Capítulo 8

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Shiloh

Han pasado tres meses. Es diciembre, día doce para ser exactos y me encuentro en la casa de Stella celebrando su cumpleaños n° dieciocho. Hoy se convierte legalmente en mayor de edad y ella no puede verse más feliz en este momento. Está tras la mesa, aplaudiendo mientras su familia y amigos más cercanos empezamos a cantarle. Cuando acabamos pidió el habitual deseo y apagó todas las velas soplando a todo pulmón. Caminé hasta ella y le di un fuerte abrazo, otro más en el día… La había abrazado quizás demasiado hoy.

—Gracias por estar aquí, Shiloh. Te amo mucho hermosa. —Me apretujó más fuerte si se podía contra su cuerpo y nos quedamos así, sonriendo hasta que su hermano menor se coló entre las dos y se aferró a ella haciendo que me apartara. Pude oír un “te amo” muy suave proveniente de los labios del menor. Era hermoso ver cuán grande era su amor de hermanos. Sólo a veces, cuando los veía así, me sentía triste de ser hija única. Suspiré con fuerza recordando que no siempre fue así. Tuve que pensar en otra cosa muy diferente para mantener la compostura y no convertirme en un manojo de lágrimas. Odiaba recordar.

Fui a sentarme al lado de Anna que, después del incidente de las notitas empezó a hablarnos a mi mejor amiga y a mí convirtiéndose en poco tiempo en alguien importante para nosotras, ahora éramos las tres contra el mundo. Era genial. Ella era quien nos hacía respirar, por decirlo de alguna manera. Si Stella era loca y arrebatada, Anna lo era el doble. Incluso un día entre ellas dos le hicieron una broma al profesor de química y tuve que asumir la culpa por ellas dos. Pero no importaba, mis notas no bajaban. Las notas de Stella no bajaban… Las notas de Anna se mantenían, incluso, habían llegado a mejorar debido a nuestra tutoría gratuita. Pero ese no es el punto; el punto es que me encuentro junto a ella y tiene en sus manos la tercera copa de vino, y es que esta mujer bien podría embriagarse con agua. Le quité la copa y la coloqué en una mesita al lado contrario.

—Basta, ha sido suficiente por hoy. —Anna enarcó una ceja—.

— ¿Suficiente? ¿A caso bromeas? Es mi tercera copa y te aseguro tengo todos los sentidos puestos.

—Dejé de creer eso después de la segunda pijamada Ann. Las bebidas, incluso las ligeras, te hacen mal. Culpa a tu cerebro por ser tan débil… —Reí recordando que a la semana de conocerla al fondo, nos invitó a su casa a dormir. Fue espantoso escucharla reír a carcajadas a las tres de la mañana gracias a los efectos del alcohol. Stella yacía en el suelo después de su trago número… ni ella se acuerda. Y sí, también me mareé, pero en mi defensa, puedo decir que me dio sueño antes de perder los estribos. Se ha repetido cinco veces aquello, y simplemente me encanta tener amigas —aunque sean solo dos—, que me ayuden a salir del pozo en el que me hallo desde hace mucho.

—Admite que amas mi risa, —se acercó a mí con expresión divertida y me abrazó de lado ronroneando en mi hombro— admítelo.

—Lo admitiré cuando tú pases sobria toda una “noche de películas” ¿ok? —Le correspondí el abrazo sonriendo ampliamente. En serio esta chica se había ganado un pedacito de mi corazón. La abracé un poco más hasta que Stella regresó y se sentó entre las dos disculpando haber “interrumpido el momento”. Reí un poco más.

— ¡Gracias por todo, en serio! ¡Los amo a todos! —Stella se despedía de los últimos invitados antes de cerrar la puerta y recostarse sobre ésta. Ahora sólo éramos: Stella, su madrastra, su hermano, Anna, su padre y yo. Las 3 am y mucha basura por recoger.

Lunes, tercera hora: Clase de Informática. ¿Profesor? James Carter.

Flashback

Entraba a clase de Informática, todos cuchicheaban y susurraban en voz baja. El profesor no estaba por ningún lado. Oía a las chicas suspirar y mirar al frente como si quien hablara estuviera contando el secreto mismo de la felicidad. Agarré de la tira de mi mochila colocándola correctamente mientras caminaba en dirección a mi puesto en el laboratorio. Saludé a Helen, mi compañera de asiento y noté que ella estaba en la misma situación que las demás. Me quité los cascos —que traía previamente, puesto que al salir de cada clase, los usaba para escuchar música y así anular ese molesto ruido de pupitres siendo arrastrados—, y entonces pude oírle. James estaba parado al frente del salón con un rotulador en la mano, de espaldas a todos mientras anotaba ciertas palabras claves del tema de hoy. Se me olvidó hasta respirar.

Your Guardian AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora