XVII

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  —... Pero... ¿qué vas a hacer para que yo esté bien?...—Le pregunté a Matthew.
  —Todavía no lo sé bien, pero sé que volverás a ser la Zoe de hace unos años...
  Seguíamos abrazados, seguían saliendo lágrimas de mis ojos, y yo seguía sin querer dejar de abrazar a Matthew, pero no podía decírselo...
  Poco a poco nos fuimos separando el uno del otro.
  —... ¿Y tú? —Dije —¿Cómo estás?
  —Oh... e-esto... no tan bien... pero tampoco muy mal...
  —... Lo siento...
  —¿Por qué?
  —Por todo lo que pasó... tú estás peor que yo, y debería ser al revés...
  —Todo está como debería estar... no tienes que pedirme disculpas...
  —¡No, no está como debería estar! ¡Yo debería estar muerta!
  —Si eso es lo que querías, lo siento, pero no podía dejarte morir...
  —¡Tú no te disculpes! ¡Te debo mi vida! ¡Y gracias a ti ya no quiero morir, yo...
  Dejé de hablar al darme cuenta de que hablé más de lo que debía.
  —... ¿Gracias a mí?...—Preguntó Matthew confundido.
  —Esto... yo... sí...
  —Pero... ¿por qué?...
  Al principio pensé que lo preguntó a propósito, pero se notaba que en verdad no sabía mi respuesta... y yo tampoco...
  —Esto... t-tú... tú me enseñaste que... que de verdad mi vida vale la pena... que hay gente que me quiere... Podrán ser pocas personas, pero... estoy feliz de tener a esas personas a mi lado... Y tú estás entre esas personas...
  Me sorprendí al poder elaborar una respuesta en el momento, pensé que no saldría de esa situación.
  —Mira...—me dijo —me gustó mucho tu respuesta, aunque... no es la verdadera respuesta a mi pregunta... Pero si quieres te doy un tiempo para que puedas responderla...
  —D-De acuerdo...
  —... ¿Estás cansada?
  —... Algo...
  —Ve a dormir, es bastante tarde.
  —De acuerdo... Hasta mañana...
  —Hasta mañana.
  Salí de la habitación de Matthew y volví a la mía.

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  Al otro día fue exactamente lo mismo; en la mañana me hicieron un examen, minutos después de despertar vino Jessica, Ethan, y luego mi madre, sola, por suerte, y después del horario de visitas me hicieron otro examen, y al despertar, esperé una o dos horas para ir a ver a Matthew.
  Así fue hoy, y así fue todos los días. Nunca hubo un cambio muy relevante.
  Por dos meses, esa era la rutina de todos los días, pero un día, un Lunes, el médico llegó a mi habitación, pero no a hacerme un examen, me dijo que ya podía volver a mi casa, y luego entró mi madre porque me había llevado ropa limpia.
  Me levanté de mi cama, fui al baño para vestirme, y por alguna razón me sentía algo rara usando mi ropa.
  No le di la menor importancia, recogí mis cosas de la habitación, y salí de ésta, pero obviamente tenía que hacer algo antes de irme.
  Con el tiempo, mientras más hablaba con Matthew, más me daba cuenta de algo que tenía miedo de admitir, pero ahora, es diferente...

  —Esto... antes de irnos quiero hacer algo...—le dije a mi madre.
  —De acuerdo, pero no te demores tanto. Te espero en la salida.
  —Ok...
  Luego, fui rápidamente hacia la enfermera que estaba a punto de pedir el ascensor que estaba un tanto más lejos.

  —Esto... ¿Señorita? —Dije.
  —Oh, lo siento, ¿se le ofrece algo?
  —Esto... ¿Matthew puede recibir visitas ahora?
  —Sí, su habitación es esa de allá, la 104-B.
  —De acuerdo, ¡gracias!
  —No hay de qué.
  Fui hacia la habitación de Matthew, abrí la puerta, y ahí estaba, en su cama, y al verme, sus ojos se iluminaron y se le formó una enorme sonrisa.

  —¿Zoe? ¿Ya te dieron el alta? —Me preguntó.
  —Sí...
  —¡Me alegro por ti! ¡Ya no tendrás que estar todo el día en esa cama!
  —Gracias... Ojalá a ti te la den pronto también...
  —Eso espero... ¿Ya te vas a tu casa?
  —Oh, sí, tengo poco tiempo, mi madre está esperándome en la salida... Matthew...
  —¿Sí?
  —Debo decirte algo...
  —¿Qué?
  —¿Recuerdas... cuando me preguntaste que por qué gracias a ti ya no quiero morir?
  —... S-Sí...
  —Bueno... ya tengo mi respuesta...
  —¿A-Ah, sí?
  —Sí... y es... Tú lograste cambiarme... Ya no soy la que tú conociste... De cierto modo volví a ser la de antes... la que soy en verdad... Y ya no tengo los mismos pensamientos de antes... La muerte ya casi no pasa por mi cabeza... y te agradezco mucho por eso...
  »Mañana volveré, y con una pequeña sorpresa... Y... supongo que eso es todo lo que te quería decir...—Me dirigí a la puerta y toqué el picaporte, pero antes de salir de la habitación, debía decir algo más.
  —Y otra cosa... Tú también me gustas... No sabes hasta qué punto...

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Cárcel Sin RejasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora