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ONE SUGAR AND SPICE (AND EVERYTHING NICE?)
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A HOLLY LIPPINCOTT le gusta pensar que es un poco metamórfica.
Como hija de un hombre que corta a las personas, las cose y arregla para hacer que se vean más jóvenes, tuvo la sensación de que tenía que ver con estar cerca de él durante toda su infancia. E incluso si no era culpa de su profesión —porque a menudo, los niños tendían a pelear con lo que sea que incluyan los trabajos de sus padres—, algo tenía que ver.
Aun a los catorce años, Holly ha reconocido que ciertas situaciones, ciertas personas, requieren diferentes cualidades de la personalidad de la susodicha. A veces tienes que hablar con alguien que lava la comida con quejas sobre todo lo que ocurre bajo el sol, y a menudo la opción más fácil es asentir aunque prefieras que el restaurante prepare sus verduras. Holly y su padre tenían esa cualidad, sabían cómo evaluar una situación y averiguar la mejor forma de encajar.
Así es como Holly logró tener una carrera escolar exitosa, en su antiguo colegio. Los secretos eran, y siguen siendo, ella supone, el combustible de su antiguo colegio. Incluso si tropezaba con esto, y su timidez se confundía con el misterio, rápidamente se transformaba en algo en lo que ella podía jugar. Si la gente quería ser su amiga, pensando que había algún secreto grande y malo oculto bajo su piel, ¿sabes qué? Déjalos pensar eso. Déjalos ser amables con ella, trata de ser su amiga en lugar de al revés, tratar de descubrir qué hay detrás de sus ojos verdes. Si eso la hacía tener amigos, no se iba a quejar.
Supone que fue la infatuación del colegio por los menos conocidos lo que trajo toda esta catástrofe. Érase una vez, el colegio vio a una niña tímida en su primer año y pensó que era peculiar, lo suficientemente interesante como para tener una historia (secreta) detrás. Al final del último año escolar, no se persiguieron los secretos, se informó que los involucrados serían cuestionados por el nuevo director.
Es su culpa. El director que apareció hace unos años. Holly recuerda la alegría que su padre poseía cuando los berlineses derribaron el muro de Berlín, y recuerda sus historias sobre cómo su escuela secundaria en Estados Unidos tuvo que someterse a simulacros de guerra nuclear, por si acaso sucedía durante geometría.
Recuerda la expresión en el rostro de su padre cuando, la Navidad pasada, Holly finalmente le dijo cuán oscura se había vuelto el colegio. Durmstrang siempre fue un castillo frío y sombrío, pero, una vez más, lo mismo podría decirse de un castillo en las Tierras Altas de Escocia. Solía haber risas y amistad a pesar de la necesidad de calcetines extra lanudos en la hora de acostarse. Cuando ella se fue, los estudiantes hablaron en susurros, kits de primeros auxilios improvisados estaban escondidos en las habitaciones por si alguien recibía un castigo y las maldiciones imperdonables eran un juego de niños.
