Retratos

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Esta es la historia de un cazador muy peculiar, pues no era como el resto de cazadores que buscaban sus presas en lugares conocidos y por ende permitidos, a él le gustaba cazar en los lugares más peligrosos y sobre todo presas muy exóticas, era de ese tipo de cazadores que sin importarle si la presa estuviera o no en peligro de extinción él iba y la cazaba, era su fetiche, su afición, su deleite; y esto aunque fuera algo poco ortodoxo le aseguraba su vida, puesto que las presas podía venderlas a muy buen precio, claro algunas los atesoraba como tesoro pero otras cosas como uñas, pieles, etc eran cosas sin utilidad para él y por ende los vendía a cualquier interesado.

Un día se le ocurrió ir a cazar a un bosque, un bosque enorme, lleno de arboles con gran altura, tan grandes que si tú escalabas uno de ellos podías ver casi toda la ciudad en una hermosa vista panorámica, arboles que para su mala suerte estaban acompañados de una niebla muy espesa, tan espesa que aún con la intensa briza que merodeaba la zona no se dispersaba, dicho bosque estaba muy escondido de la humanidad, era un bosque que muy pocas personas sabían como llegar y esto era porque estaba lleno de animales altamente peligrosos para el ser humano pero que a dicho cazador le llamo la atención pues dentro de las múltiples especies que tenían como hábitat había un que le llamaba la atención y que de hecho quería mucho en su colección, esta era la phyllobates terribilis más conocida como el rana dardo dorada, un espécimen altamente peligroso, es poseedor de un veneno capaz de matar a 10 a 20 humanos. El cazador se enteró de este sitio gracias a un amigo que conocía el lugar, este amigo le recomendó que vaya de día puesto que de noche era imposible salir, y esto era gracias a sus arboles que eran tan altos y abundantes que apenas dejaban pasar la luz de la luna y por ende perderse en el extenso bosque era prácticamente cuestión de tiempo.

El cazador al llegar a dicho bosque encontró en la puerta una inscripción que alertaba de los peligros que en el bosque asechaban, al cazador no le presto mucha atención por lo que prosiguió a adentrarse en dicho bosque en busca de su rana dorada; habrán pasado más de 5 horas buscando, buscando en cada rincón, árbol, arbusto, lago, riachuelo que el cazador ya estaba algo fastidiado de no encontrar ni siquiera un indicio de donde podía encontrase dicha rana, el cazador finalmente cansado decide desistir y dejar la caza para otra ocasión, el mira la hora y ve que esta marca las 6:25 p.m. Él se percata de lo estúpido que fue, puesto que dentro de poco la noche reclamaría el cielo y por ende no podría ver por donde caminar para llegar a la entrada, así que decidido se quita la mochila que traía consigo y de ella saca una linterna a pilas la cual pega con cinta en su rifle, era algo chico y su rango de iluminación era limitado, esto porque él pensaba que pasaría poco tiempo en dicho bosque; con dicha linterna y su rifle se abre paso por el extenso bosque en busca de la entrada, él es inteligente por lo que decide volverse por donde vino, todo va bien hasta que llega a donde se supone estaría la puerta, en ella solo encuentra una pared de concreto muy alta, aproximadamente unos 5 metros de alto por lo que seria imposible saltárselo, desconcertado y algo confundido decide mirar al suelo y al hacerlo descubre que en el lapso de tiempo en el cual estaba buscando a esa rana él no seguía una ruta fija por lo que en ocasiones sin darse cuenta caminaba en círculos; él sorprendido y con temor mira la hora, 8:30 p.m, mira al cielo y en lugar de ver las estrellas ve a los arboles, arboles cuyas enormes ramas tapan cada rayo de luz que la luna emana del cielo, él atemorizado empieza a correr en cualquier dirección con la esperanza de encontrar la salida de dicho bosque.

El hombre se pasa hora tras hora corriendo, ve como las serpientes se deslizan por los arboles, como los monos se columpian entre las ramas en busca de su cama, como los insectos se esconden debajo de los troncos de los arboles; la noche pasa, la briza se vuelve cada vez más fría, el viento sopla cada vez más fuerte, el cazador no puede más, luego de estar por casi 3 horas corriendo de aquí para allá, cae al suelo, inmerso en la depresión, el desespero, la agonía de saber que tendrá que pasar la noche ahí, el simplemente empieza a llorar, golpea el suelo dando gritos, alaridos, gemidos de tristeza, empieza a maldecir, a soltar insultos de forma despectiva. Esta rabieta le duró unos 5 minutos, al terminar, el cazador; se para, seca sus lagrimas, camina por el bosque en busca de un buen tronco en el cual pasar la noche, y en eso como si fuera azar del destino, logra ver a lo lejos una cabaña, se alegra, de seguro allí encontrara a alguien que lo ayude, que le brinde hospitalidad, y que de seguro le preste una cama o sofá en el cual dormir; al acercarse a dicha cabaña nota que esta completamente a oscuras, el hombre se queda pensando, entro o no, de repente entro y no hay nadie, o si ya esta durmiendo de repente lo molesto, bueno no lo sabré si no toco la puerta, mejor toco de seguro entenderá mi situación y de paso me ayude; pasa el tiempo y el tipo se pone impaciente, no abren, grita con el fin de que si esta dormido se levante y le escuche, luego de 2 minutos de gritos, vuelve a tocar la puerta solo para que el tipo se de cuenta que la puerta estaba abierta, el hombre se queda pensativo si entrar o no, de seguro el dueño estará fuera recogiendo leña o algo, y si me encuentra dentro de seguro se molestara, luego de pensar buen rato decide optar por entrar y si viene el dueño pues le explicara la situación de lo contrario simplemente hará como si nada. El tipo entra, entra con mucho cuidado de no romper algo puesto que apenas puede ver gracias a lo poco que la luna puede alumbrar, su linterna hace 1 hora que ya no funciona por lo que con solo palpar se guía, no tarda mucho en encontrar la cama, comprueba que no hay nadie en la cama, mueve las sabanas, deja su rifle a un lado, su mochila a su costado, y con la ropa puesta se mete en la cama, levanta las sabanas en un esfuerzo por frenar el frío que su cuerpo a estado sintiendo por varías horas, luego de moverse un poco encuentra la posición adecuada, esta por cerrar los ojos, de pronto ve una sombra que pasa por la pared alumbrada, el tipo se asusta y da un brinco, da una ojeada a la habitación en busca del dueño que posiblemente haya llegado, pero en su lugar encuentra oscuridad, de pronto algo llama su atención, algo hace desviar su mirada hacia las paredes, más temprano que tarde se da cuenta que son retratos, pero dichos retratos son algo raros, él lo nota porque los rostros que se logran ver están muy pegados, es como si al momento de retratar estos rostros estuvieran un encima del otro, por no decir que las muecas que tienen son extrañas, las expresiones en su mayoría reflejaban una risa que solo un psicópata podría dar, algunos no tenían ojos, otros tenían las bocas cocidas, pero sobre todo la característica más espeluznante era el hecho de que todos, absolutamente todos los rostros miraban a una sola dirección, todos enfocaban su mirada hacia la cama, es como si en ese momento lo miraran a él; el hombre completamente extrañado decide no prestar atención a esos retratos y en su lugar trata de conciliar el sueño pero luego se da cuenta de algo, esos retratos daban una sensación de incomodidad constante, por lo que el hombre no podía dormir, luego de unos minutos él cae rendido por el cansancio.

Al día de hoy lo poco que sabemos de ese hombre es que dejo de ser cazador, las razones son desconocidas, pero algo si es seguro, él antes de desaparecer en al anonimato confirmo algo en su historia, algo que algunos dan por hecho que si bien no fue la principal causa fue una de los detonantes de su retiro como cazador, y no es para menos puesto que a la mañana siguiente él se percató de 2 cosas, la primera fue que no había dueño en dicha cabaña y la segunda que es todavía más desconcertante es que los retratos, los dizque rostros dibujados en las paredes como medio de decoración, no eran precisamente eso, puesto que al despertarse se percato que donde yacían, donde se encontraban dichos retratos, en vez de recuadros lo que se encontraban no eran retratos, ni mucho menos dibujos, eran nada más y nada menos que ventanas, ventanas que apuntaban al bosque, a ese grande y extenso bosque.            

Historias que te helaran la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora