Primer Revelacion.

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Luna colocó la llave de reserva que normalmente estaba escondida en la falsa piedra cerca de la barandilla, en la mesa de la entrada. Con la prisa por salir de casa de Artemis ni siquiera se había traído su bolsa. Bueno, se podía quedar con ella. No pensaría que iba a ir a buscarla. Mirando a la
llave la cogió y se la puso en el bolsillo del pantalón de chándal que Mina le había dado y tomó la tarjeta que encontró. Era oscura con una línea plateada impresa rodeando a una cabeza de lobo y con el número telefónico de Artemis.
—¿Eres tú Luna?
—Soy yo, yayo, ¿Por qué no estás en la cama?
Suspirando fue a la sala de estar. Tal vez fuera bueno que no estuviera en la cama. Si alguien podía darle algún sentido a esta extraña historia que tenía que contar, era su abuelo.
Cuando entró en la sala, sus ojos automáticamente se fijaron en la silla de ruedas cercana a la chimenea. Estaba vacía.
—Estoy en el sofá, pequeña. Me cansé de esperarte de pie y me quedé dormido en el sofá.
Todavía no es media noche. Últimamente vienes o muy pronto o muy tarde.
Sentándose en el sofá, Luna se pasó los dedos por el pelo enredado, haciendo una mueca cuando encontró un nudo.
—Sin duda es muy tarde, yayo.
—¿Quieres hablar sobre ello?
Luna miró a su abuelo. Su cuerpo podía haberse marchitado con los años, pero todavía había una mente lúcida tras esos penetrantes ojos azules. No importaba cuan ocupado estuviera, siempre tenía tiempo para escuchar sus problemas y ofrecerle consejo. Luna sintió estremecerse
sus labios. Un consejo. Casi siempre había tenido que resolver sus asuntos sola. Ah bueno, era mejor coger al toro por los cuernos. La reacción del abuelo sería interesante.
—Anoche conocí a un hombre lobo.
Una sonrisa curvó los labios de él.
—¿De verdad? ¿Y tenia los dientes grandes?
—Dientes muy grandes.
—¿Intentó morderte?
Luna se frotó el cuello.
—¡El no intento morderme! ¡Me mordió!
La sonrisa del abuelo se tornó en un gesto ceñudo.
—¿Mordisquitos o verdaderos mordiscos?
Luna palpitó ante el recuerdo de Artemis dándole suaves besos y combinando con pinchazos más punzantes.
—Bueno, el realmente no me mordió. Quiero decir, no me hizo daño. Eran más pequeños
mordiscos. Sí, pellizcos agudos.
Él bajó la cabeza y la miró por encima de las gafas.
—¿Estabas teniendo sexo con él cuando te mordió?
El rostro de Luna se prendió fuego.
—¡Abuelo!
—Yo no me ando con rodeos, pequeña. ¿No es esa la ropa que llevabas antes, y cómo es que él
te dejó marchar?
—¿Dejarme ir? —Luna le miró —¿Quieres decir que me crees?
—Claro que sí. Todavía no te has casado con un humano, así que era cuestión de tiempo que
encontraras a uno de ellos o que uno de ellos te encontrara a ti. Siempre pensé que sería con uno de los Hadas, ya que tienes sangre de ellos. Además, estás usando ese perfume con Acónito durante los últimos meses. Era solo cuestión de tiempo que uno de ellos te encontrase.
—¿Encontrarme? —estalló ella.
—Sí, tu abuela era medio Hada sabes. Yo solo tengo un poco de sangre de hombre lobo de mi
bisabuelo. Tenía que ser el wolfsbane.
El corazón le retumbaba en las orejas.
—¿Tu bisabuelo?
—Sí, era del norte de Gales, había una aldea donde hombres lobo y humanos convivían, creo que ya no existe.
—¿Convivían? —respiró ruidosamente.
Su abuelo asintió con la cabeza y le sonrió.
Estupefacta, Luna observó al hombre que la había criado desde que tenía ocho años. ¿Sangre de Hada, sangre de hombre lobo? ¿De qué hablaba?
Un tronco crepitó reluciendo en la chimenea.
Luna dio un salto y se plantó frente a su abuelo.
—Seamus Patrick , ¿Te has vuelto loco? ¿Te has golpeado la cabeza?
Seamus (yayo) la miró con una sonrisa suave.
—No, Luna no estoy loco y tampoco me he caído. Todo lo que te cuento es la verdad. Las
Hadas, hombres lobo, duendes y muchos más existen, y hacen todo lo que pueden para mezclarse con los humanos normales.
—¿Por qué no me has hablado de ello antes?
—¿Me hubieras creído?
—No, nadie lo hubiera hecho. —Luna se puso en pie.
—Exactamente, ahora ¿Cómo se llama tu hombre lobo?
—¡No es mi hombre lobo! —Luna bufó.
Seamus se inclinó hacia adelante y golpeó levemente su rodilla.
—Me temo que él es tuyo, pequeña, y tú eres de él.
El “mía” de Artemis hizo eco en su mente.
—¿Qué quieres decir?
Seamus suspiró y se apoyó en el sofá.
—Los hombres lobo son como lobos, se emparejan por el resto de su vida a menos que sus
compañeros mueran jóvenes.
—La de él murió —Luna tragó.
Seamus asintió.
—Un macho maduro, que se ha emparejado antes, entonces él no tiene ninguna duda sobre ti.
—¿Qué quieres decir, con ninguna duda?
—Hasta que te vio, seguramente no se había fijado en ninguna otra mujer -humana o loba.
Él se emparejó una vez, por lo que pensó sería el resto de su vida. Ella lo era todo para él. Los hombres lobo son así, completamente fieles a sus compañeros aunque éste muera. Yo tengo la suficiente sangre de ellos para saber que nunca desearía a otra mujer, después de que tu abuela
murió. Tú probablemente fuiste una sorpresa para él, así como él lo fue para ti.
Unos tormentosos ojos grises aparecieron en su mente.
Yo no he hecho el amor con una mujer desde que Myste murió.
—¿Luna? ¿Luna?
La voz del abuelo la sacó de sus pensamientos.
—¿Dime?
La voz de él fue mucho más suave.
—¿En cuanto a ti, qué?
—¿Qué quieres decir?
—¿Qué sientes por él?
Luna se levantó y comenzó a andar.
—¿Qué siento por él? Ni siquiera le conocía hace veinticuatro horas ¿Cómo puedo sentir algo por él?
—Algo tuviste que sentir para hacer el amor con él.
—¿Por qué?
—Luna nunca me he metido en tu vida privada, pero los hombres que te han visitado han sido pocos y cada mucho tiempo. Y no te fuiste a la cama en la misma noche con ninguno de los que me presentaste. Te conozco bien. Este hombre lobo es diferente y lo sabes. Será mejor que lo reconozcas y no luches contra su propia naturaleza.
—¿Y qué sabes tú de eso?
Seamus rió.
—Mi padre no me habló sobre nuestra sangre de hombre lobo hasta que cierta medio hada
vino flotando sobre la casa. Parece que las hadas y los lobos no se llevan bien. Él no quería que volviese a verla.
—Pero te casaste con la abuela —ella se sentó en el sofá junto a él.
—Sí, me casé, después de casi un año de verdadera miseria.
Mi alma sabía que ella era la
adecuada para mí, y sufrí cada día que estuve alejado de ella. Y no quiero que tú cometas el mismo error.
—Pero yayo, ni siquiera conozco a Artemis.
—¿Artemis? ¿Artemis Chiba, el de la colonia para hombres?
Luna dijo sí con la cabeza.
—Bueno, quien hubiera pensado que era un hombre lobo. —Golpeó nuevamente su rodilla.—No luches contra tus instintos, Luna. Ellos no te engañan, si él es tu verdadero compañero, tu corazón lo sabrá.
Luna levantó la cabeza suspirando. Ella había sido de Artemis nada más oler la colonia que le preparó. Cuando le vio la primera vez, el deseo de conocerle se había vuelto más fuerte. Cuando la
tocó, no quería que la dejara marcharse.
Seamus acarició suavemente su rodilla.
La miró.
El brilló de sus ojos era imposible de ignorar.
—¿Qué?
—No importa con qué frecuencia tu abuela se sometió a mí, ella me tenía dominado como si fuera un toro con una argolla en la nariz. Para una mujer lobo, la sumisión solo es la aceptación de un compañero, nada más. Tú necesitas un compañero fuerte Luna, alguien cuyo espíritu sea tan fuerte como el tuyo, independientemente de que sea humano o lobo. Eres una mujer fuerte, una alfa. Si él no fuera lo suficientemente fuerte para ti, no pensarías en él dos veces.
Luna de irguió.
—Necesito pensar, abuelo. Todo esto es tan… extraño.
—Ve a la cama y consulta con la almohada. Te sentirás mejor por la mañana.
—¿Necesitas algo?
Seamus dijo que no.
—Vete a dormir pequeña, me puedo ir a la cama solo.
La adrenalina que abastecía la cólera que hizo a Luna abandonar la casa, se había desvanecido.
Su cabeza estaba dándole vueltas a todo lo que el abuelo le había contado y estaba exhausta.
Una voz insidiosa en su cabeza le susurró, “sexo maravilloso es lo que tuvo contigo”
Luna se agachó y besó la cabeza del abuelo. Realmente necesitaba dormir un poco. Podía preocuparse por todo mañana.
—¿No me importa lo que tenga que hacer, pero la quiero en esta dirección mañana,
entendieron?
El hombre calvo miró a su compañero y asintió.
—Aquí es donde vive con su abuelo. Él está postrado en una silla de ruedas. Tengo la seguridad que ella los amenazará, pero no le hagan daño —o ella no cooperará.
Otro asentimiento.
—Bueno, no se queden parados, les estoy pagando muy bien. Tráiganmela.
Los hombres se giraron y salieron silenciosamente por la puerta.
Beryl Queen tocó sus bien peinados cabellos y sonrió. Luna permanecería en Dark Moon de una manera o de otra, le gustara o no. Ella era un genio con las fórmulas de los
perfumes, era mejor que cualquiera de los reputados químicos que trabajaban para la compañía, y Beryl no iba a perderla a favor de un rival. Cuando Luna comprendiera —mínimamente —la verdadera condición en que se encontraba su abuelo cooperaria.

PERFUME CALIENTE (FINALIZADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora