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Ya era lunes.  Acaria se dirigía a su restaurante a primera hora de la mañana. La verdad es que el fin de semana había sido aburrido, demasiado. Y es que siempre era así. Su vida se había caído en la monotonía y tenía miedo de que siempre fuera así, había pensado apuntarse a alguna clase de cocina o quizás de tenis pero descartó aquellas ideas porque siempre que venía de trabajar, llegaba muy cansada como para hacer cualquier otra cosa así que tenía que resignarse y vivir una vida demasiado normal para su gusto.

Entró al bar y saludó a sus compañeros, luego los ayudó a poner bien las mesas con sus respectivas cartas y una vez que todo estuvo en orden abrieron las puertas.

Acaria suspiró por un momento y miró triste el lugar hasta que su compañera le llamó.

—Acaria, ¿Qué te ocurre?

La chica miró a su amiga ahora un poco más animada.

—No me ocurre nada, Erika, solo... Estaba pensando... Que mi vida es un poco... Monótoma.  No le encuentro mayor sentido —Respondió entristecida. Ella era la única amiga en la que​ podía confiar.

Erika se apolló en la barra y miró hacia su compañera.

—Quizás deberías buscar pareja —Respondió.

Acaria abrió los ojos y miró a su amiga como si le hubieran dicho la mayor tragedia del mundo.

—¿Qué estas diciendo? No, jamás... Bueno, no por ahora... Sabes que no se me da bien eso de hablar con hombres y ni siquiera hay ninguno que me atraiga. Quizás tenga puesto el listón muy alto o quizás es que no hayan hombres de verdad, no sé pero de una cosa estoy segura, no me veo en una relación —Explicó.

—¿Por qué no? Deberías dar una oportunidad al amor. Hasta que no hayas hablado con un chico o al menos conocerlo no puedes decir exáctamente eso —Animó.

—No sé, Erica...

Justo en ese momento apareció aquel hombre.

Aquel hombre al que vio por primera vez el sábado por la mañana y que también tuvo el gusto de ver el domingo, también por la mañana.

—Vaya, parece que le ha gustado desayunar aquí —Respondió Erica.

—Déjame tomar nota de su desayuno a mí hoy —Respondió Acaria mientras se acercaba a la mesa de aquel hombre.

No sabía por qué, pero la tenía intrigada desde el primer momento en que lo vió. Ahora era el momento de poder estar enfrente de él.

—¿Qué va a tomar? —Preguntó la chica.

—Lo mismo que ayer —Respondió.

No sabía qué era lo mismo de ayer así que le preguntó y anotó todo lo que le dijo.

—Está bien, pronto le traeré el pedido —Respondió y se alejó de él para darle el pedido al cocinero.

Mientras preparaba el zumo para él ella estaba pensando que su barba había crecido más y tenía más ojeras. No sabía a qué se debía pero era lógico, no le conocía en absoluto.

Algo dentro de ella quería saber más de él y no sabía el por qué. Había despertado un gran interés en ella.

—¡Acaria, el zumo! —Exclamó su amiga mientras se acercaba a ella.

No se había dado cuenta de que el vaso había llegado al tope y tuvo que limpiar todo lo que ensució. Después de eso llevó todo el pedido a aquel hombre.

—Aquí tiene, espero que lo disfrute —Respondió y le dio la bandeja con todo lo que había pedido.

...

La noche había llegado y Acaria se disponía a salir del restaurante junto con Erika, caminaron hasta el final de la calle y se despidieron porque cada una tenía que tomar un camino distinto.

Pasando por el parque se da cuenta de que alguien está durmiendo en un banco.

Esa ropa le sonaba de algo así que se acercó aquella persona para ver de quien se trataba.

Acaria abrió los ojos al ver quien era. ¡Era el hombre de esta mañana!

¿Qué hacía durmiendo en un banco? De todas formas no era de su incumbencia. Así que decidió irse pero antes de girarse él abre los ojos y la observa.

—¿Qué quieres? —Preguntó serio.

Ella no sabía qué responder porque ni siquiera sabía el por qué se había acercado.

—Yo solo... Te ví ahí tumbado y pensé... ¿Por qué está durmiendo en un banco? —Respondió titubeante, se sentía estúpida.

Aquel hombre miró hacia un lado y respondió.

—Creo que es obvio, no tengo casa.

"¿No tenía casa? Tampoco tenía tan mal aspecto. Quizás su mujer lo echó hace poco " pensó Acaria.

—Hace mucho frío aquí afuera, si quieres puedes dormir en mi casa esta noche —Respondió.

¿Pero qué había dicho? ¿Dormir en su casa? ¿Por qué dijo eso? Ni ella misma lo sabía.

Aquel hombre sonrió.

—¿Estás segura? —Preguntó.

Ahora ya no lo estaba tanto.

—Quizás sí o quizás no, de todas formas no te conozco, no debería de estar haciendo esto —Respondió arrascándose el cuello.

—¿Cómo? —Preguntó el hombre del banco.

—N-nada —Respondió Acaria y se dispuso a irse pero justo en ese momento aquel hombre se levanta y le agarra de la mano haciendo que ella quedase enfrente de él.

—No, me he enterado. Querías que me quedara esta noche en tu casa. ¿No?

Ella no dejaba de mirar hacia otro lado que no sea su cara. Se sentía rara cuando lo hacía.

—Pero, no te conozco, creo que...

—¡No! Por favor, déjame quedarme al menos esta noche —Pidió desesperado.

Ella sintió pena por aquel hombre en ese momento así que no se pudo negar.

—Está bien pero al menos, dime cómo te llamas.

—Me llamo O... Owen —Respondió.

Acaria le miró con rareza por la forma en que había, por un segundo, dudado de su nombre pero no le dio mayor importancia y le llevó a aquél hombre a su casa.

¿Sería buena idea?

No Other [Offenderman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora