Secuestro.

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Bostezando, Luna apretó más el cinturón de seda y tropezó en la cocina mientras seguía el
aroma del café fresco que se estaba preparando. Gracias a Dios que su abuelo había puesto el automático, porque ella necesitaba realmente cafeína. Retirando la taza del armario, la colocó en la cafetera y la llenó hasta el borde. Nada de leche el día de hoy. Necesitaba café puro.
Con la taza entre las manos, se hundió en una silla junto a la mesa de la cocina. Tomó un trago de café caliente e hizo una mueca. Estaba más fuerte de lo habitual, pero el gusto amargo la hizo despertar. La cafeína le daría la energía que necesitaba para pasar la mañana de cualquier manera.
Dios lo sabía, ella no había dormido nada ayer por la noche. Todo lo que había hecho en la cama fue dar vueltas y pensar en Artemis.
Diablos, ¿Qué debía hacer? Además de ser un hombre lobo, ella apenas lo conocía. ¿Cómo
podría aceptar casarse con un hombre al que no conocía?
Del lado de fuera de la ventana abierta de la cocina, un pájaro empezó a cantar.
—Oh, cállate. ¿Por qué demonios tienes que cantar?
—Chica, ¿es ésta la manera de hablar en una tan hermosa mañana de mayo? —preguntó
Seamus mientras cerraba la puerta de cristal del patio de atrás de la casa. — El sol está brillando, las flores se abren y el amor está en el aire.
—Cuando quiera tu opinión te la daré —Luna hizo una mueca a su abuelo.
—Ya me la pediste ayer por la noche. —Sonrió —¿No vas a decirme ahora que eso no es cosa mía?
Sonriendo a pesar de no querer hacerlo, Luna movió la cabeza. Su abuelo siempre sabía qué
decir para hacerla reír.
—¿Quieres café? —se levantó y fue a la cafetera.
El sonido de cristales rotos le respondió.
Luna se volvió para encontrar el cristal roto en la puerta de la entrada brillando en el suelo y
un Linebacker enorme que usaba máscara negra y apuntaba con un arma a la cabeza de su abuelo. Otro hombre mayor que el primero, también con máscara, se quedó tras él, con la vista entre ella y el quicio de la puerta.
—¿Qué quieren? Por favor, no lo hieran. Puedo darles todo el dinero que tenemos en casa.
El hombre del arma balanceó la cabeza con una negativa.
—No queremos su dinero señora. Vinimos aquí por usted. —Le apuntó con un arma. -Vamos.
—No voy a ningún lugar con ustedes. —Luna se estiró y mostró su altura de 1,70
—Si no coopera le romperé los dedos al viejo —el hombre grande se encogió de hombros.
Las rodillas de Luna se ablandaron cuando todo el valor se fue de su cuerpo. Si no cooperaba, herirían a su abuelo. ¿Quién la quería? ¿Por qué?
—No vayas con ellos Luna —Dijo Seamus.
Le acercaron el arma a la cabeza.
—No digas una palabra viejo. El jefe la quiere y el jefe la va a tener.
Ella se envaró. Solo una persona la quería tanto como para esto. Hijo de puta.
—Bien, entonces —gruñó ella y apuntó con un dedo al hombre con el arma. —vamos. Pero entiéndeme claramente, si tocas un solo cabello de mi abuelo lo lamentarás hasta el día de tu
muerte. No estoy jugando. No tenía miedo de tu jefe ayer por la noche y no le temo ahora.
—Sí, tiemblo de miedo —el secuestrador se fue. —vamos ahora.
Empujando una silla fuera del su camino, Luna anduvo por la cocina y pasó con los dos
hombres hasta el jardín. Si Artemis Chiba pensaba que podía tenerla amenazándola, estaba muy equivocado. Cuando acabase con él, se arrepentiría del día en que la había conocido.
—No llames a la policía, viejo, en caso de que quieras verla viva nuevamente.
Con estas palabras, los dos hombres dieron la vuelta y siguieron a Luna fuera de la casa.
Seamus giró la silla de ruedas y se fue al vestíbulo. En la mesa del corredor encontró la llave de qreserva donde Luna la había dejado. Cerca de ella una tarjeta de visita que no había notado antes de ir a la cama ayer por la noche. Una tarjeta negra con tinta plateada. Tenía que ser el número de teléfono de la casa de Artemis Chiba.
Luna pensó que estaba detrás del secuestro, pero todo lo que Seamus sabía sobre hombres
lobo le decía que Artemis vendría él mismo a buscarla, no enviaría lacayos.
Cogió el teléfono y marcó. Tocó solo dos veces.
—¿Luna?
—No, soy su abuelo. Si usted no la ha secuestrado, ella está en peligro.
Un poco de preocupación en el corazón de Seamus se alivió cuando del otro lado se cortó la
línea. Solo un bobo pondría las manos encima de la compañera de un hombre lobo.
Exactamente veintiocho minutos después, la puerta del frente se abrió con estruendo. El yeso se esparció por el suelo cuando la puerta batió en la pared y se quedó allí. La manilla se enterró hcompletamente en la pared.
Seamus, en la silla de ruedas salió del camino, cuando el hombre que él presumió era Artemis Chiba entró en el vestíbulo.
—¿Por dónde se fue? —ladró
Seamus apartó la silla de ruedas. La mirada negra en la cara de Artemis no presagiaba nada bueno para los hombres que se habían llevado a Luna.
—Por la cocina. Pasaron por el jardín. Probablemente tenían un coche esperándoles.
—La encontraré —gruñó, y dejó atrás a Seamus. Una versión más joven de Artemis los siguió.
Ambos desaparecieron por la puerta de la cocina. Seamus oyó ruido de cristal y después todo
se quedó silencioso.
—No parece muy trastornado para un hombre cuya nieta ha sido secuestrada hace poco
tiempo.
Seamus volvió su atención a la puerta y sonrió a la bonita chica que estaba parada allí.
—Entra en mi casa y se bienvenida. Soy Seamus ¿y tú?
—Siento la falta de cortesía de papá —ella sacó la puerta de la pared —Soy Mina. Ahora, ¿Por
qué no está preocupado?
Seamus movió la cabeza hacia el agujero de la pared.

—Quien se llevó a Luna la desea viva, entonces, ella está bien. Con tu padre tan furioso como está, yo temería por los dos locos que se la llevaron si me inclinara a preocuparme por ellos.
—Es por esto por lo que Yaten lo siguió.
—¿Yaten se fue con él, para controlar el daño —Mina movió la cabeza —cuando mi padre
descubra quien planeó el secuestro, alguien tendrá que impedir que mate al idiota.
—¿Yaten es tu hermano?
—Sí.
—Bien, entonces no me tengo que preocupar, ¿no es cierto? —dijo Seamus con una sonrisa.
Mina miró los ojos azul brillante del viejo en su silla frente a ella. El tenía una mente afilada en el cuerpo inútil, una mente que veía mucho más de lo que la mayoría de las personas percibía.
—¿Quién cree que está detrás del secuestro?
—Aquella vieja bruja —Seamus se encogió de hombros —Beryl Queen. Sin Luna "Dark Moon"
Perfumes no es nada. Cuando el viejo señor Queen murió, Beryl despidió a todos los químicos que habían estado allí el tiempo suficiente para llamarla Beryl. Su pericia se fue con ellos.
Mina sonrió.
—Puedo apostar que usted tenía el hábito de llamar a la señorita Queen, Beryl en su cara.
Seamus devolvió la sonrisa.
—Era una criatura malcriada. Siempre metiendo la nariz donde no la llamaban, cuando su padre la traía al laboratorio. Más de una vez le dije que debía colocarla en sus rodillas y darle la zurra que se merecía. Nunca siguió mi consejo.
Colocando las manos en las caderas, Mina se rió y levantó la cabeza. Sus fosas nasales
llamearon cuando ella inhaló.
—Pienso que hay más sobre usted de lo que alguien creería, Seamus O´Brien.
Los ojos de Seamus brillaron cuando se inclinó hacia adelante y le cogió la mano.
—Entra Mina Chiba y siéntete en tu casa. El café está preparado y puedo hacer un poco de té si quieres. Entonces puedo contarte la historia de una pequeña aldea en el salvaje norte de Gales donde alguna de las mejores pomadas y tinturas de flores fueron creadas mientras los lobos aullaban a la luna.

PERFUME CALIENTE (FINALIZADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora