5. Ya No Más

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7 Abril, 2016

Este año no iba a celebrar mi cumpleaños. ¿Para qué?

Era una chica súper delgada que no tenía más que huesos. Mi bonito y estilizado cuerpo se había terminado el día que me lastimé el tobillo y George me mataba tanto de hambre como a trabajos forzados.

El año pasado hizo lo más drástico.

Quemó mis manos frente a la chimenea y me llevo al hospital como si nada alegando que estaba loca y traté de arruinarlas para no ayudar con ninguna de las tareas.

El doctor me dio una reprimenda horrible y le sugirió a George que quizás lo que él debería hacer era mandarme a un psicólogo.

Eso nunca paso... El y yo sabíamos que eso había sido su obra y que no estaba loca.

Me duele que el hiciera algo tan drástico conmigo. Era como si quiera quitarme todo lo que un día mis padres me enseñaron.

Me siento a punto de caer.

Cada día mis días son más oscuros y con menos vida.

¿Quién pensaría que terminaría de esta manera?

Mis manos tardaron 4 meses en curarse y eso fue todo un reto. No podía decirle a nadie lo que me ocurría porque ahora más que nunca era mirada de una u otra manera.

Era una loca suicida además de mala agradecida. Las personas en la iglesia rezaban por mi alma poseída por los demonios.

Era indignante. Incluso se presignaban cuando me veían en las calles.

Aunque para cómo salía era de esperarse.

Usaba ropas viejas y hasta algo rotas... Toda descalza y sin peinarme mientras mi piel pálida y mis labios me hacían parecer una muerta en vida.

¿Acaso no lo estaba? Porque eso era justo lo que sentía en mi corazón.

La primera vez que traté de escaparme la policía local me encontró y alegaron que estaba en un estado de locura así que me devolvieron a casa.

George me dio una paliza tremenda que me dejó en cama por tres días. Yo no le importaba y sus castigos sólo se hacían más crueles.

El disfrutaba tanto de todo esto que no podía ocultarlo ni un poco.

La segunda vez que lo intenté no cruce la hacienda porque el nuevo e idiota trabajador de George me encontró y me llevo de nuevo a la casa.

Le tenía terror porque siempre me miraba lascivo y con una malicia que no entendía.

Era un chico muy raro. Tenía unos dos años más que yo. Era corpulento y aunque para otras era guapo, yo lo encontraba repulsivo.

Era un tipo que me daba escalofríos. Trabajaba aquí desde hacía algunos meses y no me quitaba ojo de arriba.

George no decía nada. Al menos podía quedarme en casa porque mis manos no soportaban el trabajo del campo.

Iba a todas partes con guantes porque me daba vergüenza que todos miraran con horror lo asquerosas que quedaron mis manos.

Podían arreglarse con cirugías pero era muy costoso y George nunca lo aceptaría.

Quería que me dejará ir para hacer algo de mi vida pero el simplemente no podía.

El quería destruirme por todo lo que según él destruí para él.

Era mi cumpleaños pero sin embargo nadie nunca se acordaba de ello.

Era la chica fantasma después de todo.

Solo era buena para limpiar, cocinar, estorbar y tomar como saco de boxeo.

Era humillante.

Tenía una familia que me amaba y la perdí para terminar en este lugar dejado de la mano de Dios.

La última vez que escapé llegue al pueblo donde nací y fui tan feliz allí recordando la vida que tenía pero todo había terminado cuando termine en la cárcel por invadir propiedad privada. Marzo parecía una eternidad.

Como George no estaba decidí tratar de escapar por última vez. Esta vez iba por uno de los caballos.

Necesitaba salir de aquí.

Con mi mejor ropa puesta salí a las caballerizas, no esperaba encontrar a Lenny allí como si me estuviera esperando.

―Hola campanita ―dijo y solo podía quedarme pasmada porque odiaba ese sobrenombre con mi vida.

No dije nada y trate darme la vuelta para irme por donde vine. El fue más rápido y me tomo del brazo.

―¿Intentabas escapar otra vez? Eres una chica necia para intentarlo después de la última vez ―sonrió pero estaba horrorizada.

Traté de soltar mi brazo pero me tomo más fuerte. Vi como apretó su mandíbula, el decía que odiaba cuando actuaba como si fuera retrasada.

De un momento a otro me lanzó contra la pared y gemí de dolor. Cerré mis ojos, estaban llenos de lágrimas no derramadas.
―Veo que amas los castigos, así que aportare algo antes de que tu abuelo sea el que lo haga por mí.

Negué y trate de hablar cuando el pegó su boca a la mía. Trate de empujarlo pero él era fuerte.

Traté y traté pero su beso se volvía más rudo y de mis ojos salían espesas lágrimas.

Imaginé lo peor y fue peor aún de lo que imaginé.

No tuvo delicadeza conmigo. Rompió mis ropas y como un salvaje animal penetró mi cuerpo mientras me mantenía presa entre sus brazos.

Grité y lloré del dolor mientras sentía que me rompía en más de un sentido.

En ningún momento se detuvo. Se llevó lo último que quedaba de mi alma hecha pedazos.

Mi inocencia.

Cuando terminó sólo subió sus pantalones dejándome allí destrozada.

En definitiva cada cumpleaños era peor pero este se había ganado el premio mayor.

Nunca me sentí tan infeliz en todos los años que llevaba aquí.

Me senté, lloré por horas y más horas. Estaba manchada, arruinada para cada hombre.

Alguna vez creí que podía ser feliz a pesar de haber tenido una vida de mierda.

Cuando mis lágrimas se secaron me levanté del piso frío. Con todo mi dolor camine hasta la casa.

Me cambie de ropa a un viejo vestido sin importar la sangre que manchaba mis muslos.

Camine por los alrededores de la finca pero en mente no había nada. El dolor me tenía entumecida.

Tome una decisión rápida... Salir de esta vida que ya no tenía nada que ofrecerme.

Tome el diario que había guardado en un lugar donde nadie lo encontraría. Terminé de escribir los sucesos de las últimas horas y camine hasta la escuela.

Allí lo puse en el casillero de una chica que estaba segura que lo leería desde que en una hora saliera del club de lectura y me marché de vuelta a casa para planear como escapar al fin y ser feliz.

La Chica De Los Sueños RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora