Prologo

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Las lágrimas se desbordan como cascadas por mis mejillas. Justin gira los ojos, sé que se va poner de mal humor pronto. Esto es mi culpa, por venir a un lugar donde alguien como yo no sería bienvenida.

—Yo no te estoy obligando a estar aquí —musita determinadamente mientras expulsa el humo del cigarro sobre mi cara—. Tu solita viniste a mí.

Gruño molesta.

—Me pediste que viniera —es lo único que le contesto, comienzo a mover mi mano en el aire para que el humo de cigarro se vaya.

—Nena —se acerca peligrosamente a mí y coloca una de sus manos sobre mi mejilla, la acaricia. Muerde sus labios mientras mira los míos—. Te lo advertí desde la primera vez… este no es un lugar para ti.

—¡Lo se! —grito y zarandeo mis manos en el aire—. No pensé que fuera tan malo —mi labio tiembla. Justin pasa la palma por su cabellera exasperado.

—Pues ya viste que si lo es —contesta secamente y recorre mi cuerpo con una fuerte mirada—. Es mejor que te vayas a casa.

—¿Me llevaras? —pregunto, mi mirada se centra en el suelo, mirando mis sandalias aterradas.

—No —suelta una risa divertida y levanta mi rostro.

Lo veo, y sé que es verdad, no me llevara a casa. Aprieto mis parpados, mirándolo desesperada. Tenía que llevarme, si no me metería en problemas. Veo a lo lejos las calles vacías, calles por las cuales jamás había andado, no podía simplemente irme caminando por ahí… no se veían nada agradables, ni seguras.

—Tienes que llevarme, me meteré en problemas con papá, Justin —mi voz suena preocupada, pero a el no lo inmuta en absoluto y eso me deprime. ¿Sera que algún día se preocupe por mí?

—Tengo cosas que hacer, no puedo llevarte —musita, da una última calada a su cigarro y lo tira. Inhala y exhala.

—¡Solo son carreras, Justin! Por favor, llévame, si me voy sola no llegare a tiempo… y mi papá me va a matar —ruego, pero el sigue en la misma postura.

—No —escupe secamente y se acerca a mí. Su cuerpo ahora está rosando con el mío, sube su mano derecha por lo largo de mi brazo y deja la palma quita al llegar a mi cuello. Alza mi rostro para quedar más cerca de mis labios y me besa. Su boca cubre la mía ferozmente, su lengua explora toda mi cavidad y jadeo por la necesidad de querer más.

Solo él podía hacerme sentir así cada vez que me besaba.

Detiene el beso, pero no separa nuestras bocas. Con la punta de su lengua lame mi labio inferior y lo muerde, jalándolo hacía el, vuelvo a jadear y segundos después se ha alejado lo suficiente de mi como para poder besarlo de nuevo.

—Nos vemos luego —me guiña el ojo y se va.

Mi cuerpo se queda inmóvil al darme cuenta de que no se hará cargo de llevarme. Mis nudillos se ponen amarillos cuando mis manos están hechas puños, no sé que diablos voy a hacer después de esto.

—Mierda, mierda, mierda.

Miro hacia atrás de mí, esperando ver a Justin. Pero nada, el desapareció y sé que no lo volveré a ver los próximos días. Como siempre. Odiaba eso, que me dijera que tenía asuntos y desapareciera… ¿No me podía decir al menos que iba a hacer y cuando nos volveríamos a ver? Cuando menos me lo imaginaba, lo tenía frente a mí arrinconándome, con esa mirada tan dura y esa sonrisa sínica. Aunque la mayoría de las veces cuando él venía a mí, eran cuando estaba más en peligro de que me viera papá y nos matara a ambos. Pero a Justin no le importaba.

Entre tantos pensamientos me pierdo en el camino, ni siquiera sé dónde estoy. Espero pasar por esa etapa donde Justin va atrás de mí y después me dice: ‘‘Era una broma, súbete.’’ Pero sé que no va pasar, él no es así. Jamás lo sería. Solo había una persona por la cual se preocupaba y esa era su hermana. A veces me sentía patética por sentir celos por ella, pero no podía evitarlos. El la trataba como una princesa, mientras las demás mujeres éramos solo basura para él. Pero nos encantaba ser su basura. Patético, ¿Cierto?

Me siento exhausta, he caminado por tanto tiempo que mis pies ya no pueden más. Maldito momento en que decidí usar estas sandalias, observo a mí alrededor y solo veo casas… casas… y más casas. Todo esta tan vacío, las luces de todo hogar completamente apagadas, la calle solo esta iluminada por una que otra lámpara. Continuo caminando mirando a la nada, estoy segura que este ni siquiera es el camino a casa.

Mi espalda duele extremadamente, no sé cuántas horas llevo ya caminando sin rumbo. Mis pies ya no aguantan el dolor y mis ojos se empiezan a cerrar automáticamente. Cuando menos me lo espero estoy durmiendo en un suelo con pasto. Sé que papá ya ha de saber que no estoy en casa, sé que me va castigar, así que me resigno y sin importarme ya nada, caigo en un sueño, descansando al fin de uno de los primeros peores días de mi vida.

✦✧✦

Escucho voces, pero mi cuerpo está lo suficientemente cansado como para abrir los ojos y ver qué pasa a mí alrededor. Siento unas fuertes manos levantarme del cómodo suelo. El tenso agarre esta sobre mí, mis fosas nasales se llenan de perfume y por ello puedo decir que es papá. Me encontró.

Escucho varios movimientos y como una puerta se abre y después se cierra. Sé que ahora estoy sobre un automóvil.

—¿Quiere que vayamos a un hospital, señor Longworth? —Ese es Pete. Su voz está cansada. Me siento culpable, porque sé que seguro papá descargo todo su enojo con él.

—No. Ya la he revisado y no tiene ningún daño, vamos a casa —la voz de papá es dura y sé que me esperará un largo día después de esto.

✦✧✦

—Y es mi última maldita palabra, después de esto no quiero que vuelvas a pedirme permiso para algo porque mi única respuesta va ser no y olvídate de todos los lujos, porque de ahora en adelante no vas a tener ninguno —escupe, mientras sus manos están sobre el escritorio, no me ha quitado la mirada de encima ningún momento y eso me intimida. Sus ojos azules me atraviesan de una manera que asusta.

—¡Pero no es justo, yo…! —me callo al momento en que él se levanta de su silla. Me asesina con la mirada.

—No quiero escuchar ninguna de tus quejas, ¿Entendido? No lo mereces —asiento levemente y trato de no soltar ninguna palabra—. Hazme un favor y vete a tu habitación. Y joder, no salgas hasta que se me pase este maldito mal humor, porque no me haré cargo de las consecuencias.

—De acuerdo.

Resignada, salgo del despacho de papá y subo las escaleras corriendo, segundos después estoy entrando a mi habitación y me dejo caer en la cama. Las lágrimas comienzan a mojar mi edredón y chillo en silencio.

Mi vida no puede ser mejor.

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