Capítulo 6.

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Julia.

- Bueno, los dejaré solos chicos, necesito volver a la empresa, llámame en cuanto llegues a casa cariño -mi padre besa mi frente y yo lucho internamente por retenerlo y que no me deje con Mario.

- Por supuesto señor, no se preocupe, llegará sana y salva - me muerdo la lengua. En tus manos seguro que no.

- Julia, voy a terminar con los papeles que hacen falta y podrás irte a casa- esta vez el doctor no hace ninguna pausa- si es lo que quieres.

Se marcha y nos quedamos los dos solos por primera vez después de lo que ocurrió esta mañana. No puedo mirarle a la cara, ni tan siquiera quiero que esté en la misma habitación que yo. Siento asco. ¿Cuándo cambio tanto? ¿Cuándo yo le dejé tratarme así? ¿Es así con todo el mundo? ¿He hecho yo algo mal? Tengo un montón de preguntas pero no encuentro respuesta.

- Julia, yo...yo lo siento mucho. Esta mañana actuó el alcohol por mí - al ver que no respondo decide acercarse más y cogerme de la mano - jamás te haría daño, jamás, esto ha sido un error, espero que me perdones.

-No lo sé Mario, lo de hoy ha sobrepasado todos los límites.

-Te prometo que no volverá a suceder, vuelve a casa conmigo, te demostraré que eres lo que más me importa en este mundo.

Antes de poder responderle entra el Dr. Roberts, trae consigo los papeles que me comentó. Su mirada recae en la cercanía de Mario y de su mano cogiendo la mía.

-¿Todo bien? - nos estudia con la mirada. Se centra en mí, buscando una señal, algo que le indique que todo va mal. Pero no consigo reaccionar.

-Sí, estábamos haciendo planes para su regreso a casa - Mario contesta por ambos. Ni tan siquiera le he dicho que acepto volver a casa.

-Julia, puedes marcharte ya- parece que le cuesta más a él que a mí- aquí tienes las indicaciones que debes tener en cuenta, por lo menos hoy, espero que te mejores - en su cara veo pena, porque supongo que eso es lo que doy ahora mismo, mucha pena.

Me visto en el aseo de la habitación y cuando salgo me encuentro  con Mario sujetando ya mis cosas. Por fin me he librado de esa maldita aguja. Las odio. Nos marchamos del hospital juntos, desde que salimos del cuarto ha estado súper cariñoso conmigo, preocupándose a cada rato si me encontraba bien, y en el coche igual, hasta cuándo llegamos a casa quería cargarme para entrar. Aunque aún hay algo que me hace desconfiar. Es como si estuviese ante una persona totalmente desconocida.

-Por fin en casa eh - al entrar cuelga mi abrigo y el suyo en el perchero de la entrada.

-Sí, por fin -digo quitándome los zapatos - necesitaba llegar a casa.

- Yo también necesitaba que llegásemos a casa- me giro y veo como Mario cierra la puerta con llave.

- ¿Por qué la cierras tan pronto? - normalmente la cerramos antes de ir a dormir.

- Porque tú y yo vamos a hablar y nada podrá interrumpirnos - un escalofrío recorre mi espalda. Sabía que no tenía que confiar en él.

- ¿De qué quieres hablar? - camino un poco hacia el salón, intentado mantener las distancias y acercándome al teléfono.

- ¿De qué quiero hablar?  Mejor dime tú, ¿que has hablado con ese doctor? - otra vez la cara de esta mañana. Ahora no puede echarle la culpa al alcohol.

- Nada, te lo prometo, no le he contado nada - sabía que eso me iba a traer problemas.

- ¿Segura? Esa no ha sido mi impresión - cada vez se acerca más.

- Le dije que me caí en la cocina.

-  No te creo, me estás mintiendo, ¿que tienes con ese doctor? ¿Te has acostado con él? ¿Eh?

- ¿Qué dices? ¡Te has vuelto completamente loco! - era lo último que me faltaba.

- Ah, ¿no? Entonces por qué se os veía con tanta confianza, ¡Explícamelo! - ya no queda ninguna distancia entre ambos y me es imposible llegar al teléfono.

- Te juro que no lo había visto antes, de verdad.

- Eres una perra, parece que lo de esta mañana no te enseñó a respetarme - veo que tiene en la mano el cinturón de mi abrigo, debió cogerlo cuando lo colgó en el perchero.

- Por favor Mario, si aún me quieres no hagas esto - mis ojos comienzan a aguarse. No lo reconozco.

- Porque te quiero, es porque lo hago, porque eres mía y tienes que respetarme - me golpea en una pierma, por miedo a otro golpe me tapo la cara.

- No te preocupes, no soy tan estúpido de marcarte la cara otra vez - Y esta vez me da en la mano, y en la espalda, y vuelve a la mano. Soy un mar de lágrimas y súplicas.

- Tranquila, ya no te daré más, es solo para que aprendas lo que te espera si haces las cosas mal.

Después de unos minutos, siento la puerta cerrarse. Al abrir los ojos descubro que ha salido y me ha encerrado con llave. Me levanto con miedo y me dirijo al baño, allí me observo, no hay ningún rastro de la Julia de hace días, no solo las marcas me han cambiado por fuera, me siento rota por dentro.



 Me levanto con miedo y me dirijo al baño, allí me observo, no hay ningún rastro de la Julia de hace días, no solo las marcas me han cambiado por fuera, me siento rota por dentro

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Y aquí está Mario.

Flores para Julia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora