Capitulo XIII, FINAL

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Kendall Mayer

Me dirigí a la habitación de Vera para avisarle, ella no estaba, pensé que Alberto se me había adelantado ¿y si la lastimaba por mi culpa?, se me hizo un nudo en la garganta de solo pensarlo, grité el nombre de mi amiga con lágrimas en los ojos. Comencé a buscarla en las otras habitaciones, quizás había escuchado al señor Juez y se había escondido en el baño, me asomé, pero tampoco estaba ahí.

Escuché unos golpes constantes en dirección a la cocina y corrí escaleras abajo ¡ahí estaba Vera!, estaba sentada en el suelo golpeando su cabeza una y otra vez contra la pared.

-¿Vera? ¿Qué diablos estás haciendo?- pregunté asustada, acercándome a paso lento. Dejó de golpearse y dirigió la vista hacía mí, escurría sangre por toda su cara, su mirada estaba perdida y oscura, levantó su mano y señaló en dirección a la sala. Me giré para ver qué señalaba pero sentí un dolor en la cabeza y de repente todo se puso negro.

Abrí los ojos y para mi sorpresa me encontraba en mi cama, empapada de sudor, tiré de las sabanas y fui a la habitación de Vera, ella estaba peinándose.

-Kendall ¿aún no te has duchado? Vamos a llegar tarde a la cita- dijo viéndome, yo me abalancé hacía ella abrazándola.- ¡Madre mía! Estas empapada.

-Dios, estaba asustada ¿Te hizo daño? ¿Qué te sucedió anoche? Actuabas muy extraño... - me senté en su cama recobrando el aliento.

-¿De qué hablas? Estuve durmiendo toda la noche... me acabo de levantar. Probablemente tuviste una pesadilla Ken... -Me miró con el ceño fruncido.

-No Vera, te juro que no fue un sueño, fue real... me da escalofríos de solo recordarlo- pensé en la cita, tenía que aparentar que todo estaba bien, suspiré y me levanté- ¿sabes? Quizás si fue un sueño... iré a arreglarme para irnos.

Todo transcurrió con normalidad hasta que llegamos a la clínica, pero mientras caminaba por los pasillos los recuerdos que traté de olvidar comenzaron a fluir en mi mente de nuevo, mis labios temblaban, Intenté pensar en algo diferente pero la imagen del señor juez esperándome detrás de su escritorio invadía mi mente.

Traté de mantener la compostura hasta que me iba acercando a aquel consultorio al que tanto le temía, tomé unos segundos para ver el número grabado en la puerta, hasta que esta se abrió de repente y de ella salió el Doctor Gómez... el sucesor de Alberto. Bajé la mirada intentando evitar el contacto visual pero era muy tarde, me había reconocido.

-Que sorpresa señorita Mayer, llegas justo a tiempo para tu consulta- dijo arreglando el cuello de su camisa y haciéndose a un lado- pase adelante por favor.


Vera Miller

Me senté en la sala de espera, estaba muy nerviosa, cada vez Kendall actuaba más y más extraño, quizás haberla traído había sido la mejor opción. A estas alturas ya no sabía cómo era la verdadera Kendall. Pasó una hora cuando el Doctor Gómez salió del consultorio y se dirigió hacía mi con mala cara.

-Lamento decirle que la Señorita Mayer está empeorando...- aclaró su garganta- dejó su tratamiento cuando el Doctor Alberto falleció, así que no es algo que pueda mejorar de la noche a la mañana.

-¿Qué se puede hacer?- me levanté.

-Me temo que la única opción es internarle... Ya que usted es su hermana ¿No? ¿Aceptará que la internemos?- sentí mucha presión, pero si era lo mejor por mi amiga... Asentí.

Firmé y el doctor dio la orden de internar a Ken, me sentía un poco mal, pero en serio quería que ella mejorase, no sabía cuál era su verdadera afinidad con su anterior psiquiatra ni por qué le había entregado esa foto, pero ella debía mejorar.

Me senté en el auto con la intención de irme de ese lugar pero mi teléfono comenzó a sonar, era el oficial Thompson ¿Qué querría?

-¿Diga?- respondí.

-¿Vera Miller?

-Sí, soy yo...

-Gracias al cielo- dijo aliviado- Le llamo para comentarle que encontramos huellas en el cadáver de su difunto novio, Juan- el estómago se me revolvió, me mordí el labio intrigada.

-¿De quién son las huellas?

-Bueno... es lo complicado, ya que las huellas corresponden a su amiga Kendall Mayer, ahora mismo estamos tratando de localizarla para... -lancé el teléfono contra la ventana del auto, tenía nauseas, dolor de cabeza y mucha rabia. Comencé a llorar, no podía creer que la locura de Kendall le había llevado a asesinar a Juan.

Salí del auto temblando y corrí a buscar al Doctor Gómez, pero para mi sorpresa todo era un alboroto adentro, las enfermeras se movían de un lado a otro al igual que los doctores, ¿qué estaba pasando?, tomé a una enfermera del brazo.

-¿Dónde está el Doctor Gómez?

-Aquí –dijo él poniéndome una mano en el hombro, su cara estaba un poco rasguñada y su respiración era muy acelerada- Tú hermana, se acaba de escapar... la estamos buscando por las habitaciones.- Apreté los puños, ahora Kendall estaba huyendo, corrí por los pasillos buscándole, entré en cada consultorio, busqué debajo de los escritorios, en los baños y nada. Fui escaleras arriba hasta que llegué a la terraza de la clínica y la vi, sentada en el borde, llorando, asustada y no sentí compasión, solo sentí ira. Caminé lentamente hacía ella.

-¿Por qué?- dijo llorando- se supone que eres mi amiga...Pero firmaste para que me metieran en este lugar de nuevo. ¿Por qué?

-Lo siento Kendall, es por tu bien... -La tome del brazo- aléjate o te caerás.

-¿Recuerdas lo que me decías Vera? ¿Que en esto estamos las dos y las dos saldremos de esta?- Asentí y entonces ella haló de mí y todo se puso negro.

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