CAPÍTULO I

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Era de noche, me encontraba en mi habitación mirando fijamente la foto del señor Juez, observando su rostro arrugado, su cabello blanco dándole una apariencia de unos setenta años, aquel anciano por el cual tuve tanta admiración. Era un hombre inteligente y con un gran corazón, siempre dispuesto a ayudar a todos y ahora lo único que me quedaba de él, era esta fotografía.

Me sentía realmente triste recordando cada momento a su lado, coloqué la fotografía en mi mesa de noche y apague las luces, había sido un día largo así que decidí recostarme. Me había quedado dormida cuando comencé a sentir unos escalofríos que me hicieron levantar de golpe, giré hacia la ventana y esta se encontraba abierta; encendí la luz y fui a cerrarla. Cuando me volvía hacía la cama tropecé con algo, era la fotografía, solo que esta vez el señor Juez no estaba reflejado en ella.

¿Es acaso esto un sueño? Pensé, pero todo era tan real como yo misma, mi cuerpo se tensó todo observando cada detalle de la foto, ¿A dónde se había ido el Señor Juez? Otro escalofrío me recorrió de pies a cabeza, los nervios no me dejaban actuar, lo único que podía hacer era salir de allí rápidamente.

Baje las escaleras tan rápido que casi me caigo, al llegar a la sala tomé el teléfono y marqué a mi mejor amiga, estaba sudando, mis manos temblaban, no dejaba de ver hacia las escaleras mientras esperaba que ella contestase. El reloj marcaba las tres de la madrugada, quizás ella estaba dormida pero necesitaba ayuda.

-¿Alo?- dijo Vera soñolienta- ¿tienes idea de que hora es?- sentí un alivio al escuchar su voz, la necesitaba a mi lado.

-Vera, por favor... él no está, el señor Juez no está-respondí

-Espera, ya voy para allá- dijo Vera y colgó.

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