20. Jardines Sombríos

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El viento golpea con fuerza su rostro haciéndolo cerrar los ojos al instante. Mechones castaños y emplumados vuelan en el aire alborotando aún más su melena, sus ojos cirulos tan oscuros como el cielo mismo sobre su cabeza con pupilas ligeramente dilatadas, sus cejas arqueadas, fruncidas. Y sus pómulos altos, mejillas hundidas a la vez que inhala fuerte y profundo el cigarrillo en sus labios.

Frente a él el Hortus Botanicus le sonríe, pétalo por pétalo cerrados conforme los últimos rayos del astro rey se despiden y hay una mezcla de cálidos y fríos que Louis por un momento se queda allí, con la vista perdida en aquel espectáculo.

Es como aquella magia de las luciérnagas, él juntaba las palmas y al instante dejaban de emitir luz. Él cerraba los ojos y aquel paisaje lleno de vida y color parecía entrar en un trance, como si necesitara descasar de tal espectáculo diario.

Louis se pregunta si aquello no resultaba ser agotador, ser tan maravilloso y esplendoroso por tanto tiempo.

Luego, todo es un poco demasiado sombrío, demasiado frio, demasiado nostálgico, demasiado atrapante y forzado. Como si aquel paisaje solo fuese la secuela de lo verdaderamente hermoso.

No es un cuadro de Monet, pero él prefiere indudablemente aquella sombría belleza real.

Más allá del jardín hay un parque, pequeñas figuras correteando de un lado a otro, perdiéndose entre las sombras del ocaso temprano, colores ocres bañando sus rostros de querubines, con la inocencia de no saber lo que les depara el mañana, sin saber si algún día van a ser unos grandes abogados, un gran médico, una cantante, o tal vez un montón de huesos secos al otro lado de la calle, en un lujoso hotel fumando un cigarrillo con olor espeso a sexo impregnado en su piel.

Ellos no lo saben, él desearía no saberlo.

Su celular vibra sobre su pierna y Louis retiene una inhalación que hace que sus pulmones se llenen aún mas de aquel toxico humo que tiene que toser unas cuantas veces para no sentirse ahogado. La sensación aún queda, como si su garganta fuese obstruida y él sabe que no se debe al cigarrillo.

-Hola-. Él responde finalmente, manos temblorosas y está agradecido de que su voz suene normal, no como si la culpa se filtrara en cada tono.

-Hola amor ¿Llegaste bien?-. Dice la voz del otro lado un tono alegre comparándose a los tulipanes creciendo en el jardín a sus pies. Louis siente que podría ahogarse allí mismo, en el lago al otro lado de la calle.

-Lo hice amor, todo bien-. A él le cuesta decir esas palabras, porque por supuesto nada está bien y tampoco cree que lo esté en un tiempo cercano.

-Deberías descansar amor, ¿Qué horas es allá? ¿Las tres?

Eran las dos realmente, su vuelo había llegado un poco antes de lo establecido.

-Me acostare en un rato bebé-. Dijo en voz baja, jugando con un hilo suelto en su bóxer. Recuerda que debe darse una ducha y el malestar del porque le hace revolver el estómago-. Cuéntame sobre tú día ¿vale?

Y Harry se lanza en un largo monologo acerca de su salida con Niall, de cómo su profesor de diseño lo había felicitado por sus últimas fotografías, de cómo la campaña en la que trabajaba junto a otros compañeros iba creciendo cada vez más, de lo feliz que le hacía buscar una nueva casa para ambos.

Harry era un bola exuberante de luz y vida, su pequeño gran sol personal.

Louis se lo podría imaginar, sentado en el alfeizar de la ventana, aquella en la cocina porque "Tiene a mejor vista de los patos en el arroyo" un libro que estaba leyendo descansado en una de sus piernas dobladas al estilo mariposa, papeles y lápices a sus pies junto a la liga que tiraba y encogía entre sus dedos cada vez que estaba entrando en estrés, una taza de café humeante con un poco de vainilla y si tenía muchos deberes un poco de Coca-Cola para mantenerse despierto. Y estaría usando una camiseta blanca, aquellas de las que compartía con Louis porque este amaba el olor impregnado en ellas.

Ex On The Beach - Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora