IX

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—Hope —dijo Samantha de repente—

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—Hope —dijo Samantha de repente—. ¿Te encuentras bien?.

Debía verme horrible para que me preguntara eso.

Timothy giró su cabeza tan rápidamente cuando escuchó las palabras de su amiga que por un momento pensé que se había quebrado el cuello. Sus ojos marrones estaban fijos en mí, examinando mi rostro, haciéndome sentir ansiosa y avergonzada a la vez.

—Estoy cansada —mentí intentando mantener mis manos quietas, no quería que mi detestable tic nervioso me delatara—. Tuvimos que escribir mucho con Jackson.

Sam era bastante ingenua, por lo que no insistió con su pregunta y cambio de tema con rapidez, dando por hecho que estaba hablando con sinceridad y comenzando a nombrar en voz alta las canciones que quería cantar en el karaoke, intentando que Kurt despegara la vista de su teléfono y le prestara atención, pero este último no era un gran conversador, por lo que no le estaba haciendo mucho caso.

Mi estómago todavía se sentía revuelto luego de mi charla con Benjamín Wilson, y no por las razones correctas. No sentía mariposas, electricidad en mis manos o mi corazón palpitando, al contrario, me encontraba enojada y avergonzada por haber abierto la boca de ese modo. Siempre supuse que mis gustos no eran precisamente normales, pero me había comido el cuento de que estaba bien ser diferente y ese tipo de cosas, cuando estaba más que claro que eso no aplicaba en la vida diaria, menos con el chico que me había gustado en mis principios de secundaria. En la mente de Benjamin Wilson debía parecer una niña idiota.

De repente, como si se tratara de un balde de agua, sentí la mano de Timothy en mi cabeza, arruinando la trenza que me había hecho mi mamá para la salida de hoy.

—¿En serio? ¿Otra vez? —dije intentando mantener distancia de él.

Me había olvidado que debía estar atenta cuando me encontraba cerca del pelirrojo, porque apenas me distraía él aprovechaba el momento para hacerme ver más desarreglada de lo habitual.

—Si no vas a decirnos qué te pasa como mínimo presta atención a tu alrededor —dijo tirando del cuello de mi sudadera antes de que me chocara contra un poste de luz—. Y te dije que es una costumbre.

—¿Acostumbras molestar a la gente? —cuestioné.

—Es uno de mis muchos talentos —confesó con una sonrisa—. ¿Qué vas a cantar cuando lleguemos?.

—¿Tengo que cantar? ¿No puedo solo aplaudir?.

—Si yo estoy obligado a cantar, todos deben cantar —afirmó Kurt colocando algunos mechones de su cabello azabache detrás de sus orejas.

La lógica entre Ben y HopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora