Capítulo 7.

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Julia.
3 días más tarde.

Me he pasado los últimos días, suplicando, llorando y escondiéndome de Mario.

Tres días en los que no me ha dejado salir de casa y si lo intentaba al menos, me llevaba un jalón de pelo o una bofetada.
Hoy he conseguido que me deje ir a trabajar, porque mi padre ha llamado varias veces a casa.

Intento elegir un conjunto que no deje ver ninguna de mis marcas, Mario se ha tomado muy en serio el golpearme evitando que la gente lo note, pero no quiero arriesgarme.

Intento elegir un conjunto que no deje ver ninguna de mis marcas, Mario se ha tomado muy en serio el golpearme evitando que la gente lo note, pero no quiero arriesgarme

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Al llegar a la empresa, todo son cuchicheos, supongo que se habrán enterado del percance que tuve el otro día.
Subo hasta la planta donde está la oficina de mi padre y me dirijo al escritorio de Susan.

- Hola Susan - ella es la secretaria de mi padre, es como una tía para mí, mi madre y ella son amigas desde hace mucho tiempo - ¿Está mi padre en su oficina?

- Sí cariño, pero está reunido - su cara me indica que es una reunión seria así que decido ir a mi oficina, más tarde volveré.

- Por favor, dile que me he incorporado al trabajo, cuando acabe la reunión - mis ánimos están por los suelos y necesitaba abrazar a mi padre.

Decido ir a mi oficina y ponerme al día con todo el trabajo que tengo atrasado, me dirijo al ascensor, porque mi oficina está en otra planta, cuando al intentar entrar, choco con alguien que intentaba entrar también.

- Disculpe - le digo apartándome para que entre primero, cuando alzo la vista y veo su cara, me doy cuenta de que soy la persona con más mala suerte del planeta.

- ¿Usted otra vez? - bueno, al parecer tampoco le agradaba mi presencia - ¿Me está siguiendo?

- ¿Qué? ¡Ni loca! - lo que me faltaba - trabajo aquí.

- Hablaré con el dueño - ja, me gustaría ver eso - no sé cómo permiten trabajar a gente tan irresponsable, despistada e incompetente.

Su tono es duro e hiriente, sin más, entro al ascensor, me he quedado sin palabras y lo único que quiero hacer es encerrarme en algún sitio y llorar, no me apetece discutir, no me apetece escuchar insultos dentro y fuera de casa. Él entra también al ascensor con semblante serio y pulsa un piso, no me importa cuál sea, en cuanto salga, iré hacia mi oficina.

El ascensor se detiene y por fin puedo soltar el aire que llevaba conteniendo desde hace rato, pero para mi sorpresa, las puertas no se abren.

- Maldita sea - lo escucho maldecir acompañado de varios gruñidos.

Se pone nervioso y empieza a pulsar varios botones pero las puertas no le hacen caso y no se abren.

Ahí me doy cuenta de que estamos encerrados y mis manos empiezan a sudar. No es que sea claustrofóbica, pero cuando estoy en algún sitio elevado y siento que no estoy segura, me pongo mal. Y ahí estaba yo, en el décimo piso del edificio, encerrada en un ascensor roto, con un tipo que me odiaba.

Saqué mi teléfono con la esperanza de que hubiese cobertura, y la había, lo que no había era suficiente batería. Quise tirar el teléfono y que se rompiese en mil pedazos, pero pensé que aún lo estaba pagando y se me pasó un poco.

- Cada vez que usted está cerca de mi vida , todo sale mal - de la nada, ha empezado a hablarme, más bien a culparme - le agradecería que me dejase en paz de una vez.

Decido no contestarle, me da igual lo que diga ahora mismo, me da igual que me culpe, como si me quiere culpar de la extinción de los dinosaurios, necesito salir de aquí y necesito hacerlo ahora.

Comienzo a tener mucho calor y me quito el abrigo, lo dejo en el suelo junto con mi bolso e intento hacerme aire con las manos, es inútil.

Alessandro.

O vienen a abrirnos pronto o juro que tiro la puerta del ascensor.

No puedo perder tiempo y menos aquí encerrado. Para colmo, esta loca se ha quitado el abrigo, los zapatos y está sentada en el suelo.

Se escucha un leve sonido y pienso que nos están rescatando pero no, el ascensor se mueve un poco hacia abajo y el corazón casi se me sale por la boca.

Observo a la chica y está blanca como la harina y haciendo aspavientos con las manos.

- Tranquila, vendrán pronto - le digo para que se calme un poco, creo que he sido demasiado duro con ella. Veo que ni me mira ni me contesta y entonces decido agacharme a su altura - ¿Te encuentras bien?

Se encuentra pálida, sudando y con la mirada pérdida. Me asusta un poco que se ponga enferma ahora porque no sabría cómo actuar.

- Escúchame, van a venir a sacarnos pronto y todo estará bien, ¿Vale? - su mirada conecta con la mía por primera vez y veo pánico en ella.

El ascensor vuelve a crujir otra vez y ella se pone de pie sorprendiéndome, comienza a hacer lo que creo que son ejercicios de respiración para poder calmarse. Lo siguiente que hace, no me lo esperaba, sinceramente. Se ha quitado la camisa e intenta hacerse aire como si nada. Como si yo no estuviese aquí y estuviese viendo como se pasea de un lado a otro en sujetador. Intento serenarme y quitar esa imagen de la cabeza cuando el ascensor vuelve a crujir y la chica me abraza fuertemente mientras solloza. Debería de apartarla, pero algo me hace querer abrazarla fuerte.

Siento como está temblando, como sus manos se agarran fuertes a mi traje y como cada poro de su piel emana miedo y me siento un inútil porque lo único que puedo hacer es abrazarla.

-¿Estáis bien? - una voz se escucha desde fuera del ascensor - estamos intentando que vuelva a funcionar, tranquilos.

Ante esa voz la chica se separa rápidamente de mí y se acerca a la puerta para decir a la voz de fuera que se den prisa. En ese momento en el que la tengo dándome la espalda, me doy cuenta de algo que había pasado desapercibido ante mis ojos todo este rato, unas marcas ocupan su espalda, su abdomen, parte de sus brazos y me temo que muchas más zonas que no están a la vista.

Me acerco sin darme cuenta y tocó levemente una de sus marcas de la espalda, no sé si para asegurarme de que lo que ven mis ojos es real. Al leve tacto de mis dedos, la chica gira espantada e intenta alejarme todo lo que puede.

- No vuelvas a tocarme - sus ojos se cristalizan y entonces vuelvo en sí.

- ¿Quién te ha hecho eso? - antes de que me conteste, el ascensor vuelve a crujir y esta vez es para ponerse en funcionamiento.

La chica recoge su camisa y se la vuelve a colocar, evitándome en todo momento.

Cuando las puertas del ascensor se abren, sale como alma que lleva el diablo y yo me quedo dentro, con un sin fin de cosas rondandome la mente.

Flores para Julia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora