Hubo un clic audible cuando Luna cerró la boca.
—¿Qué?
—Cásate conmigo —la expresión de Artemis se hizo más intensa.
—Es una locura ¿por qué?
—Porque te quiero
—Nos hemos conocido hace algunas horas. No sabemos nada el uno del otro.
—Sé lo suficiente
Ella negó con la cabeza.
—No. Es imposible. No sabes nada de mí aparte de que soy una buena follada.
Gruñendo Artemis agarró los brazos de Luna y tembló suavemente.
—No te degrades así.
—No me dirás qué hacer. Y no me casaría contigo aunque fueses el último hombre sobre la tierra. —Moira se soltó.
—Pero yo no soy un hombre, amor —Artemis rió.
Luna cerró la boca antes de replicar lo que estaba a punto de decir. Si, loco con seguridad.
—¿No eres un hombre? Entonces qué piensas que eres —preguntó en tono incrédulo, —¿un vampiro? ¿Es por esto por lo que me has mordido en el cuello, no es así? Bien, tengo novedades para ti.
Los vampiros no existen salvo en las películas sensacionalistas de Hollywood y los shows de
televisión o libros de romance sin valor.
Artemis arqueó la cabeza y rió. La rabia de Luna finalmente venció y golpeó con su puño el
estómago de Artemis.
Él no se movió. El dolor explotó en el puño de Luna y atravesó su brazo.
Las lágrimas inundaron sus ojos cuando se tocó la mano magullada. Mierda, el abdomen de Artemis era más duro que algunas puertas con las que se había dado. Miró hacia arriba.
—¿Te has herido? —él estaba de nuevo mirándola.
—Sí, me he herido, loco —estalló Luna entre pestañeos para clarear sus ojos —pero tú
necesitas un médico más que yo si vas a continuar pensando que eres un vampiro.
—No soy un vampiro, amor, pero estaré feliz en presentarte uno si quieres. Hay algunos en los que confío.
Luna lanzó una mirada alrededor de la habitación. No parecía que fuese violento, pero obviamente no estaba bien de la cabeza. Ah, un armario. Debería haber algo allí que pudiese usar para irse.
—Sí, alguna otra vez puede ser —se apartó de él.
—No soy un vampiro, Luna —Artemis agarró su brazo suavemente —pero no soy
completamente humano tampoco.
Ella miró por encima de su hombro. Los ojos de él eran ahora del color de la niebla de la mañana. ¿Qué eran esas motitas doradas que continuaban apareciendo y desapareciendo en sus
ojos?
—¿Estás intentado decirme que eres un alienígena? ¿Por qué un alienígena vendría a la tierra a vender colonia?
Las fosas nasales de Artemis se abrieron y sus ojos se oscurecieron. Estaba empezando a ponerse furioso nuevamente.
Luma se mordió el labio inferior. Diablos chica ¿no puedes callarte cuando estás ganando? Él es mayor y más fuerte que tú.
—Tal vez sea mejor que te lo muestre —Artemis soltó su brazo y dio unos pasos atrás.
Luna pestañeó.
La figura de Artemis se estaba desvaneciendo.
Ella pestañeó nuevamente.
Un remolino de niebla ceniza lo había cercado. Los pantalones y calzoncillos rasgados que
Artemis estaba usando cayeron fuera de la niebla hacia el suelo. Entonces la niebla se fue y un
lustroso lobo ceniza se sentó ante ella.
Luna tragó y cerró los ojos. Cando los abrió el lobo aún estaba allí. Cerró los ojos nuevamente y los mantuvo cerrados.
—Diablos Artemis, ¿Qué truco estás haciendo ahora?
—Sin trucos Luna. Abre los ojos. Soy yo el que está frente a ti. Soy un hombre lobo.
Luna abrió los ojos.
El lobo se levantó, se estiró y caminó hacia ella.
Ella intentó correr pero sus pies se negaron a obedecerla.
Cuando el lobo la localizó, bajó la cabeza, que era de la altura de sus pechos hacia su mano.
—No soy una invención de tu imaginación, Luna. Soy de verdad. Me puedes tocar.
Involuntariamente, los dedos de Luna se enroscaron en el pelo blanco plateado de la cabeza del lobo, con la piel más suave y sedosa que cualquier perro. Ella tragó en seco. Las rodillas empezaron a temblarle y se encontró sentada, observando en el suelo la cara del lobo.
Él le lamió la mejilla con la lengua.
Luna pestañeó y empezó a temblar, lentamente al principio, después violentamente. Ella cerró
los ojos y se cogió la cabeza con las manos.
—Esto no es verdad. He sufrido un accidente de coche. Es eso. Estoy en una cama de hospital
en coma y soñando con todo esto. Es eso. Estoy en medio de una pesadilla.
La niebla plateada rodó nuevamente y Artemis se arrodilló delante de ella.
—No estás soñando Luna. Soy un hombre lobo y quiero que tú seas mi compañera.
El sonido de un reloj alcanzó las orejas de Luna. Tic tac, tic tac, tic tac. Lentamente, el sonido
del reloj disminuyó. La habitación se borró y todo se volvió negro. Con un suspiro Luna cayó lentamente al suelo.
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PERFUME CALIENTE (FINALIZADA)
Hombres LoboDesde la muerte de su compañera, Artemis no había deseado que otra mujer tomara su lugar. Entonces Luna, un ser humano, entró en su vida. Su olor a tierra pura, combinado con su perfume, lo seduce. ¿Por qué? ¿Por qué esta mujer? Una mujer de calor...