The Big Four #1: Las leyendas se unen. *corrigiéndose*

Capítulo 2: Conociéndonos

  Luego de una muy breve conversación, todos estuvieron de acuerdo con que aquellas luces mágicas tenían algún propósito, entonces, se dispusieron a conocerse.

  Los cuatro juntaron unas cuantas varas y ramas para crear luego una fogata, pero se dieron cuenta que tan poca madera no serviría de mucho.

—Iremos por más madera ¡Ya volvemos! —anunció Jack caminando hacia el bosque.

—Chimuelo, cuídalas —dijo Hipo a su dragón, y salió tras Jack.

  Rapunzel y Mérida se quedaron solas, hubo un silencio muy incómodo, hasta que Mérida lo rompió:

—¿Y qué se supone que haces aquí? —preguntó— ¿Es decir, por qué estas en el bosque?

—Oh, pues...  —la rubia se puso algo nerviosa— Bueno, te sonará un poco loco, pero estuve encerrada en una torre durante 17 años y quería pedirle a mi madre si podía salir, pero ella no me dejó, así que me escapé para ver las luces flotantes y para ver cómo era el mundo —dijo Rapunzel y tragó saliva en seco.

— ¿Y por qué estuviste encerrada todo ese tiempo? —preguntó Mérida algo confundida.

"¿Podré confiar en ella? No lo sé" pensó la rubia.

—Bueno te... te lo contaré si juras que no le dices a nadie —dijo Rapunzel nerviosa.

—Está bien, no se lo diré a nadie, lo juro —dijo Mérida.

—Mi cabello tiene un don, mejor dicho, un poder. Es curativo y cuando canto una canción especial comienza a brillar y puede sanar cualquier herida e incluso rejuvenecer a las personas—le dijo Rapunzel más tranquila.

—¿¡En serio!? —preguntó Mérida emocionada— ¡Genial! A ver ¡cántala!

 Cuando Rapunzel empezó a cantar, el cabello se fue iluminando desde la raíz hasta las puntas, pero Rapunzel se interrumpe a sí misma al escuchar cerca las voces de los chicos, segundos después ellos aparecieron con madera en las manos— Oh, hola chicos —saludó nerviosa.

—¡Ay, no!  —exclamó Mérida enojada.

—¿Qué? —preguntó Hipo incrédulo mientras ponía la madera en el fuego.

—Nada —respondió la pelirroja haciendo un puchero.

—¿Y ahora qué? —preguntó Jack sentándose.

Los cuatro miraron todos los palos apilados en el suelo.

—Yo te mostraré como se hace una fogata  —dijo Hipo y se acercó a Chimuelo.

  Chimuelo lanzo una bolita de fuego y la fogata se prendió, era muy grande. Después de comer pescados asados que habían logrado cazar, todos contaron la razón por la que estaban en el bosque y  por qué habían escapado. Se durmieron incómodos, claro, pero al fin y al cabo se durmieron.

—¡Rapunzeeeel! —Gritó la madre de Rapunzel canturreando.

 La madre de Rapunzel había llegado a casa y no le iba a gustar con lo que se iba a encontrar...

—¡Rapunzel, deja caer tu cabello! —Gritó un poco preocupada pero aún cantando a lo último— ¿Rapunzel? Se debió haber quedado dormida...

La madre arrancó unas ramas y piedras de la torre y atrás de ellas había una puerta, subió las escaleras y fue directo al cuarto de Rapunzel, pero en cuanto destapó la sábanas, ella no se encontraba allí.

—Rapunzel —dijo entre dientes— Hija de...

—¿Te puedo ayudar en algo? —dijo un hombre detrás de ella.

—¿Quién eres y qué hiciste con mi Rapunzel? —dijo Gothel sacando un cuchillo de entre su capa.

—Tranquila Gothel, yo no tengo a Rapunzel —respondió él.

—Te hice una pregunta ¿Quién-eres-tú? —lo apuntó con el cuchillo

—Mira Gothel yo quiero lo mismo que tú: a Rapunzel. Y te propongo un trato —el hombre ni siquiera tembló.

—¿Qué trato y cómo sabes mi nombre? —dijo Gothel bajando un poquito el cuchillo.

—Yo sé todo sobre ti, te sigo en Wattpad —respondió con obviedad.

"Sabía que eso de pon algo sobre ti era una mala idea", pensó Gothel

—En fin, me llamo Pith Black, mejor conocido como "Sombra" o "el Coco" pero dime Pitch —contestó finalmente.

—Está bien ¿Qué es lo que quieres? —Gothel bajó el cuchillo muy insegura.

—Te propongo un trato: Rapunzel es una flor mágica, y yo también la quiero poseer, no por rejuvenecer, lo que sucede es que té no conoces el poder increíble poder que tiene esa flor. Sé lo importante que es ella para ti, y déjame decirte, que sé cómo encontrarla. Pero quiero algo a cambio—dijo él.

—¿Qué cosa?

Él sonrío malévolamente.