Silenciosa

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Algún día me iré lejos...

desapareceré simplemente,

y nunca regresaré.

Capítulo 1

Estaban gritando otra vez. Me mecí en el borde de la cama con las manos en los oídos mientras lágrimas de bronca caían por mis mejillas. ¿Por qué hacen esto? ¿Por qué no se separan? Hace horas que estaba encerrada en mi habitación, escuchando y encogiéndome a cada golpe contra la pared, a cada grito.

No era que no pudiese salir de la habitación. A decir verdad, prácticamente podía caminar entre mis padres mientras estos discutían y gritaban que a mi ni me notaban. Como si fuera invisible.

"Qué curiosa es la mente" pensé recordando el día anterior. Después de llegar cansada del colegio, acostada en mi cama, una sonrisa involuntaria se había formado en mi rostro cuando mi papa había llegado a casa, dando inicio a las peleas habituales. Me había sentido extrañamente aliviada y casi divertida mientras escuchaba el griterío, con un brazo debajo de la cabeza y la vista en el techo. No sabía porque exactamente. Era una sensación extraña... Como estar en el ojo de un huracán. En un lugar pequeño y tranquilo mientras todo alrededor da vueltas y vueltas, y los escombros vuelan por los aires, una está en una burbuja de paz y quietud.

Hoy no era así. Había días buenos y días malos. Hoy era uno de los malos. Mis nervios no soportaban lo que estaba ocurriendo. Cada palabra era demasiado, cada grito e insulto que mis padres se arrojaban yo los sentía en el estómago, que se revolvía sin cesar haciéndome sentir enferma. Era insoportable. No quería vivir acá, quería huir lejos. Quería otra familia.

¿Cuantas veces había fantaseado con huir de esta casa en mis 15 años? ¿Cuántas noches me había pasado en vela, llorando e imaginando mi escape? Tomaría la mochila negra con el estampado de Bob Marley, metería un puñado de ropa, el dinero que tenia ahorrado y saldría sin hacer ruido por la ventana hacia la oscuridad de la noche. Me iría, desaparecería... para nunca volver.

Tal vez ese era el problema: Lo había imaginado demasías veces. Demasiado seguido fantaseaba con una huida, y ya demasiadas veces mi mente me había convencido de los peligros y las consecuencias que podría tener. Como cuando tenía 4 años, y quise mudarme a una perrera destartalada que hay tirada en nuestro patio. Finalmente había desistido, por miedo a que me dejaran encerrada fuera, en el frío. Esto parecía ser el resumen de mi vida hasta ahora.

"¡No debo pensarlo más! ¡Simplemente tengo hacerlo!". Mis padres siempre hacían lo mismo. Cada noche peleaban por algo. No dudaba de que se golpeaban durante sus peleas. A veces escuchaba el sonido apagado de bofetadas, a pesar de que al otro día ambos lucían normales. Ni siquiera mi mama mostraba marcas en el rostro. "Tal vez no se pegan tan fuerte" pensaba entonces. "O tal vez se lo tapa con maquillaje..."

Las peleas siempre terminaban igual. Igual y diferente. Las voces iban bajando, los insultos iban esparciéndose como un condimento al que se le va bajando la dosis, hasta que se hacia un silencio intimo que me crispaba incluso más que los gritos. Sabía, a estas alturas, que luego de sus peleas mis padres iban a su habitación y tenían relaciones sexuales. A veces pensaba que se peleaban de mentira, o que era como un juego para ellos...

Me levanté de la cama y apoyé la frente contra la puerta cerrada. "¡Les diré que se callen! Les diré que si se odian tanto se separen. Y si no se iban a separar... entonces que dejen de pelear. Les diría..." Sabía que no lo haría. Pero se sentía bien creerlo. Apreté los puños y les grité mentalmente: ¡Cállense! ¡Cállense de una maldita vez!

Abrí la puerta. Mis padres tuvieron un pequeño respingo, como si de pronto recordaran que existía otra persona en la casa. Como si nada, caminé hacia el lavado y después de llenar con agua un vaso, bebí un trago. A mis espalda ellos ya estaban gritándose de nuevo. Apoyé el vaso en la mesada y aferré los bordes con las manos, apretando tan fuerte como apretaba los dientes y los ojos.

AnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora