—¡Ya llegué!— exclamó Leandro al ingresar a su casa, era una modesta construcción que compartía con su madre. Bianca era una mujer en la segunda mitad de sus cuarenta, que gustaba de cuidar su jardín en sus días libres, o después de un ajetreado día en la oficina de contaduría de la empresa para la cual laboraba.
Ella salió de la cocina y le sonrió antes de anunciar, —bienvenido, cariño, ya está listo el almuerzo, ve a lavarte.
Leandro no esperó a que se lo repitieran, de inmediato hizo lo mandado y, menos de cinco minutos después, estuvo en la sencilla mesa del comedor.
—¿Cómo te fue hoy en la academia?— inquirió Bianca, mientras observaba la rapidez con la que su hijo cortaba un trozo de carne, el chico parecía estar siempre hambriento, y lo entendía, los arduos ensayos eran desgastantes.
—Excelente, Jelena es una maravillosa compañera— él le había compartido la noticia sobre el cambio de papeles con Erick.
—No puedo esperar a ver el musical; créeme, me ha costado bastante no ir a tus ensayos— dijo emocionada.
—Robmmt nolom permitiram— al ver el cambio de expresión a uno de duda en el rostro de la mujer, Leandro tragó lo que tenía en la boca y repitió, —Robert no lo permitirá.
—Ah, pero sólo iría por ti, no soy una espía o eso que él dice.
Lo cierto era que el coreógrafo era algo extravagante, extraño, paranoico y celoso con su trabajo.
La comida transcurrió con un par de elogios más por parte de Bianca y luego, fue hora de prepararse para su trabajo de medio tiempo. Por las mañanas, Leandro se dedicaba a la danza, sus ensayos eran desde muy temprano hasta el mediodía; ya por las tardes, y algunos fines de semana, trabajaba en una empresa de mensajería, el área geográfica que la compañía le tenía asignada era una muy tranquila, así que prefería repartir las cartas y sobres en su bicicleta, la cual tenía adaptada una canasta mediana al frente y una un poco más grande en la parte trasera, para cuando fuera necesario llevar algunos paquetes.
Mientras se vestía, observó la hoja de papel sobre la mesita de noche, esa que tenía el número de Lisa. En los últimos días había estado tratando de ignorar el asunto de la llegada de Gabriel, a pesar de que Jelena no perdía la oportunidad para preguntarle por él: descripción física y rasgos personales, gustos generales, y qué estaba esperando para llamar a Lisa; porque, según la bailarina, Leandro debía "cerrar el ciclo", tal vez verle de nuevo para comprobar que ya no le gustaba y que sólo fue su amor platónico.
Leandro terminó de abotonarse los pantalones, se colocó la playera de manga larga y suspiró.
¿Debería llamarle? Es decir, no se había visto en tres años. La llegada de un antiguo compañero y amigo del colegio era buena razón para reunirse, pero... ¿Y si no era bienvenido? Nunca fue muy cercano a Lisa.
Lanzó un suspiro más y se dirigió al armario, no iba a arriesgarse a pescar un resfriado, así que se colocó su abrigo. Volvió a mirar la mesita de noche, la hoja en específico; prestó atención a su reloj y vio que aún tenía algo de tiempo.
¿Qué más tenía que perder? Sino era bienvenido a la reunión entonces Lisa no le habría dado su número, ¿o sí?
Tomó su teléfono móvil y el papel, marcó los números que destacaban en tinta azul y esperó.
—¿Sí?— reconoció la voz de la mujer de inmediato.
—¿Lisa?
—¿Quién habla?— claro, él no le había dado su número.
—Soy yo, Leandro.
—¡Oh, claro! — notó su entusiasmo, —llamas para lo de la reunión, ¿verdad?
—Sí, dijiste que sería esta semana— explicó, se habían encontrado a la mitad de la semana pasada y ya era jueves de nuevo.
—Gabriel llega el domingo al mediodía, ha accedido a que Solei vaya por él al aeropuerto, mientras los demás nos encargaremos de los preparativos, será en mi casa, algo sencillo. ¿Qué dices? ¿Vendrás?
Sorpresivamente ese fin de semana no trabajaría como mensajero, así que no había inconveniente.
—Está bien, cuenten conmigo.
—¡Perfecto! ¿Este es tu número? Te mando por la noche los detalles y la dirección.
—Sí, este es.
Se sentía un poco incómodo contestando con frases cortas, pero la verborrea de Lisa siempre le cohibió ligeramente.
—Bien, entonces estamos en contacto. Adiós.
Y colgó.
Leandro alejó el móvil de su oreja y se encaminó a la salida de su habitación; esperaba tener varios paquetes por entregar esa tarde, de esa manera no pensaría en lo que acababa de hacer ni daría tiempo ni oportunidad a que el arrepentimiento le invadiera.
.
—¡Eso es!— le felicitó Jelena cuando escuchó lo que su amigo había hecho la tarde anterior, —fue una excelente decisión hacer esa llamada: cierra ese capítulo de tu vida. Y no digas que no es necesario hacerlo, porque de ser así no te habría preocupado su regreso y nunca habríamos tenido siquiera esta charla— le interrumpió ella cuando vio la clara intención de Leandro por debatirle.
—Sólo será una reunión, estarán más personas allí, nada en especial— dijo Leandro encogiéndose de hombros, mientras ataba sus zapatillas, preparándose para iniciar el ensayo.
—Eso es, primor, convéncete de ello; porque a mí, no me engañas— Jelena guiñó el ojo divertida.
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NOTAS: Gracias por leer, espero no sea aburrida esta historia (en comparación con las que tengo de ficción, fantasía y eso). ¡Ay! Como dije antes, en el video de arriba (medio visual) les comparto cómo es Leandro en mi mente (Gentlewomen, Jolin Tsai).

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[ || ] Invierno
Подростковая литератураLeandro vive con el recuerdo de un viejo amor y siempre se recrimina no haberle dicho sus sentimientos; años después, ahora con un musical en puerta, vuelven a encontrarse y descubre que aún siente algo por él. Su compañera de danza, Jelena, le reco...