20 de Septiembre de 1922.
Recuerdo que me miraba con lástima.
-¡Vete a la mierda anciano!¿Por qué tengo yo que reparar tu maldita puerta?-
-Cálmate hijo, el hecho no es ese. No puedes estar viniendo ebrio y con mujeres a mi casa ¡Hay días en los que ni te apareces!- Le temblaba el cuidado bigotito blanco sobre el labio.
-¿¡Y a ustedes qué les importa!?¿sabes qué? Olvídalo.
-No. Esta será la última noche que duermes aquí, mañana a primera hora te quiero fuera de mi casa.
-¿Por qué mañana? ¡Yo me largo ya!- Allí salí medio ebrio estrellando la jodida puerta, de noche con el cielo despejado y yo con la vista nublada no me paré a contemplarlo hasta ahora..
-Eso lo sé- Respondió mirándome desde arriba- Papá me lo contó, por eso me mandó a buscarte, puede que solo seas un inquilino pero no era lástima. Mi papá te quiere y se preocupa por ti, igual que todos y como saliste de esa manera, creímos que algo te sucedería y estábamos en lo correcto, ¡Dios! ¿Qué te pasó en el ojo? Lo tienes todo hinchado.
-Verás... después de salir de tu casa, fui a un bar a seguir bebiendo, allí había un grupo de imbéciles hablando basura sobre los resultados de la guerra, hablaban de que los soldados habían sido unos incompetentes, ¡MIERDA! ¿Cómo hay gente que puede ser tan idiota?-
- Cálmate- Me tomó del hombro con sus pequeñas manos.
-No. No tienen idea como es estar en el campo, ver como escapa la vida de tus compañeros dejándote solo.. siempre solo-
-Harrison- Se quitó su pañoleta dejando caer su cabello castaño- Tu ojo está comenzando a sangrar- Le dio unos toques leves a la herida- ¿Te puedo decir algo?-dijo con delicadeza- Mamá me pidió que limpiara tu habitación, cuando entré vi unas cartas en el escritorio... y como llevas casi 7 meses con nosotros y sabemos tan poco de ti no pude evitar darles unas ojeadas- rápidamente comentó y al finalizar callada esperó mi respuesta, como no obtuvo, siguió- Dime si me estoy pasando del límite pero.. ¿Quién es E.L.?-
-¿Anduviste mis cosas?- Enojado repliqué.
Hizo silencio y desvió la mirada, quedamos así un momento hasta que me tranquilice. Entendía su situación. Nunca dije nada de mí, no podía culparla por querer respuestas.
-¿Cómo decirlo, fue... alguien importante. Recuerdas el sombrero que te di a los días que llegue?- Respondí.
-Claro, lo uso todos los Sábados cuando voy al mercado.-
-Le pertenecía a ella- Vi que su rostro ensombreció, allí me percaté...- ¡No no, no es lo que piensas! No me malinterpretes. No es nada grave, si eso es lo que estás pensando. Se le calló por la ventanilla del tren al despedirse de mí- Nostálgico sonreí.
-¡Dios! ¡Es que la manera en que lo dijiste! ¡Se me formó un gran nudo en la garganta!- Estaba roja y me dio un pequeño golpe en el brazo- A la próxima podrías empezar por allí- Me vio fijamente- ¿Sabes? Esta puede ser la primera vez desde que te conozco que te veo sonreír. Tienes una linda sonrisa, deberías mostrarla más seguido- Hizo una breve pausa- ¿Qué te parece si vamos regresando? Mamá debe estar horriblemente preocupada- Me miró alentadora con sus refinados rasgos, volví a sonreír, cosa que me dificultaba respirar gracias al tabique desviado de aquella vez que me rompí la nariz.
Había llovido al atardecer y se veían las estrellas reflejadas en los charcos del suelo. Caminamos en cómodo silencio.
-Debo disculparme con tu padre- dije frente a la entrada. El corazón me palpitaba fuerte.
-No te preocupes, tranquilízate- me dio un pequeño empujón.
Las luces estaban apagadas. Atravesamos la chillona entrada "Deben estar dormidos" pensé, me quedé un momento mirando la puerta caída.
-Adelántate, tengo algo que hacer-
...
Terminé justo antes del amanecer, me pesaban los ojos y me dolían las manos, pero jamás me había sentido mejor en mi vida.
Me despertó la luz del día rozándome el rostro y el toqueteo rítmico en la puerta de la habitación, me levanté torpemente de la cama en dirección del sonido, el dolor de cabeza era punzante y el ojo aún me dolía.
-Buen día- Abrí la puerta lentamente con un nudo en el abdomen.
Entró el Sr. Hughes con su chaleco café y su sombrero de casa, al entrar en la habitación se quitó el gorro, se me quedó mirando con los mismos ojos castaños de su hija, grandes y afables.
-Disculpe por lo ocurrido ayer, no estaba en mis sentidos, dije cosas que no debí, no era mi intención. En serio disculpe- Sentí mi voz quebrarse.
Antes de poder decir otra palabra dio un paso al frente y puso sus manos en mis hombros, dijo.
-Gracias por arreglar la puerta- me abrazó.
Lo apreté con una débil fuerza y conteniendo las lágrimas, asegurándome que no me pudiera ver la cara. No quería que notara lo pequeño que me sentía.
-Todo estará bien hijo- Esas palabras dieron en el blanco, no pude contenerlo, lágrimas comenzaron a desbordarse por mis mejillas, lentas e inseguras.
-Detesto estar así, lo odio, me odio... yo quiero mejorar, ¡Pero no puedo! lo intento, lo intento ¡pero no puedo!- Sentí la cara roja por la presión del enojo.
-Quiero mostrarte algo- Se movió el chaleco dejando al descubierto, un hombro lleno de cicatrices- Todos tenemos que cargar cruces a nuestra espalda... lo importante es jamás dejar que su peso sea mayor que nuestra fuerza, recuerda que no estás solo en este mundo-
En ese momento sentí como si me hubiera dado permiso para ser débil y al preciso instante gratamente lo acepté, rompí en llanto en su pecho, sentía como me apretaba más fuerte.
Entre sollozos y silencio solo se escuchó una palabra
"Gracias".
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Mil
RomanceEl mundo sigue un ritmo constante que no considera nuestra percepción. El tiempo es tan solo un factor y la necesidad de hacer algo al respecto genera un compromiso. En esta historia se ve a Harrison Brooks, un hombre en sus 20's tras los acontecimi...