Buenas Noches

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Sostuve el teléfono contra mi oído, por un buen rato. Luego colgué y me quedé un rato más con la mirada perdida.

De pronto me entró pánico.

"¿Y si llama?"

Había estado a punto de darle la dirección. ¿Y si de la daba? ¿Qué pasaría? ¿Quién era él? ¿Acaso quería yo que viniera a buscarme?

"¿Y si no llama?"

Me restregué los ojos con las palmas de las manos, confusa.

"No se... no sé que quiero. No sé."

Desee que pasara algo, cualquier cosa. Que sonara el teléfono. Yo atendería.

"Lo juro Dios, si llama voy a atender... Y le daré la dirección. Lo juro, por favor... haz que llame".

Pero no llamó.

Las llamadas de teléfonos públicos muchas veces figuran como número desconocido.

¿Será por eso? ¿Será que no tiene carga? ¿Se habrá arrepentido de ofrecer ayuda?

"Tal vez suspiró aliviado cuando la llamada se cortó".

Pasé los dedos por los botones como si un relieve fuera a delatar los números correctos.

Estaba llorando otra vez.

Me limpie las lagrimas y sumergida en impotencia comencé a caminar hacia mi casa.

***

El auto de mi mama no estaba en la entrada.

Me senté en el porche oscuro de una casa a esperar que apareciera el auto azul por la esquina.

A diferencia del de mi papa, su auto no hacia ningún ruido que anunciara su llegada.

No se de autos, si tuviera que describirlo diría que era azul, silencioso y con la pintura casi nueva.

"Es un lindo auto".

Recordé como hace unos días, mientras regresaba del colegio caminando porque estaba lindo para caminar, escuché el sonido característico del coche de mi padre. Todo mi cuerpo se tensó, casi estaba temblando cuando el auto me pasó de largo. Era un coche igual al de él, pero de otro color.

Estaba desarrollando una fobia, una especie de pánico a ese sonido. Menos mal que no todos los autos sonaban así.

Pasó una hora.

Hace mucho frío.

Me envolví más en la campera rompe viento de manga corta, y deseé que mi mama volviera pronto. O que mi papa se fuera. Que él y su coche desaparecieran de mi vista.

Después de una eternidad, el auto por fin apareció. Me puse de pie con el cuerpo entumecido por el frío y corrí hacia la casa.

–¡Ma! –grite mientras ella bajaba del coche. Me miró juntando las cejas, y siguió caminando hacia la casa.

Quise gritarle que me esperara, pero ya estaba cerca y no quería que se escuchara desde adentro.

"¿Por qué no me espera?"

Al fin llegué a su lado, justo cuando estaba girando la llave en la cerradura.

–¿Qué haces en la calle a estas horas? –me preguntó sin mirarme.

–Nada... se me hizo tarde.

Ya estábamos entrando en la casa. Sentí el impulso de aferrarme a su brazo y apretarme contra ella. Pero pensaría que me había vuelto loca.

AnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora