Primer reconocimiento.

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Luna levantó su mano y tocó la de Artemis .
Artemis sintió una inmensa satisfacción cuando cerró su mano alrededor de la de Luna. Ella lo había elegido libremente. Ahora que la tenía se forzó a relajarse, en calmar el instinto de hombre lobo que lo empujaba a tomar a Luna en sus brazos, someterla y aparearse con ella frente a todo el mundo. Controló el deseo de desafiar a todos los hombres de la sala para que reconocieran que Luna le pertenecía. Artemis era un viejo y poderoso hombre lobo, había aprendido a controlar su lado salvaje mucho tiempo atrás.
Levantando la mano de Luna hacia su boca, besó los dedos y luego colocó su mano bajo el brazo.
—Mina —dijo no abandonando nunca el rostro de Luna.
—Anúncianos.
El silencio se hizo a su orden.
Artemis miró a su hija.
Con las manos agarrando y soltando las asas de su bolso de noche, Mina le miraba fijamente.
Un olor de confusión y sorpresa llegó hasta Artemis. Él sonrió, su hija le había dado la lata durante mucho tiempo para que se buscara una compañera, pero en el fondo, Artemis sabía que nunca había esperado que encontrara una, y él tampoco.
Levantando la otra mano, Artemis acarició la mejilla de Mina y la tomó de la mejilla.
—No te preocupes pequeña loba —murmuró. —Aunque nunca hubiera esperado esto, debo seguir mis instintos. Algún día lo entenderás.
Artemis soltó su mano y se volvió hacia su hijo.
Tenso como si estuviera preparado para echar a correr, Yaten estaba observándolo cautelosamente. Le llegó el leve olor del miedo. Artemis sonrió. Parecía que su vanidoso y confiado hijo todavía lo reconocía como Alfa.
Artemis se aproximó y apretó su hombro.
—Lo siento mucho, pero…
La cautela se desvaneció y Yaten sonrió.
—Tienes que seguir tus instintos, lo sé, y lo entenderé algún día. Yo nunca te desafiaría papá.
Artemis rio.
—Por lo menos espero que no hasta que sea un hombre muy viejo.
Parada al lado de Artemis, Luna observaba las bromas entre Artemis y sus hijos.
La mano sobre su antebrazo se relajó y tensó varias veces. Él parecía estar a gusto, aun así, algo en la manera en que controlaba la situación para estar siempre entre ella y el resto de la gente del salón la irritó. ¿De qué hablaban él y sus hijos? ¿Pequeña loba? ¿Qué apodo era ese? Mina debería de haber sido muy traviesa de pequeña. ¿De qué desafío hablaba Yaten? Por un instante Luna pensó que Yaten y Artemis iban a luchar.
Luna se movió y tembló. Estar tan cerca del gran cuerpo de Artemis estaba embriagando sus sentidos. La fragancia picante de su colonia se impregnaba en todos sus poros cada vez que respiraba. Sus nervios estaban a flor de piel. No era su agua de colonia. De alguna forma él era diferente. ¿Cómo? En lo profundo de su alma ella sabía que él no era como cualquier otro hombre.
Cuando Artemis miró otra vez su cara, ella le miró inmediatamente la boca.
Él bajó la cabeza en su dirección. Sobre su mano, los firmes músculos de su antebrazo se tensaron de nuevo.
El olor de él excitaba sus sentidos. Ella levantó la cara, un beso, solo un beso. Tenía que sentir el sabor de él.
—¿Luna, qué crees que estás haciendo? —espetó Beryl Queen tras ella con voz estridente.
Luna sintió como si le hubieran arrojado un balde de agua fría sobre la cabeza. Temblando intentó apartarse de Artemis.
Él puso su mano libre sobre su brazo atrayéndola contra él. El calor se extendió por su cuerpo cuando su muslo firme se rozó contra ella.
Luna cerró los ojos y se recompuso. Por primera vez en seis años, estaba agradecida por la interrupción de Beryl. Artemis era tan atractivo que estaba dispuesta a parecer una idiota ante un salón lleno de gente.
—¿Desde cuándo usa ese horrible perfume señora Queen? no se acerque más —dijo Artemis, antes de que Luna pudiera responder a su jefa.
—En realidad no es algo que le importe. Luna aceptó comer con nosotros.
—Ella es mi asistente personal, por supuesto que me importa. —Beryl escupió las palabras ante ella.
—Luna, te prohíbo comer con ellos.
Luna levantó la cabeza cuando su cólera creció. Su cuerpo al límite de la sutil seducción de Artemis, tenía que liberar la tensión como fuera. Beryl Queen era el catalizador perfecto.
Durante los últimos siete años, Luna toleró los comentarios condescendientes y los aires de superioridad de su jefa. Estaba cansada de eso, y no le importo quien la oía.
—¡Que tú me prohíbes! So vaca orgullosa. Que yo sepa, este es un país libre. Y puedo ir donde me dé la gana, y comer con quien quiera siempre que lo desee. No soy tu esclava. Soy tu empleada, y puedo dimitir cuando quiera.
Las conversaciones a su alrededor cesaron.
Un destello de miedo apareció en los ojos de Beryl y su tono se volvió inmediatamente adulador.
—Cálmate Luna, estás agotada. Vamos a algún lugar a hablar sobre el aumento que pedias.
Otro escalofrío de rabia recorrió a Luna.
—¿Un aumento? ¿Quieres hablar sobre el aumento ahora?—dijo dando un paso al frente.
Artemis apretó su mano, su dedo pulgar comenzó a trazar delicados círculos en la palma.
Un tipo diferente de escalofrío recorrió la columna de Luna.
Luna respiró profundamente. Discutir con Beryl Queen no serviría para nada más que para entretener al grupo de curiosos a su alrededor. Solo tenía que decirle una cosa.
Mirando al rostro de su jefa le dijo:
—¡Dimito! Tendrás mi dimisión en la mesa mañana. —Luna dirigió su mirada al rostro de Artemis.
—Cuando quieras podemos marcharnos.
Con un gesto de la cabeza, Artemis asintió.
—Claro querida, Yaten, Mina.
—Iré a buscar el coche —dijo Yaten recorriendo el salón con una rápida mirada antes de salir.
La voz de Beryl sonaba desesperada.
—Luna por favor…
Luna abrió la boca, pero Artemis apretó su mano nuevamente. Dirigiéndose a su jefa dijo:
—Buenas noches, señora Queen, mañana tendrá en su despacho los documentos necesarios para la disolución de nuestro acuerdo de sociedad. Mina, Luna ¿Nos vamos?
Luna sonrió cuando Artemis la llevó lejos. Ella podía escuchar a su ex jefa refunfuñando algo.
Después de siete años de comentarios maliciosos de Beryl, todo había acabado. Finalmente tras aguantar siete años de comentarios sarcásticos de Beryl, de falta de honradez y a veces de expectativas locas, Luna tenía el coraje de dejar su trabajo. Al menos por una noche se olvidaría de las consecuencias. Mañana se preocuparía de pensar cómo mantendría a su abuelo.
Mina disminuyó la velocidad hasta ponerse al lado de Luna.
—Ha sido interesante. Nunca pensé que Beryl Queen se preocuparía tanto por perder una secretaria. Lo que quiere decir que desea algo que tú tienes.
Luna soltó una risotada que sonó rencorosa, pero no le importó.
—Tengo memorizadas las fórmulas de sus mejores perfumes.
Mina arqueó las cejas.
—¿Oh? Beryl Queen no me parece el tipo de jefe que permita que una secretaria tenga informaciones vitales.
La siguiente carcajada de Luna estaba llena de maliciosa alegría.
—Es que los creé yo.
Luna notó una súbita llama de satisfacción centelleando en los ojos de Mina.
Yaten esperaba fuera cerca de una limusina.
Artemis ayudó a Luna a entrar en el vehículo y se volvió hacia sus hijos.
—¿No os importará tomar un taxi, verdad? —dijo entrando en el coche sin esperar respuesta cerrando la puerta tras él.
  

PERFUME CALIENTE (FINALIZADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora