Irreversible

470 2 0
                                    

Unos brazos se flexionaron cerca de mi cabeza. Algo rozó contra la humedad de mi vagina, resbalando hacia arriba y hacia abajo varias veces. No llegué a reaccionar cuando el cuerpo pesado de mi papa se dejó caer de golpe sobre mi, aplastándome. Él dolor del desgarro llegó tarde, pero llegó. Erguí la cabeza y la deje caer casi inmediatamente. Estaba empalada por algo enorme que me llenaba el vientre. Quise gritar, tal vez lo hice porque mi papa me cubrió la boca con su mano, hundiendo sus dedos en mi mandíbula.

–Quedate quieta si sabes lo que te conviene –gruñó contra mi cara, con un gesto contraído. Me congelé. Lágrimas corrían desde mis ojos hasta mojar mis orejas. Un pitido agudo llenaba mis oídos. Él también permaneció inmóvil varios segundos, apretando los dientes. Luego se irguió y movió su cadera provocándome una nueva punzada de dolor. Volví a retorcerme y traté de empujarlo, pero apenas si tenía fuerza para levantar los brazos hasta su pecho. Me sujetó las muñecas contra el colchón y siguió desenterrando su pene, provocando dolor a cada centímetro. Cuando lo tuvo casi completamente fuera, volvió a empujar hasta meterlo mas adentro. Me sacudí pero no grité, tenía un nudo en la garganta.

Entonces comenzó a empujar una y otra vez, sin parar, entrando y saliendo forzosamente a través de mis apretados músculos. El dolor me abrumó y me sentí desvanecer. Deje caer la cabeza hacia un lado con los ojos abiertos de par en par. La pared se acercaba y se alejaba de mi...

Lo siguiente que sentí fue un hormigueó en las muñecas. Me las había soltado, y la circulación liberada se sentía como hormigas caminando por todo mi brazo. Un sudor frío cubría mi piel y mi estómago estaba revuelto. Pensé que si me movía podía llegar a vomitar, así que no lo hice. Mi papa me tenía rodeada con los brazos, mientras se hundía entre mis piernas sin compasión. Un entumecimiento se fue apoderando de mi vagina y luego se extendió por mi torso y mis piernas hasta llegar a todo mi cuerpo. Ya no sentía calor, ahora sentía frío.

Él se movía furiosamente sobre mi, sin mirarme. Su cuello estaba rojo con las venas sobresalientes. A veces se detenía para tomar aire, jadeando contra mi cuello y mi oído donde murmuraba cosas incomprensibles, y luego volvía a empezar, sacudiéndome. Pronto no fui consciente mas que de ese movimiento que hacía mi cuerpo, hacia arriba y hacia abajo. No percibía la cama debajo de mi, ni el cuerpo sudoroso que me penetraba y finalmente, ya no fui consciente de nada...

Ahora estaba boca abajo sobre la cama. Mi papa se seguía moviendo sobre mi. No podía encontrar la sensación ni el dolor, solo podía escuchar los resortes de la cama crujiendo a causa de los empujes que me aplastaban contra el colchón una y otra vez, y entonces la habitación volvió a desaparecer...

Cuando volví a abrir los ojos, seguía boca abajo sobre la cama, pero ésta no se movía. Todo estaba quieto y en silencio. No sentía mi cuerpo. Estaba como lejos de mí, pero se iba acercando. Lo primero que sentí fue frío. Piel de gallina erizó la piel de mis brazos. Luego sentí humedad. Mucha humedad entre mis piernas y más arriba, entre mis nalgas. El aire se sentía mas fresco en toda esa zona. Mis pechos, aplastados contra el colchón, estaban blandos y mis pezones sensibles. Las sabanas los rosaban dolorosamente. Una mano se posó sobre mi espalda.

-Ana... Ana... –murmuraba mi papa con preocupación y eso me hizo estremecer –Ana ya pasó... No llores. Perdón. -Me cubrí la cara con una mano cuando intentó besarme la mejilla. –Ya se que duele amor, pero ya pasó. Levante... dejame que te ayudo.

Intentó levantarme pero no pudo. No podía moverme, el cuerpo no me respondía.

Se alejó de mi, y a través de mi llanto lo vi caminar de un lado para el otro, desnudo. Creo que vi su pene flácido colgando pesadamente entre las piernas y el estomago se me encogió. Cerré los ojos con fuerza. Unos minutos después me asusté al sentir algo mojado contra mis muslos.

AnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora