Pip. Pip. Algo sonaba en mi habitación. Estaba estirada boca arriba en la cama. Tenía los ojos cerrados. ¿Qué demonios? Era cansino.
Me di la vuelta.
Cogí la almohada y me la puse en la cabeza. Quería dormir. Tan solo un poco más. Intenté controlar mi respiración y reducirlo al mínimo para entrar en el sueño sin éxito.
Fingí no oírlo, pero no funcionó. Con lo que me costó conseguirlo. No hacía nada de eso. Podía parar ese sonido molesto, ¿no? Silencio y paz. Eso era lo que necesitaba ahora.
Abrí los ojos. Encendí la luz. Parpadeé unas cuántas veces para adaptarme a ella. Al rato, mi visión dejó de estar borrosa y se volvió clara.
Bostecé y me sequé los ojos húmedos con las manos.
Poco a poco, empezaba a despertarme pese a estar dormida. Miré hacia la gran ventana que tenía delante que se situaba a mi izquierda. La persiana y la cortina estaban bajadas. Pese a eso, se oía al bebé de los vecinos llorar como si estuviera a mi lado. Tenía una capacidad increíble para gritar. Era más fuerte que ese extraño ruido. ¡Vaya pulmones!
Pip. Pip. Otra vez. Estaba tan absorta en mis pensamientos que me olvidé que había algo que continuaba sonando. Me cansé. Busqué con la mirada a alrededor hasta que di con el culpable.
Delante de mí, había una pequeña e intensa luz que se encendía y se apagaba. Era un objeto blanco y pequeño con una antena a la derecha. La hora se mostraba grande. Marcaba las 9:00h. Esta no paraba de parpadear. Un despertador.
No me acordaba. Entre que me costó dormir, y la fiesta que dieron por la noche los vecinos de atrás, no ha habido manera de conciliar el sueño. Además, hoy empezaba la carrera de Psicología.
Desde pequeña, siempre me había llamado la atención ayudar a las personas y comprender el porqué de su comportamiento. Con los años, aprendí que hay una historia detrás de las acciones, aunque me cueste entender. Llevaba esperando que llegara este momento desde que tenía memoria. Ahora tenía la oportunidad.
Las 9:00h me quedé pensando. Esa era la hora en la que tendría que entrar normalmente, pero recordaba que en el mensaje que nos enviaron, el primer día entrabamos antes. Caí en la cuenta, llegaba tarde. Me había dormido.
Me levanté y salté de la cama. Fui a la cocina caminando tan rápido como pude, casi corría y todo.
Cuando llegué no había nadie. Mejor. Así, no sabrían que llegaba tarde. Abrí el armario donde se guardaba la comida, y, tras mirar lo que había, cogí unas galletas de chocolate. Tenía que comer algo o no iba a prestar atención a nada que no fuera mi estómago. Mientras comía, volví a mi habitación.
Cogí mi celular. Luego me metí al baño; decir que era grande era poco. Enfrente de la entrada había un armario que me recordaba a la tierra. Al lado estaba el váter. Delante, el lavamanos y un gran espejo destacaban en la sala. Al fondo, mi vista se encontró con una bañera y una ducha. Entre ellas, el reloj marcaba la hora: Las 9:30 a.m.
Me había perdido la presentación. Tenía que estar ahí a las 8 de la mañana. El correo que me envió la universidad dos semanas antes decía que habría la bienvenida, y luego, comenzarían las clases. No empezaba con buen pie. Tampoco causaría buena imagen al profesorado y al resto de mis compañeros. ¡Qué idea tendrían de mí!
Me vi en el espejo. Tenía un aspecto horrible. Las ojeras eran visibles. El pelo marrón oscuro estaba alborotado, incluso parecía muerto. Lo que más me gustaba de mi físico eran mis ojos. De lejos parecían marrones, pero si ponías atención, lo que rodeaba el iris era de ese color como el tronco de los árboles, y el resto, motitas de oliva verde. Mi pijama de verano estaba compuesto por una camiseta de rayas violetas y lilas, y un pantalón que me recordaba al nombre de una flor. Mis chanclas eran azul oscuro intenso con líneas que formaban los colores del arcoíris.
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Los sueños de Alaya✅
Fantasy"Se dicen muchas cosas acerca de los sueños, pero no creía en nada de eso, hasta ahora." Alaya Montoni lleva todo el verano esperando a que llegara septiembre para empezar el primer año de la carrera de Psicología junto a su mejor amiga, Emily...