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Sus movimientos fueron casi felinos, tan veloces y precisos que apenas le dió tiempo procesar lo que hacía

Akane esperaba el inminente impacto contra el suelo con los ojos cerrados, que humillación ante tanta gente. Sin embargo el golpe nunca llegó, algo, alguien la sostuvo en sus fuertes brazos

Aún con los ojos cerrados, percibió un olor a tierra de bosque y madera, pudo sentir unos brazos llenos de músculos sostenerla. Abrió lentamente los ojos encontrándose con el mar en una mirada azul de cristal

Tan profunda, tan hermosa, tan calma como cuando hace un buen día en el océano, absorta en ese par de ojos que no se despegaban de los suyos

Las almendras se sumergieron en el océano con fuerza, penetraron hondo en el alma de Ranma con esa pequeña mirada. Sus pupilas se dilataron, no podía creerlo y ella tampoco

—¿Se encuentra bien?— preguntó el chico de la trenza con miedo. La ayudó a pararse correctamente sintiéndose observado por todos los curiosos —Alteza

—Si, muchas gracias— respondió ella mirándolo aún, con las mejillas calientes —Tu nombre— Le pidió sintiéndose nerviosa también

—R-Ranma— respondió rascando su nuca

—Sasuke— nuevamente Akane hablaba sin quitarle la mirada —¿Aún quedan emblemas?— Ranma sintió su corazón palpitar de emoción  

El guardia se rebusco pero no halló ninguno —Son todos su majestad, solo ordenó traer quince— habló el hombre

—Es una lástima— ella agachó la mirada mientras el de la trenza sentía más decepción que antes. Teniendo de frente a la princesa la sentía tan lejos que casi dolía —Con lo que me gustaba— ella se quitó su propio emblema de la clavícula entregándoselo al azabache

—Esto...— Ranma no sabia que decir ¿Qué se supone que significaba aquello? ¿Que estaba dentro? —Yo...— por unos segundos y algunos latidos otra vez emocionados de su corazón nadie dijo nada. Absoluto silencio reinaba en la plaza

—Bienvenido— finalizó la princesa con una mirada cómplice y un brillo especial en los ojos —Ranma—

El chico estaba en su ensoñación, incrédulo y emocionado como nunca, pero al escuchar su nombre reaccionó de nuevo —Dígame

—Cuento contigo— ella le guiñó el ojo caminando una vez más dónde su familia. El guardia llamado Sasuke lo escoltó hasta la zona de elegidos anunciando

—¡La selección está completa!— De nueva cuenta los gritos comenzaron a inundar todo. Al ser la selección el evento final, la emperatriz Naoko y el resto de la familia estaban por regresar

Ranma estaba montado en un carruaje con rumbo al palacio, miraba por la rendija de su ventana el paisaje que travesaban. Suspiró sintiéndose afortunado, aunque con miedo

De no haber sido por ese accidente no podría ir y pertenecer al harem de la princesa —¿Cómo te llamas?— preguntó alguien a su izquierda llamando su atención

—¿Yo?— cuestionó, pues al estar sumergido en sus pensamientos no sabia si de verdad la pregunta era para él

—Si, tú ¿Quién más?— un tipo de mirada amenazante lo señalaba con acusación latente —Dilo

—Me llamo Ranma— respondió sin más, sin darle importancia que no merecía. Podía parecer amenazante pero a leguas se notaba que era un verdadero cretino

—Así que Ranma, puede que hayas tenido suerte pero te advierto, aléjate de la princesa Akane, yo soy quien va a desposarla ¿Entendido?— Aquello llamó la atención de todos los que iban en el transporte real

—¿Qué te hace pensar que serás su esposo?— cuestionó aquel que fue el primer elegido —Nadie te lo asegura— dijo cruzando los brazos

—¿Y tú qué te metes cegaton? Dedícate a tus asuntos— Le espetó el otro —Yo Ken el camaleón, seré el esposo de la próxima emperatriz— vociferó con altivez

—Ja, piensa lo que quieras— Ranma se había dado la vuelta para ignorarlo completamente

—Ya lo verás Ranma— declaró el chico ganándose la mirada desconcertante de casi todos

Al llegar al palacio, todo parecía salido de una historia fantástica, hermosos jardines vestidos de un pulcro césped verde, fuentes de criatura extrañas y desconocidas que solo la locura de un artista podría moldear sin temor a equivocarse o ser juzgado

Los primeros en descender fueron los del carruaje que iba adelante, uno a uno fue adornado con una extraña tela sobre los hombros

Al salir de aquella cabina transportable sus ojos se abrieron de par en par. Había escuchado historias del palacio, enorme y de lujo, pero lo que presenciabn sus azules orbes era algo más allá de lo que se pudo imaginar

Las paredes de mármol se alzaban altas, las torres lisas y blancas eran tan grandes que creía podían alcanzar las nubes, sus cúspides puntiagudas le daban un toque totalmente japonés

Avanzó conforme la fila mientras también ponían la tela en su cuerpo —¿Qué es esto?— preguntó pero nadie respondió. Lo hicieron caminar por un sendero que guiaba hasta la entrada del palacio marcando su destino para siempre

PoliandríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora