Capítulo 6

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Daphne despertó con los finos rayos del sol decorando su pálido rostro y dándole un brillo especial a su descuidado y rizado pelo.

Bostezó y se estiró en la cama, aún un poco reacia a levantarse de ella por las pocas horas de sueño que había podido disfrutar, pero la incentivó el hecho de que aquél sería su primer día en Hogwarts como mucho más que una alumna; como una profesora.

Se puso en pie, aterrizando en sus zapatillas, y caminó hacia el baño, en el que la elfina doméstica ya se había encargado de dejarle la ropa perfectamente doblada para su viaje al colegio, así como su túnica y su sombrero. Se quitó la ropa lentamente, disfrutando del sol que calentaba cada parte de su cuerpo entrando tímido por la ventana, y entró a la ducha. Diez minutos después salió de ella sintiéndose como nueva y se quedó ante el gran espejo de cuerpo entero que decoraba la puerta del baño. Se vistió, se puso la túnica, se enganchó la identificación de profesora, alisó su pelo haciendo que quedara totalmente recto exceptuando por las puntas, ligeramente onduladas, y se colocó el sombrero con cuidado.

Bajó las escaleras de la gran mansión con cuidado de no tropezar con la recién estrenada túnica y poniendo un ojo al baúl que, mediante magia, bajaba flotando tras ella. Caminó de buen humor hacia la cocina, en la que Misty, la elfina, se encontraba alegremente yendo de un lado para el otro cocinando para su ama y amiga.

- Buenos días- canturreó la rubia mientras dejaba el baúl sobre una de las sillas que había alrededor de la mesa e iba a saludar al pequeño y vivaracho ser.

- ¡Buenos días, señorita Greengrass! He pensando que, como este sería el último día hasta las vacaciones de Navidad que puedo cocinar para usted, le haría ilusión un desayuno más especial que de costumbre.

La pequeña corrió hacia una alacena que parecía demasiado grande como para que ella sola pudiese controlar todo lo que había en su interior y extrajo una pequeña cápsula, la cual apretó entre sus largos dedos e hizo aparecer una enorme bandeja con todo lo que podía la rubia imaginarse que se podía desyunar: bollos, leche, té, café, fruta, ensalada y demás manjares personalmente preparados por su cocinera.

- Gracias, Misty -dijo con una sonrisa que hizo que la elfina enrojeciera hasta las orejas- pero ya te he dicho que me llames Daph.

- De acuerdo, señorita Daph. Por cierto, ¿el señorito Malfoy no baja a comer?

- Draco no ha pasado la noche aquí -murmuró la maga mientras mordía distraídamente una manzana y tomaba un sorbo del delicioso té negro- al menos eso creo. Para cuando me fui a dormir él no había llegado aún, pero-

Un ruido interrumpió sus palabras y, resueltamente, el aludido bajó las escaleras de dos en dos, de un humor mucho mejor que el que había predominado los últimos meses.

- ¡Señorito Malfoy! -gritó la elfina llena de alegría y descubrió otra cápsula, con la que utilizó el mismo procedimiento y cuyo resultado, la bandeja, dejó al lado de la de la profesora.

- ¿Y ese buen humor, rubito? -preguntó ella continuando su desayuno.

- Encontré a Hermione -dijo como si nada, y ella abrió los ojos como platos.

- ¿Y? ¿Estaba bien? ¿Qué había pasado?

- Nada, relájate. El imbécil de Weasley lo ha estropeado todo, como era de esperar. Ahora tiempo al tiempo, pero la recuperaré.

- ¿Y te ha perdonado?

- No lo creo, pero no estoy seguro. Está... cambiada.

Daphne alzó una ceja mientras se limpiaba la boca con una de las servilletas ue Misty había puesto a su lado.

- ¿Cambiada? ¿En qué sentido?

- Está... Diferente. Como si algo dentro de ella se hubiera activado, como si de repente se hubiera dado cuenta de lo fuerte que es, como si ahora fuera a aprovecharlo.

- Nunca había imaginado a Granger como alguien débil, no entiendo que se haya dado cuenta ahora de que no lo es. Bueno, como sea, no tengo tiempo ahor apara discutir tus líos amorosos. Sólo no lo arruines otra vez, ahora que parece que tienes otra oportunidad.

La rubia se levantó, hizo que su bañúl volviese a flotar y se acercó a su amigo sonriendo de lado.

- Mantenme informada, espero tu lechuza. -Con aquello dicho le besó la mejilla y se desapareció hacia Kings Cross.

Al mismo tiempo, en la otra punta de la ciudad, un muy cansado Blaise Zabini se levantaba de la cama mirando el reloj. Las ocho y media de la mañana.

Bostezó abiertamente y se estiró en la enorme cama de matrimonio del hotel, cuando de repente notó una punzada en el brazo. Giró la cara hacia el punto del dolor y se sorprendió al ver una gran mancha de sangre en toda la zona de la cama que rodeaba a su brazo, y la herida apenas cerrada por la cantidad de snagre seca que se había acumulado durante la noche.

Las arcadas no tardaron en cerrar la garganta del muchacho que recordó los sucesos de hacía unas horas, cuando le atacó aquel apestoso muggle. Con algo de esfuerzo y los dientes fuertemente apretados se sentó e hizo que una fina lluvia cayese sobre su herido brazo, limpiándolo así de la sangre seca. Cuando de la herida comenzó de nuevo a brotar el líquido rojo, movió su varita y una fina venda se enrolló varias veces sobre el lugar, aunque pronto se tiñó de escarlata.

Cuando se vio mínimamente decente se desapareció rápidamente, apareciendo en Hogsmeade, donde buscó apurado la tienda "Túnicas para todas las ocasiones". La anciana señora le sonrió calurosamente y, entendiendo la prisa del joven, se apresuró a hacerle la túnica, que en menos de quince minutos ya estaba perfectamente amoldada al cuerpo se Blaise, quien le sonrió y le dio los dos galeones y diez sickles que costaba.

Salió de la tienda y volvió a desaparecerse, aquella vez para aparecer en Kings Cross, atravesó el muro que lo llevaría al andén 9 3/4 y pronto se vio rodeado por una masa de niños emocionados despidiéndose de sus padres y reuniéndose con sus amigos, o bien subiendo al tren nerviosos y temblorosos porque sería su primer año en el colegio.

High-heeled disaster (secuela - editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora