Ajedrez.

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No me voy porque jueguen conmigo;
a estas alturas resulta un halago.

Me voy porque la vida es un ajedrez en el que mi jugadora me llama reina aunque me utilice para lo mismo que a un peón: cuidar lo que le importa (que no soy yo).

Porque aquí todos se mueven trazando líneas rectas y yo solo sé hacer eses.

Porque no hay pérdida hasta que el rey falta, así que qué más da.

Enhorabuena a mis enemigos, ganaréis puntos por la cara, ya que esta vez la voy a dar.

Ha sido una partida larga, nada comparado con la mía. Pero esta vez me voy.

Me lanzaré desde cada torre hasta caer en una casilla sin salida y que os deje a todos descolocados.
Que sepa a haberse comido una pieza de las tuyas aunque estés del lado de mis rivales.

Que haga que hasta los alfiles salten del blanco al negro y eso les obligue a ir de frente de una vez.

Porque cuando me mate el jaque será para todos.

No habrá escapatoria;
por eso me voy.

Esta vez va a ser la reina la que empiece una partida.
Para no volver a jugar.

Me llamoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora