas.

¿Cómo podía prevalecer un hombre como aquel? ¿Cómo podía él hacer acopio de valor?

Estaba harto de libertinos. Su difunto esposo le había hecho sentir desdén hacia los derrochadores y los crápulas. Todos sus instintos le advertían que mantuviera la distancia con el perverso Lord SeHun. Sin embargo, estaba tan desesperado como para abordarlo aquella noche si podía.

- ¿Quiere utilizar la ronda, milord? -preguntó la repartidora de cartas al barón.

Un repentino silencio invadió la sala de juego.

Seducción [HUNHAN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora