Primer obstáculo.

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Levantándose un poco, Artemis se colocó el pene dentro del estrecho pantalón, dobló los
restos del calzoncillo rasgado hacia adentro y cerró la cremallera, después se puso la camisa y la metió como mejor pudo dentro de los pantalones.
Los pechos de Luna rozaban su brazo, su hombre lobo interior exigía tomar el control.
Artemis controló su deseo con una férrea voluntad.
Luna estaba recostada en el asiento próximo a él con los ojos cerrados, su rostro mostraba una leve sonrisa. El pelo alborotado le caía sobre las mejillas y el cuello. Su v8estido todavía estaba subido hasta la cintura. Sus pezones estaban duros, y los rizos de su pubis parecían brillar con una
luz propia.
Artemis de movió para acomodar su erección. Si no salían del coche rápido, todo volvería a empezar de nuevo.
-Luna hemos llegado a casa.
Ella abrió los ojos y sonrió.
Una onda de posesividad le recorrió cuando la miró fijamente a los ojos. Casa. ¡Ella era suya!
Ningún otro hombre la tendría jamás.
Cuando Luna le miró a la cara, la niebla producida por los múltiples orgasmos desapareció de su mente.
-¿Casa? ¿Qué casa? -Creí que íbamos a salir a comer.
Ella se sentó, su trasero se hundió en los asientos de suave cuero. Dos trozos de tela de seda roja estaban a su lado, Artemis había rasgado sus bragas en dos.
También había rasgado la parte superior del vestido y el sujetador. Ningún hombre jamás habíanestado tan excitado por hacer el amor con ella.
Luna bajó la vista y el rubor cubrió sus mejillas. Sus senos estaban totalmente expuestos. Y lo ñque era peor, tenía el vestido alrededor de la cintura. Ella se lo bajó y se cubrió los pechos con las
manos.
-Ya he visto tus pechos, amor, los he besado y chupado. -Artemis rió.
Luna se puso todavía más colorada.
-Tal vez a ti no te importe, pero no pienso bajar del coche medio desnuda para que puedan echarme una mirada.
Sonriendo Artemis se quitó la chaqueta.
-Toma, ponte esto.
Sus duros y rosados pezones quedaron expuestos al aire fresco, al ponerse la chaqueta, él le ofreció la mano.
Tras ayudarla a salir, ella miró alrededor. Su rostro ardió cuando vio a un motorista mirándola asombrado.
¿Dios, no podía verse tan mal, o si?
Con la mano de él en su cintura, Artemis la guió hacia el vestíbulo ante ellos.
Una vez dentro de la casa, un hombre mayor los recibió.
-¿Quiere darme su chaqueta, señorita? -preguntó con voz sorprendida.
Luna volvió a ruborizarse. -Maldita sea, no me ruborizaba así desde mi primera visita al
ginecólogo.
-No, gracias, tengo algo de frio.
-Comprendo.
Tras ella Artemis rió.
-Esto es todo O, vete a la cama, es tarde.
-Pero el señor Yaten y la señorita Mina...
-Pueden cuidar de sí mismos, estás cansado, vete a la cama.
Los hombros de O se inclinaron un poco y asintió con la cabeza.
-Muy bien señor Artemis. ¿El desayuno a la hora de siempre? -preguntó mientras se
retiraba.
-Yo lo prepararé.
Momentáneamente O se detuvo girándose un poco, pero lo reconsideró y desapareció por el oscuro pasillo.
Luna miró a Artemis.
-¿Por qué todo el mundo me mira como si tuviera dos cabezas?
-Porque nunca antes he traído a una mujer conmigo a casa.
La mente de ella se aclaró. Era eso cierto.
-Tú eres viudo -entonces todo el significado de las palabras la golpeó.
-¿Nunca has traído a una mujer aquí?
-No he hecho el amor con una mujer desde que Myste murió. -Artemis se aproximó más.
Luna se quedó con la boca abierta y repitió.
-¿Tú no has tenido sexo desde que tu esposa murió? ¡Dios mío!
Artemis sonrió divertido.
-Dios no tuvo nada que ver con eso, nunca conocí a una mujer que me atrajera desde Myste.
Luna dio un paso atrás y tragó al ver la intensidad en los ojos de él.
-Ella tenía un nombre bonito.
-Ella era hermosa, más que cualquier mujer, hasta ahora -él asintió.
-¿Ahora?
-Al fin he encontrado una mujer que ocupará el lugar de Myste. -él sonrió cogiendo a Lunaben brazos y avanzando por el pasillo oscuro.
-¡Eh! -Luna chilló agarrándose a su cuello. -¿Dónde me llevas?
-A la cama.
-Pero estoy hambrienta.
-Comeremos después.
La boca de Artemis descendió sobre la suya. Luna dejó de pensar y simplemente disfrutó de las sensaciones físicas que recorrían su cuerpo.
Con la lengua bailando en la boca de Luna, Artemis atravesó rápidamente el pasillo en
penumbra hasta llegar a la puerta de su habitación que abrió de una patada y la cerró con un golpe de cadera. Finalmente Luna estaba en su cuarto, su santuario.
La chaqueta que llevaba puesta se había abierto y duros pezones tocaron el pecho de él. Los cortos suspiros y los gemidos de ella incendiaron su pasión.
Artemis inhaló, la mezcla de olores, el de excitación y la base de Acónito del perfume de ella
invadieron sus sentidos. El fuego explotó en su alma y el lobo en él tomó el control. La mujer en sus brazos estaba excitada y el instinto le pedía que la reclamase, que se aparease con ella antes de que otro macho lo hiciera.
Artemis deslizó los brazos bajo las piernas de ella, agarró su trasero y la empujó contra su
erección. La lengua de él se movió en la boca de ella, cuando sus besos se hicieron más exigentes y dominantes. Poniendo las manos en la cintura de Luna, agarró la prenda que llevaba y la rasgó en dos tirándola al suelo. Artemis le sacó por la cabeza los restos del vestido y cogió sus nalgas comenzando a apretarlas y acariciarlas, empujando un muslo entre sus piernas.
Levantando la cabeza Artemis miró su rostro ruborizado. Los labios de ella estaban hinchados por los besos, tenía la mirada perdida. Las manos de Luna abrieron con firmeza su camisa, comenzando a deslizar los dedos por el caliente tórax. Él se estremeció por la urgencia de
aparearse.
-Mía -susurró en su oído. -¡Eres mía! -Y enterrando el rostro en su cuello la mordió.
El sensual mordisco en el cuello sacó a Luna de la neblina de excitación en que se encontraba.
Un segundo mordisco más fuerte la hizo revolverse.
Retirándose de sus brazos se frotó el cuello.
-¡Eh! Eso ha dolido.
Artemis la agarró y masculló.
-Vuelve a mí.
-No, si vas a morderme de nuevo, no voy.
Los ojos de Artemis estaban oscuros, como el acero, cuando se aproximo más a ella.
-Luna, sométete.
¿Sométete? ¡Someterse! Luna se puso las manos en las caderas.
-¿Qué tipo de mierda masoquista es esa? ¡Escucha Artemis, estamos en el siglo veintiuno, las mujeres no se someten a los hombres!
-Mi mujer sí.
-¡Tu mujer! ¡No soy tu mujer! Hemos tenido un poco de sexo, pero eso no significa que te
pertenezca. ¡No pertenezco a ningún hombre y nunca lo haré!
Chispas doradas surgieron en los tempestuosos ojos de Artemis.
-Tú me perteneces desde el primer instante que te olí.
-¿Olerme? ¿Qué tipo de comentario loco es ese? Yo no apesto ¿Pero qué pasa contigo?
Las fosas nasales de Artemis se ensancharon.
-Tu olor es único, no hueles como las otras mujeres, y sé que el Acónito es la base de tu
perfume.
-Ahora sé que estás loco, me voy de aquí -se levantó rápidamente para apartarse de él.
Artemis cruzó los brazos sobre el pecho y sonrió altivamente.
-¿Desnuda?
Uniendo los lados del sujetador, Luna dio una patada en el suelo. Maldito. No podía irse así. Si no la detenían por atentado al pudor, algún loco intentaría violarla.
-Una de tus camisas me valdrá.
-No.
Luna chirrió los dientes.
-¿Qué no? Fuiste tú quien me arruinó el vestido, me lo debes.
Los blancos dientes de Artemis brillaban.
-Antes no lo echabas de menos.
Luna pataleó otra vez rompiendo el tacón de uno de los zapatos, lo que la hizo tambalearse.
Artemis llegó hasta ella antes de que cayera.
-Déjame ir. -bramó ella.
Conteniendo el deseo de lanzarla sobre su cama y poseerla, Artemis bajó las manos.
La negación de Luna a sus avances lo estaba poniendo furioso. Apenas podía dominar el impulso de obligarla. Los hombres lobos no violaban a sus compañeras. Luna era una luchadora, una hembra alfa por derecho, sería la compañera perfecta pero tendría que aceptarlo, y someterse libremente.
Luna se bamboleó de nuevo sujetándose a su camisa para recuperar el equilibrio.
El vestido se le abrió, dándole una buena vista de sus pechos.
-Necesitas ayuda? -él le sonrió.
-No, mierda. Solo consígueme algo de ropa y llama a un taxi.
Negando con la cabeza, Artemis continuó sonriendo y la enfrentó. Estaba a pocos metros y su aroma le rodeó.
Ella dio un paso con el zapato roto aun puesto.
-¡No te quedes ahí parado, idiota!
Artemis la contempló con intensidad.
-Cásate conmigo, Luna.
(Espero que les guste esta historia tanto como a mi) 7u7

PERFUME CALIENTE (FINALIZADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora