No me gustan las madres.
Ni las relaciones parentales.
No me gustan las mentiras, ni las injusticias.
No me gusta cuando llueve, detesto la falsedad y a las chicas que creen que por tener un cuerpazo ya pueden utilizarte como les da la gana.
No me gustan las pastillas, ni el psiquiatra.
No me gusta la amistad, ni la vida en soledad.
Pero hay algo que si que me gustaba.
Jimin.
Ese niño travieso que estuvo conmigo dentro y fuera de BTS. Ese niño que no paraba de decirme "hyung". Ese niño... ese niño que se rompió por mi culpa.
Recuerdo cuando fui ingresado en el Psiquiátrico HG. No llevaba ni dos días cuando él entró por la puerta, con una media sonrisa y la mirada perdida.
Cuando le pregunté solo sonrió y me dijo "todo esto es demasiado".
Se había intentado suicidar.
No me sorprendió.
Él era un niño alegre la mayoría del tiempo, tranquilo, amable... pero no tenía autoestima. La frase "ámate" no estaba en su diccionario.
Al principio, solo empezó con dietas normales por que quería bajar de peso. A nadie le sorprendió, pero luego empezó a hacer ejercicio de más. Iba más al gimnasio, bailaba mucho más, y no comía.
En ese entonces, Namjoon y yo nos empezamos a preocupar.
Pero cuando Jungkook nos llamó llorando pidiendo que fueramos a nuestro apartamento y vimos a un Jimin inconsciente en el suelo del baño, con resto de vómito en la vasija, supimos que algo no andaba bien.
Ese fue más o menos el tiempo en el que nos separamos. No pude dejar a Jimin sólo, así que me fui con él.
Meses después nos encontrábamos en el mismo psiquiátrico, él por intento de suicidio, y yo supongo que también.
Salimos a la vez, mucho mejor, mucho más felices y nos reuníamos todos los días en una vieja empresa de entretenimiento abandonada. Ahí, frente a sus espejos bailábamos y cantábamos, como bebés. Bebíamos, y más de una vez llevamos a alguna chica.
Pero él empezó a empeorar, y yo me quería morir.
Cuando llegué a la sala y lo vi en el suelo, sangrando, no pude hacer otra cosa que cogerlo, cargarlo en mi espalda y llorar mientras trataba llevarlo al hospital más cercano.
Pero su agarre dejó de tener fuerza.
La lluvia hacia que su sangre manchara más mi camiseta, y cuando me di cuenta lo había perdido.
-Hyung...Hyemin.
Su última palabra, su último nombre, tuvo que ser eso.
- Hyemin... no puedes hacer eso- mi madre me había comprado un helado y hablaba con un señor. Ella pensó que no la escuchaba, pero ese señor no paraba de gritar su nombre "Hyemin, Hyemin", y ella solo negaba con la cabeza y le susurraba.
Yo quería gritarle a ese hombre que no le gritara a mi madre, pero el helado estaba demasiado bueno.
Cuando lo acabé, el hombre se había ido y mi madre me había cogido de la mano y me había llevado por la pequeña feria. Al llegar al tiovivo, mi madre se paró y me dijo que me tapara los ojos, que ibamos a jugar a un juego.
Cuando los volví a abrir, ella no estaba. Y pensé que estábamos jugando al escondite.
Al puto escondite.