PRIMERA PARTE la maldición I

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I

La reina sin amor

Un leño entero, sobre un lecho de brasas incandescentes, se consumía en la chimenea. Por las vidrieras verdosas, de reticulado de plomo, se filtraba un día de marzo, avaro de luz.

Sentada en alto sitial de roble, cuyo respaldo coronaban los tres leones de Inglaterra, la reina Isabel, esposa de Eduardo II con la barbilla apoyada en la palma de la mano, miraba distraídamente la lumbre del hogar.

Tenía veintidós años. Sus cabellos de oro recogidos en largas trenzas formaban como dos asas de ánfora a cada lado de su rostro.

Escuchaba a una de sus damas francesas, que le leía un poema de lsuque Guillermo de Aquitania:

Del amor no puedo hablar, ni siquiera lo conozco, porque no tengo el que quiero...

La voz cantarina de la dama de compañía se perdía en aquella sala demasiado grande para que una mujer pudiera vivir dichosa en ella.

Me ha pasado siempre igual, de quien quién amo no gocé, no gozo no gozaré...

La reina sin amor suspiró.

- ¡Qué conmovedoras palabras! – exclamó. - Diríase que han sido escritas para mí. ¡Ah! Terminaron los tiempos en que un gran señor como el duque Guillermo demostraba tanta destreza en la poesía como en la guerra. ¿Cuándo me dijisteis que vivió? ¿Hace doscientos años?
Se diría que ese poema fue escrito ayer... (El más antiguo poeta francés conocido que escribió en romance vulgar, el duque Guillermo IX de Aquitania es una de las figuras más sobresalientes e interesantes de la Edad Media.
Gran señor, gran amador y muy ilustrado, su vida e ideas fueron excepcionales par su época. El refinado fausto de que se rodeó en sus castillos dio origen a las famosas “cortes de amor”.
Queriendo liberarse totalmente de la autoridad de la Iglesia, rehusó al papa Urbano II, que fue a visitarlo expresamente a sus estados, participar en la Cruzada. Aprovechó la ausencia de su vecino, el conde de Tolosa, para meter mano en sus tierras. Pero el relato de las aventuras lo incitó a emprender, poco más tarde, el camino de oriente, a la cabeza de una fuerza de 30,000 hombres que llevó hasta Jerusalén. Sus versos, de los que sólo nos han llegado once poemas, introdujeron en la literatura de los países latinos, principalmente en la francesa, un concepto idealizado del amor y de la mujer, desconocido hasta entonces. Son la fuente de la gran corriente de lirismo que atraviesa, irriga y fecunda toda nuestra literatura. La influencia de los poetas hispano-árabes se hace notar en este príncipe-trovador.)

Y reptió para sí:

Del amor no puedo hablar, ni siquiera lo conozco...

Durante unos instantes permaneció pensativa.

- ¿Prosigo, señora? – preguntó la dama con el dedo apoyado en la página iluminada.

- No, amiga mía – respondió la reina -. Por hoy mi alma ha llorado bastante.

Se incorporó y cambió de tono:

- Mi primo Roberto de Artois me ha hecho anunciar su visita. Cuidad de que sea conducido a mi presencia en cuanto llegue.

- ¿Viene de Francia? Estaréis contenta, entonces, señora.

- Deseo estarlo... siempre que las noticias que me traiga sean buenas.

Entró otra dama, presurosa, con semblante de gran alegría. Su nombre de soltera era Juana de Jounville y habíase casado con sir Roger Mortimer, uno de los primeros barones de Inglaterra.

- Señora, señora – exclamó -, ha hablado.

- ¿De verdad? – preguntó la reina - ¿Y qué ha dicho?

Los Reyes Malditos I - El rey de hierro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora