Reencuentro.

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La casa de Lisa era bastante bonita, con un césped bien cuidado en la entrada y el acceso empedrado. El lugar no estaba muy lejos de la zona en la cual repartía la mensajería, así que Leandro había ido en su bicicleta.

Tocó el timbre y pronto Manolo estuvo en la reja, saludándole con bastante entusiasmo. En el colegio, Manolo se destacó por su activa participación en grupos deportivos, ahora parecía mucho mayor, probablemente debido a que se había dejado crecer la barba y el bigote.

No tuvo que ser un genio para darse cuenta de que Manolo era la pareja actual de Lisa y padre de la criatura.

—¿Me ayudas a sacar la lasagna del horno?— indagó Lisa cuando Leandro estaba a mitad de su labor que consistía en sacar las copas del estante, él había llevado un par de botellas de vino. El chico asintió y se acercó al horno.

—Es la receta secreta de mi madre— dijo ella como manera de iniciar una charla, —aunque ya no es tan secreta, mi hermana se la dio a su cuñada.

Él sólo sonrió con simpatía al oírle y colocarse los guantes térmicos que ella le extendió.

—¿Sucede algo?— preguntó Lisa dando un paso hacia atrás, otorgándole espacio para maniobrar con el recipiente caliente, apoyando una mano en su cadera; la vez pasada se habían reencontrado en una cafetería y, por el clima, la chica llevaba un abrigo grueso, ahora su abdomen era evidente. —¿No estás cómodo? El otro día te veías más animado y hablador, cuando estabas con Jelena.

—Sí, no. Digo, no sucede nada, y sí, estoy cómodo— colocó la lasagna sobre la base de madera que ella previamente había preparado; no quería ser tachado de descortés en una reunión a la que había sido invitado.

Lisa sonrió, —siempre fuiste muy callado, no pensé que lo siguieras siendo.

—No éramos precisamente los mejores amigos— dijo, pero cuidando de no sonar grosero, más bien como un intento de explicación.

—No, no lo éramos. Más bien siempre era Gabriel y tú, por un lado; Yanni, Solei y yo por otro, y Manolo en algún equipo deportivo— remembró y lanzó un suspiro, —pero las cosas cambian.

—Sí, quién iba a decir que Manolo y tú terminarían juntos.

Lisa asintió y ensanchó su sonrisa, —así es.

—¡Ya llegaron!— Yanni asomó la cabeza por el umbral que daba al comedor, antes se encontraba situando los cubremanteles y platos.

Casi de inmediato, Manolo entró por la puerta trasera, ya que se encontraba en el patio asegurándose que los perros tuvieran suficiente agua y comida, y cruzó por toda la casa para ir él mismo a abrir la reja principal, mientras Solei aparcaba su auto compacto en la entrada. Lisa y Leandro salieron de la cocina y siguieron a Manolo, entonces el bailarín miró la mesa, Yanni se había esmerado bastante, pero algo no cuadraba: allí había siete lugares, no seis.

Lisa, Manolo, Yanni, Solei, Leandro y Gabriel; tal vez Solei había llevado a un acompañante... o tal vez no.

Gabriel de por sí era alto, pero con esos jeans entubados de color negro sus piernas lucían mucho más largas, tenía una chamarra café de imitación piel y el cabello corto y bien arreglado, se notaba que las gafas de sol eran de una marca nada económica.

—Había un tráfico de los mil demonios, tuve que tomar otra vía hacia el aeropuerto— explicó Solei al bajar también del auto, —el camino de regreso estuvo mejor.

Detrás de Gabriel, como pasajero, bajó otra persona, un sujeto aún más alto que el primero, de piel morena, pero ojos claros.

—Por lo que me ha dicho Gabe, en general, esta ciudad es bastante tranquila— dijo el desconocido.

—Y no creo que hay cambiado mucho— debatió Gabriel.

—¡Oh, Leandro!— Solei cruzó con velocidad, desde la reja hasta la puerta principal y abrazó a manera de saludo efusivo al bailarín. Ella, a diferencia de los otros tres no le había visto hasta ese entonces, puesto que había ido directo al aeropuerto.

—Ey, Sol—, sonrió y correspondió al gesto. De las tres amigas: Lisa, Yanni y Solei, la última era con quien congeniaba mejor; su personalidad tenía cierta similitud a la de Jelena, pero más ruda y su vocabulario a veces mucho más tosco.

—Vaya, hombre; te pusiste bueno— le dijo, separándose y tocando sus bíceps, evidentemente había sentido su firmeza ante el saludo, porque su ropa no dejaba nada a la vista.

Leandro rio un poco, nervioso, por tener todas las miradas encima.

—¡Pero no se queden allí!— intervino casi al instante Lisa, —adelante, pasen; están en su casa.

Y es que los dos muchachos habían permanecido más cerca de la reja que de la puerta principal.

Gabriel le sonrió a la anfitriona y en su trayecto al interior le abrazó también, saludándola, y presentando al chico que venía con él.

—Él es Roger— dijo.

Hi, everybody— levantó la palma de la mano derecha, sonriendo y mirando a todos y cada uno.

—Ellos son— continuó Gabriel, —Lisa y Manolo, Yanni y... Leandro— evidentemente a Solei ya la había presentado antes.

El bailarín pudojurar que el contacto visual que le ofreció Gabriel fue más corto que el que lededicó a los demás al mencionar su nombre, pero prefirió convencerse de que erasólo su imaginación.   

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