La chica en el metro. Parte 2.

13 0 0
                                    

-Espera, espera. ¿Sabías que vivía aquí todo este tiempo y no hiciste nada para hablarme?

-Pues sí, básicamente, sí.

-¿Por qué no?-Porque era tierno verte.

-¿Si sabes que si me hablabas también me verías? -Ella sonrió tiernamente.

-¿Lo ves? Eres demasiado tierna. Me refiero que era lindo verte hacer cosas para toparte conmigo.

-No es gracioso. -Arrugué una ceja y levanté la otra.

-Tranquila. Solo me di cuenta hace unos días. En realidad quería estar segura de que era a mí a quién buscabas.

-¿Entonces por qué dices que soy muy lenta al darme cuenta de que vives aquí?

-Porque yo también tardé un montón. Pero yo soy así con casi todo. -Hice cara de pocos amigos y ella se me quedó viendo unos segundos. -Está bien. Lo siento.

-¿Quieres venir a almorzar? -Me dijo la chica del cabello rebelde que estaba frente a mí.

-Eso creo.

-Hola, mamá.
-Hola, hija. ¿Qué tal todo? -Respondió su madre que salía de una de las habitaciones. Su madre era bastante peculiar. Iba vestida como esas ancianas de la televisión que hacen sus propias medicinas naturales.
-Te presento a la chica del metro.
-Hola, guapa. Es un placer conocerte al fin.  -Me quedé estupefacta por unos segundos pero reaccioné antes de que alguien más dijera algo.
-Hola, señora. ¿Cómo está?
-Bastante bien.  ¿Cómo estás tú?
-Bien, gracias. -Respondí un poco apenada aún.
-¿Podemos comer en mi habitación?
-Claro, mi amor. En un momento se las llevo. -Qué agradable era su madre. No digo que la mía no lo fuera, pero no eran tan genial.

Entramos en su habitación. Era bastante sencilla. Pintada de blanco con negro. Una cama, una mesa de noche, su closet y una mesa de estudio con su computador y una pantalla de tv. Me dijo que me sentara en una de las sillas que estaban al lado de su cama y puso mi bolso y mi chaqueta a un lado del closet. En lo que parecía un lugar específico para ese tipo de cosas. Ella salió de la habitación unos segundos y aproveché para mirar un poco por encima. Tenía un par de fotos pegadas en las paredes. Una ventana que daba a mi edificio. Ella podría verme desde allí. También había una vista a los alrededores. El atardecer debía verse muy lindo desde ahí. Ella vivía en el último piso y mi edificio era un piso más pequeño. Así que calzaba perfectamente. Yo también vivía en el último, pero como era más pequeño, nunca veía bien quién estaba del otro lado. Aunque a decir verdad, no miraba por la ventana. No desde hacían dos años.

Una tarde lluviosa, había decidido ponerle una manta gigante y leer uno de los libros de mi estantería PL. (Por leer) me senté en el balcón que tenía mi habitación y leí un buen rato. Cerca de unas dos o tres horas. Cuando decidí tomar un receso, cerré el libro después de ponerle el separador y miré hacia el edificio de enfrente. No miré sino hasta el penúltimo piso. Llevábamos allí unos dos meses, así que sentí curiosidad. Empecé a mirar por la ventana vecina y de repente vi a un tipo muy alto y musculoso. Él estaba pegándole a su esposa, le pegaba una y otra y otra vez. Me asusté y corrí al interior. Llamé a mi padre y él llamó a la policía. Cuando llegaron, la chica lo disculpó y se inventó una rara historia. Al final, no hicieron nada, no tenían pruebas. Mi padre se disgustó mucho. No conmigo, con la chica. Así que dijo que me abstuviese de mirar a ese lugar y la verdad me dio mucho miedo. Si volvía a mirar, tal vez estaría el tipo y sabría que yo fui quien lo delató. No podía imaginar lo que me haría a mí.

-¿Qué miras? -Me preguntó la chica, quien sostenía dos platos.
-Mi habitación. Es curioso que estemos tan cerca y nunca me haya fijado que eras tú.
-Bueno, si te asomaras a tu balcón, te habrías fijado.
-Puede ser. ¿Así supiste que era yo?
-Sí. Uno de los tantos días en los que me asechabas, llevabas una chaqueta muy cool y luego la vi entrando en el edificio de al lado. Me fijé en el número en el que te bajaste. Y subí después. En tu piso hay 4 apartamentos. El que está justo al frente, es de mi tía. El que está al lado, de la mejor amiga de mi tía. Así que solo quedaban dos. Me fijé que uno quedaba mirando hacia mi ventana. Así que decidí espiarte. Dos días después, estabas tú en la ventana haciendo unas fotos a no sé qué y llevabas la misma chaqueta.
-Wow. Eso suena loco.
-Lo es. -Ella sonrió y dio el primer bocado.

Luego de comer, hicimos palomitas y vimos una película. Unas horas más tarde, ya debía volver a casa. Se sentía extraño regresar. Era como volver a la realidad. Como si estar en aquella habitación fuese como estar en un lugar fantasioso. Ella era increíble. Quería conocerla más. Sentía que ya la quería y yo no la conocía bien.

My soul say Donde viven las historias. Descúbrelo ahora