Un día que comenzó mal

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El día llegó con su impresionante despliegue de luz, que se deslizó, como bandida, a través de las cortinas de la habitación. Natasha odiaba cuando el sol le despertaba de esa manera tan brusca, así que, ese día comenzó mal. Se levantó de la cama fastidiada; recogió su ropa del piso; y luchó por liberar su sujetador de debajo del cuerpo masculino que le había dado calor por la noche. El hombre no despertó, y hasta ese momento, Natasha reparó en que no tenía idea del nombre de éste; no importaba de todas maneras.

Se miró en el espejo.

—¡Qué desastre!—exclamó en voz baja, y dándose golpecitos con el dedo en el contorno de las ojeras. Suspiró, al tiempo que intentaba aplacar su melena alborotada—No lo vuelvo a hacer.

Rio para sí, porque sabía que eso era engañarse a sí misma. Después, de puntillas cruzó la habitación; recuperó sus zapatillas de la alfombra; y tras mandarle un beso en el aire a su amante, salió de la habitación.

Para Natasha Stark, nada estaba prohibido. Así que, dejar el hotel de esa manera y sin inmutarse ni un poco era casi una rutina. Pepper lo sabía, por eso estaba en el vestíbulo, esperándola. Pepper Potts era su mejor amiga y asistente personal. Era eficiente e inteligente, y tal vez, mucho más capaz de dirigir una multinacional con la punta de los dedos que ella. Natasha sonrió cuando la vio y reconoció su gesto tenso.

—¡Toni! ¡No puedo creer que...!

—No me regañes...

—¿Es que no te das cuenta de que pones en peligro la reputación de la empresa?

Natasha le sonrió ampliamente. Se daba cuenta de que el mundo empresarial era una horda de hienas. Simplemente no podían soportar que una mujer joven y bella como era ella fuera el ser humano más rico del país, y probablemente, también, el más inteligente. ¿Por qué? Ella quería pensar que sólo era por envidia banal, pero en realidad, estaban atónitos, heridos en su propio ego. Era triste saber que todo se reducía a que era mujer. Sí, sonaba a cliché y hasta estúpido en estos tiempos modernos, pero infortunadamente no había otra explicación. Por ello, siempre estaban buscando detalles, pequeños escándalos que la desprestigiaran. Y sus múltiples parejas sexuales era uno de los temas recurrentes.

—Si fuera un Don Juan, me alabarían—dijo, tomó el brazo de Pepper y juntas cruzaron el vestíbulo—. Además, ¿qué les importa?

Pepper suspiró, le gustaría que su amiga fuera menos liberal, pero al mismo tiempo le aplaudía su rebeldía.

—Algún día te enamorarás—sentenció cuando llegaron al auto y el chofer les abrió la puerta—. Y Te darás de topes.

Por toda respuesta, Natasha echó a reír al tiempo que negaba.

Después de un baño y un copiosos almuerzo, Toni, como sus amigos la llamaban se puso cómoda en su taller. Tenía desplegadas varias pantallas frente a ella y revisaba con ojos clínico un par de sus diseños. Sentada con los pies sobre la mesa, disfrutaba de una bolsa de moras deshidratadas; sonaba Highway to Hell de AC/DC a todo volumen. Eso, para ella, era el paraíso. Un paraíso que se derrumbó cuando vio los tacones de Peper bajar lentamente los escalones que daban a su guarida.

—Silencio—dijo Pepper cuando entró.

—¿Ahora qué Pepper?—se echó a la boca un par de moras y le miró con hastío—. Estoy trabajando.

—Esto es importante.

Pepper dejó sobre la mesa un folder, Toni lo miró, luego, a ella, y de nuevo, al folder. Suspiró y bajó los pies de la mesa; sujetó el folder y lo abrió lentamente, como una tortuga, con todo el propósito de sacar de sus casillas a su amiga. Lo logró bastante rápido, Pepper le quitó el folder de las manos, lo abrió y le señaló un punto.

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