CAPÍTULO 7. EL VESTIDO PERFECTO

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Durante el camino platicamos sobre su estancia en Londres. Sé que tiene dos hermanas: Christine un año menor que él y Emily 8 años mayor, la cual había sido de gran ayuda. De su padre, el famoso fiscal, habló muy poco y de su madre aún menos, se limitó a decir que solo se preocupaban por la imagen y dinero así que él no recordaba la última vez que habían pasado unas vacaciones todos juntos como "la familia perfecta" que decían ser.

— ¿Qué debes de hacer en Rockville? —Preguntó para romper el silencio que surgió después.

—Debo comprar el vestido para esta noche —sabía que era absurdo ir hasta allá por un vestido, pero Christopher no se tenía que enterar que sufría de ciertos problemas económicos—, y he encontrado el perfecto para la ocasión en esa tienda y le prometí a las gemelas que hoy luciría "bien" —sonreí y espere que se creyera la excusa.

—Tú ya luces bien, diría yo.

—Creo que es ahí —lo interrumpí, no sabía que debía responder ante eso, pero un gracias no habría estado mal.

Señalé una tienda cuyo letrero estaba desgastado, no lograba distinguir si era el lugar correcto.

—OK. ¡Espera! —me ordenó y bajó del carro.

—No tienes... —ni si quiera había terminado la frase cuando estaba abriendo la puerta y extendiendo su mano para ayudarme a salir.

— ¿Y bien saldrás de ahí o solo te quedarás viéndome por el resto de la tarde? —parecía una tonta, ahí sentada sin decir nada, lo miré con detenimiento y sentí unas pequeñas cosquillas en mi estómago. ¡Vamos Valerie! Me mordí el labio para reaccionar.

—Sí. Voy a salir—fueron las únicas palabras que salieron de mi boca

— ¡Bienvenida! —Gritó con emoción una pequeña ancianita con el cabello blanco y lacio cuando nos vio entrar.

—Hola. Disculpe, ¿Esta es la tienda que tiene en oferta algunos vestidos? —pregunté mientras miraba alrededor donde solo había cuadros, vasijas, cofres, relojes y cientos de cosas viejas detrás de una vitrina de cristal.

— ¡Oh! Lo siento mucho —Su rostro parecía desilusionado y sus arrugas hicieron notar aún más sus años—. Es la tercera vez que llegan a preguntar por la antigua tienda. Soy la nueva dueña y ahora es una tienda de antigüedades.

—Es una pena, gracias por el dato —mostré una sonrisa a medias— ¿Qué demonios voy a hacer ahora? —dije en voz baja

— ¿Ya has encontrado el vestido perfecto? —dijo Christopher por detrás.

—No, al parecer la tienda aún no actualiza su página web —dije observando una casa de muñecas tallada a mano.

—Debe de haber muchas tiendas cerca de aquí —dijo mientras agarraba una pequeña tetera.

—Ya no queda demasiado tiempo —mentí, lo que no quedaba era presupuesto.

— ¿Señorita? Escuche que necesita un vestido urgente —Se acercó la ancianita, tomó de mis manos y me jaló hasta la sección de telas antiguas.

—Hace unos años, el teatro Real Carlos III en España hizo una subasta de beneficencia y conseguí este vestido de una obra que escenificaba el siglo XIII y el arte gótico.

—Es hermoso —dije mientras examinaba cada uno de los detalles: parecía hecho a mano, largo y negro, tenía un corset sutil y unas cuantas formas de arte bordado. Sencillo pero elegante y aun así, no estaba segura de usarlo en la fiesta.

—Sé que es algo que no se usa hoy en día —me leyó la mente—, es por eso que si me regalas 30 minutos de tu tiempo transformaré este vestido en "el vestido perfecto" —me arrebató el vestido y se metió a un cuarto.

No pude preguntar por el precio, solo esperaba que no fuera más caro que los vestidos que se suponían estarían en oferta.

—Bueno, creo que hay que esperar —encogí los hombros.

—Por mí no hay problema —Christopher me sonrió y fue hacia el aparador de relojes— Valerie, la fiesta es de antifaces ¿no es así?

— ¡Mierda! me he olvidado de eso. No creo que haya necesidad de usar uno —dudé

— ¿Segura? aquí hay un par

— ¡Vaya! Esta tienda tiene muchas sorpresas —El par de máscaras, según la descripción de ambas, estaban inspiradas en la obra del "Fantasma de la Ópera" la primera era blanca y lisa y solo podía cubrir la mitad del lado derecho del rostro sin tocar los labios, mientras que la segunda estaba hecha con filigranas de metal que le hacía tener un aspecto de encaje y en cada unión tenia pequeñas piedras rojas, a diferencia de la otra, ésta cubría la parte izquierda. Las dos se complementaban perfectamente.

—Vienen en juego ¿deberíamos comprarlas?

—Hmmm... — ¿Christopher estaba dispuesto a usar máscaras de pareja?... ¿Y yo?

40 minutos después salió del cuarto una obra maestra, o al menos eso pensé al ver que el vestido que me había enseñado antes lo había cortado y cosido de una manera que quedará como nuevo.

—Puedes probártelo en aquel biombo — ¿Aquel qué? pensé—. ¡Anda ve! —e hizo un movimientos indicando unas tres tablas de madera en vertical.

Entendí que significaba eso: un divisor que antiguamente era utilizado como vestidor, a diferencia de los que había visto en las películas este mostraba en su exterior una pintura que simbolizaba una orquesta sinfónica de siglos pasados, donde los hombres aun usaban pelucas blancas totalmente ridículas.

Me probé el vestido, salí y había un espejo frente a mí, la ancianita me ayudó a ajustar el corset. El corte era perfecto, la parte delantera era más corta que la trasera, le agregó también una tela extra color negro transparente que quedaba en juego con una flor que le colocó en la parte izquierda del pecho.

—¿No se ve hermosa? —Le preguntó a Christopher.

—Si... Muy hermosa —sonrió en cuanto le devolví la mirada.

—Pequeña, te haré un descuento, pasa a la caja en cuanto termines —dio la vuelta y se fue.

Guardé el vestido en la mochila y salimos de la tienda. Le conté donde tenía la próxima cita y por qué la insistencia de las gemelas en ir, así que le propuse que antes de irnos hacia el salón de belleza fuéramos a comer algo. Me sobraba dinero gracias al descuento y Christopher se moría por una hamburguesa.

—Cuando tienes Chef personal no puedes darte el lujo de comer una hamburguesa —dijo mientras le daba un sorbo al refresco.

—Es porque nunca has padecido de hambre —reí tímidamente—. Gracias por traerme, ha sido suerte que en la tienda vendieran justo lo que quería.

—Hablando de eso, esto es tuyo —abrió su mochila y saco de ella un estuche de terciopelo.

—Así que por eso me ha dado un generoso descuento —eran las máscaras que habíamos visto antes—, creí que le había caído bien —me burlé.

—Ni se te ocurra —me dijo en cuanto saqué la cartera para darle la parte correspondiente del antifaz.

—Por ti me hizo un descuento.

—He recibido una hamburguesa a cambio —me guiño el ojo y tomó de mis papas—. Ahora nos tenemos que ir, tus amigas se pondrán furiosas si no llegas a tiempo y no quiero ser el culpable.

— ¡Si claro! —Las gemelas preferirían mil veces que me perdiera por ahí con un chico y, más si era uno llamado Christopher Brett. Y no las culpaba. Cada vez que pasábamos tiempo juntos no quería separarme de él. Definitivamente me estaba volviendo loca, pero por nada del mundo lo iba a admitir delante de alguien más.     

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