Lo supe desde el momento en que puse la pluma sobre el papel. Incluso si antes escribir era una acción indiferente, llega un día que te abre los ojos. Un día que te enzarza en él y ya es parte de ti. Escribes chorradas, estupideces que cruzan tu cabeza, pensamientos fugaces y pasajeros, y cuando quieres darte cuenta tus sentimientos ya lucen desnudos.
Crees que no es nada. Fragmentos de escritos, frases cortas, de opaca diferencia, trazas que quizás nunca debieron de ser plasmadas. Pero llega un día que aparece y te abraza. Te agarra fuerte y nunca más te suelta. La asemejaría a la sensación de una droga. Totalitaria e indescriptible. Sufrirá varios rechazos al inicio, pero un día llega y abre tus ojos a un mundo del que pocos vuelven. Esa sensación de necesitar las caricias de unas paginas. Esa sensación de necesitar volar. Cerrar los ojos y volar.
Quizás no soy capaz de expresar esa sensación que solo los escritores sentimos, bueno sentimiento sería la palabra más apropiada.
Por supuesto existen diferentes opiniones, realidades y juicios respecto a ello. Existen miles y miles de maneras de entenderlo, sentirlo. Existen personas que jamás serán capaces de abrir sus ojos a las maravillas de la literatura, simplemente porque no están hechos para ello. Porque encuentran la felicidad en la adrenalina, en el éxito, o sin ir más lejos en la simpleza. Conocen la belleza con otra identidad, y así la viven. Sin embargo, a otros la belleza se nos muestra de forma nostálgica y comprensiva. Detallista en los momentos pertinentes, dejando un inexplicable vacío acogedor, como el que deja rosas en la puerta y se marcha.
Tampoco pedí jamás ser comprendida. Yo comprendo aquellos que he mencionado, y es por eso que nunca impuse lo que pensaba, ni arrojé a nadie a este abismo. Soy feliz en este rincón donde me vacío en soledad.
Así es, estoy enamorada de este vacío. Para el que le guste y para el que no. Madre, amigos, personas que aprecio desde lo más profundo de mi corazón; aceptad este amor que tan irracional consideráis. Porque ya forma parte de mí.
Miro a la página en blanco. Mis párpados enfocan el cursor que aparece y desaparece discontinuamente jugando a provocarme. "Juegas con fuego mi amigo" carrasqueo, cierro los ojos y suelto un suspiro. Las extremidades de mis dedos se posan encima del teclado. Acarician cada tecla mientras me paro a reflexionar. ¿Qué es esta presión en mi pecho? ¿Qué es esta angustia que siento a espaldas de mi corazón? ¿Qué es lo que me hace sentir así? y a continuación las líneas se vuelven lienzo y las respuestas musas. Ríos de palabras nacen para esbozar ese dolor y compunción que habitan en la mente. Y algo tan íntimo y a la vez tan devastador lo abarca una sencilla página, ligera y frágil.
Les quiero responder a todos aquellos que se dirigieron a mí con un "es un oficio complicado", u otras cuantas frases infestadas de peros.
¿Cómo no voy a amar a aquello que me da alas? Dime, ¿cómo se renuncia a volar?
Dime como no amo, a aquello que transformó las trazas en cicatrices, las frases cortas en poesía, y a todos esos fragmentos vueltos en mundos.
Todo el odio, tristeza, rabia, impotencia... las usa con elegancia.
Y dime cómo, cómo no amo aquello que recoge mis defectos para convertirlos en belleza.
Escribo en este frío banco mientras me acorrala la lluvia y mis lágrimas se pierden en la multitud.
Y le digo "consúmeme, consúmeme porque estoy rota".
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Treinta y cuatro cartas sin destino
RandomEste pequeño libro no es mas que un delicado enlace de palabras. Quiero que comprendas a cada persona en el interior de estas páginas, que te bañes en sus sentimientos. Ellos abrirán sus corazones. Así que pido, por favor, que tú hagas lo mismo.