Sangre

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Capitulo 10

Había dos autos en la entrada.

Uno no lo conocía. El otro era el rojo de mi padre.

Me detuve en la esquina contemplando los autos y mis opciones. Fue mi estomago el que decidió por mí. No podía aguantar otro día vagando por las calles. Hoy no.

Sin alternativas, caminé hacia mi casa con resignación. A cada paso mi corazón latía más y mas rápido, para cuando llegué a la puerta tenía el pulso desbocado.

Se escuchaban voces masculinas adentro. Tragué saliva, y golpeé la puerta. Al momento se abrió, y mi papa se hizo a un lado para dejarme pasar.

Me apresure a entrar, saludando con la cabeza al otro hombre que había en el comedor –Hola –murmuré, pero creo que no se escuchó. Iba a ir directo a mi habitación pero la voz de mi padre me detuvo en seco.

–Espera Ana, veni un momento.

En contra de lo que quería mi cuerpo, me di la vuelta mirando hacia el piso. El me agarró por los hombros y acerco su cara a la mía.

–¿Estás bien hija? Te veo paliducha.

Quise sacudirme pero no quería parecer maleducada en frente del otro hombre.

–S–si...

–¿Segura?

–Me... me duele la panza.

Paso el pulgar por mi mejilla un par de veces –Bueno, mejor que descanses entonces–dijo y me soltó.

–Ha estado enferma, la pobre –escuché que le explicaba al invitado mientras yo me refugiaba en mi habitación.

Apenas cerré la puerta, me arrodillé contra la cama y apoyé la cabeza sobre el colchón. Me quede así, en el piso, floja como un trapo, esperando a que se me pasara el mareo.

"Solo un poco... solo lo suficiente para llegar al baño".

Me desprendí a tirones de mi mochila, y del guardapolvo y me deje caer contra el piso frío. Las baldosas contra la espalda se sintieron muy bien.

Finalmente, después de varios minutos, me puse de pie, trepando y ayudándome con la cama, y me dispuse a salir de la habitación. Aun se escuchaban voces en el comedor.

"¡Rayos!"

Me mire la remera blanca. Una remera totalmente normal, que me quedaba flojita en todas partes excepto en la parte de arriba. La tela se estiraba sobre mis pechos, dibujando sus formas claramente.

"No, definitivamente no puedo salir así".

Encima de que hoy sentía los senos especialmente pesados y adoloridos... Me puse otra vez el buzo y crucé el pasillo hasta el baño. Solo eran dos metros, y aun así fueron tortuosos. Las voces se habían silenciado.

Me apoyé contra la puerta y esperé a que los hombres iniciaran otra vez la conversación. Entonces gire la llave con mucho cuidado. Solo una vuelta. Luego me quité el buzo por la cabeza, ya que me sentía sofocada.

"Dios, este sería uno de mis infiernos personales..." pensé: "una habitación llena de hombres que yo tendría que cruzar una y otra vez".

Me senté en el inodoro, desplomándome contra el tanque de agua y cerré los ojos un momento mientras me relajaba y respiraba profundamente.

"Aquí estoy segura, bajo llave..."

***

Un golpe en la puerta me despertó.

AnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora