Capítulo 3.

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Julia.
No sé cuánto ha pasado. Me levanto como puedo, me duele mucho el costado derecho y la cara.

Mis pies se dirigen solos al baño. Veo mi cara, grandes marcas negras de rímel bajo los ojos, supongo que he llorado sin darme cuenta.

Y lo más notorio, el labio partido y un gran moratón que se va formando en la mandíbula.
Ahora mismo es una gran mancha rojiza, creo que con algo de maquillaje puedo disimularlo, el problema es que con los días irá cambiando a un tono más morado y me costará más disimularlo.

Lavo mi cara con mucho dolor, me cuesta inclinarme al lavabo. Una vez hecho, me maquillo como antes, pero con mucho más cuidado en la mandíbula, intento pintarme los labios un poco rojos, sin llegar a la herida, igual así se disimula un poco ese feo color que tengo ahora.

Miro el reloj, voy tarde, se supone que sería un buen día, un día de cambios, de cambios buenos.

Decido no mirarme el costado, ya voy demasiado tarde, lo sé, aunque mi cabeza no funcione bien aún, creo que me he bloqueado. Me cuesta asimilar lo que ha pasado. O más bien me niego a creerlo. No puede haber llegado a tanto.

Salgo de casa. Soy un zombie. Me riño mentalmente. No puedo bloquearme, necesito llegar al trabajo, me inventaré cualquier excusa para justificar mi retraso. No puedo dejar que la situación me supere más.

Aunque mi cabeza sigue algo pérdida, me dirijo al trabajo. No está tan lejos de casa así que no me costará llegar.

Voy intentando desenredar mi mente cuando escucho la bocina de un coche repetidas veces, cada vez más cerca. Me giro y me doy cuenta de que estoy cruzando la calle, no me había dado cuenta. Un coche frena bruscamente justo a unos metros de mí. Mi cabeza no es capaz de asimilarlo. No hubiese sido capaz de moverme.

Un hombre de unos 50 años baja apresuradamente del coche, veo en su mirada susto y preocupación.

-Señorita, ¿Se encuentra bien? - ¿Me encuentro bien? No, no me encuentro nada bien. - Ha cruzado de la nada, debería de tener más cuidado.

No soy capaz de hablar, creo que en parte por vergüenza. Asiento varias veces.
El hombre no para de mirar hacia el coche y hacia mí. Parece que teme algo.

No voy a denunciar, ha sido culpa mía si es lo que le preocupa. Y si piensa denunciarme, pues está en todo su derecho.

Me giro para irme cuando siento un gran portazo, del coche sale un hombre trajeado, con la mandíbula tensa, ahora sé lo que temía este señor.

-¡¿Acaso está loca?! - grita en cuanto me tiene delante. No le culpo, casi les causo un accidente. Sigo sin poder hablar. Soy una tonta.

Mira hacia el señor mayor como si pensara que estoy loca. Ahora mismo ni yo lo sé.

-¿Piensa hablar? Casi hace que suframos un accidente , ¿Es consciente de lo que podía haber pasado? - está jodidamente enfadado y mi actitud no ayuda mucho. Al ver que no respondo, me zarandea de los hombros y grita- ¡Responde!

Mi cabeza viaja a mi apartamento, viaja a mi discusión con Mario, a sus gritos, a sus golpes.

Y por fin reacciono, siento miedo, siento ganas de huir. Pero en vez de eso, mi cabeza me abandona. Comienzo a verlo todo negro, poco a poco, quiero hablar pero no puedo, quiero moverme pero mi cuerpo no me hace caso, el último sentido que me abandona es mi oído, sintiendo gritos y más gritos. Hasta que no siento nada más.

Flores para Julia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora