lunes, 12:17 pm

55 4 0
                                    

Olvidé terminar de escribir anoche. No sé qué esperaba encontrar cuando crucé
por el pasillo y asomé el rostro por la ventanilla.

Me siento ridículo.
El miedo de anoche me parece vago e irrazonable ahora.
No puedo esperar para salir y ver la luz del día.
Voy a revisar mi correo, afeitarme, darme un baño ¡y finalmente
salir de aquí!
Un momento… creo que escuché algo.

Era un trueno.
Todo eso sobre la luz del día y el aire fresco no pasó.
Subí por el tramo de escaleras, sólo para encontrar decepción.
El cristal de la puerta
principal era azotado por la corriente de lluvia torrencial que se desataba afuera.

Quise quedarme a esperar a que un relámpago iluminara la intemperie; pero la
lluvia era muy fuerte y no podía visualizar nada más que siluetas indistinguibles paseándose por ángulos extraños de la corriente de agua bañando la ventanilla.
Decepcionado, me di la vuelta, pero no quería volver a mi cuarto.
En su lugar, deambulé por las escaleras, al primer piso, al segundo.
Llegué al tercer piso, el
más alto del edifico.
Caminé por el alfombrado del piso.
Las diez o tantas puertas de madera,
pintadas de azul hace mucho tiempo, estaban todas cerradas.

Escuché
atentamente mientras caminaba, pero era mediodía, no me sorprendió oír poco más que el sonido de la lluvia afuera.

En lo que permanecí ahí parado, en ese turbio lugar, tuve la extraña y fugaz impresión de que las puertas eran como
silenciosos monolitos de granito, esculpidos por una antigua y olvidada
civilización para un insondable propósito de guardines.

Cayó un relámpago que iluminó el pasillo, y pude haber jurado que, sólo por un momento, las viejas y
deterioradas puertas azules se vieron como piedra áspera.
Me reí de mí mismo
por dejar que mi imaginación jugara así conmigo, pero entonces se me ocurrió que el resplandor de ese rayo debía de significar que había ventanas cerca.
Me llegó una memoria distante, y de inmediato recordé que el tercer piso tenía una alcoba con una puerta corrediza de cristal al final del pasillo en donde estaba.

Emocionado por ver la ciudad desde lo alto enmedio de la lluvia y, quizá, ver a otra persona, caminé velozmente hacia la alcoba, encontrándome con la delgada y larga puerta corrediza.
Era bañada por la corriente como la ventanilla de la
puerta principal.

Acerqué mi mano a la manija, pero dudé.
Tuve la rarísima sensación de que si la abría, vería algo completamente terrible del otro lado.

El último par de días había sido tan extraño… así que ideé un plan, y volví aquí
para traer lo que necesitaría.
No pienso que realmente lograré algo con esto… pero no tengo nada más que hacer, llueve y me estoy volviendo loco...

PsicosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora