Capítulo 18: Desiciones apresuradas

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Yuuri se quedó mirando hasta que los rusos se habían ido en su auto. Con total calma intentó cerrar la puerta de su departamento de la mejor manera que pudo y se dirigió hasta el cuarto donde se encontraba Victor. Si bien, para Yurio fue imposible verlo, el japonés siguió los casi imperceptibles ruidos que venían desde una gran caja que se encontraba en el lugar. Con delicadeza se anunció, para luego dar suaves golpecitos a la caja de lo que parecía haber contenido alguna vez una lavadora o cocina, por su gran tamaño.

–Vicchan, está bien. Ya puedes salir. –Se quedó en silencio unos momentos, pero no hubo más respuesta que jadeos dentro– Voy a abrir la caja, ¿está bien?

Al abrir el escondite, pudo ver a Victor en penumbras, contorsionado abrazando a Makkachin que aún dormía. El peliplata se veía sudoroso, de sus ojos escapaban pequeñas lágrimas y jadeaba como si le faltara el aire. Cuando sus ojos se encontraron, la mirada azulada demostraba el temor y desesperación que aquella situación lo había hecho pasar.

Yuuri acarició la húmeda frente del pequeño quitando algunos mechones que se le habían pegado a su rostro, luego, con mucho cuidado, comenzó a sacar al caniche y lo dejó con la misma manta que estaba envuelto afuera de la habitación. Después volvió por Victor, quien aún no reaccionaba del todo, extendió sus manos para sostener los finos y pálidos dedos del menor. Le ayudó a salir despacio, cargandolo en sus brazos, el peliplata lo abrazo por el cuello escondiendo su rostro.

El japonés lo cargó hasta el cuarto que compartían. Lo depósito con cuidado en la cama y se sentó a su lado acariciando el fino cabello del ruso en toda su extensión.

–Lo hiciste bien, Vicchan. Ya todo termino.

Victor lo miro con sus ojos cristalinos, los cuales cerró al sentir el contacto de los tibios labios el mayor contra los suyos. No pudo evitar aferrarse al otro para sentir su calor, su olor, su todo que lo hacía sentir mejor.

Se separaron, y la gentil sonrisa de Yuuri le hizo sonreír por inercia.

–Todo salió bien –Susurró el japonés. Victor asintió.

–¿Ahora podremos estar juntos? –Le preguntó algo avergonzado en el mismo tono.

–Así es –Comentó tomando la mano del pequeño dándole un beso en los finos dedos– iremos al festival de verano, estaremos unos días en casa y luego nos mudaremos para comenzar una nueva vida.

Ambos sonrieron y volvieron a darse un casto beso como sellando una promesa.

Los nervios le habían jugado en contra a Victor, le hicieron sentirse débil y Yuuri insistió para que se quedara un rato más en cama.

Llevaron a Makkachin con ellos, cuando despertó se veía desorientado y le costaba caminar, al ruso le pareció incluso que no lo reconocía, lo que le hizo volver a sentir como el miedo se volvía a apoderar de su cuerpo. Pero ahora estaba con el mayor, quien le ayudó a mantener la calma y aprovecho de consultar a Phichit para que así Victor se quedara más tranquilo.

La tarde pareció ir más lento de lo usual. Normalmente ambos jóvenes podían estar ambos compartiendo la misma habitación haciendo diferentes cosas, pero hoy era diferente para el peliplata, tenía una sensación de ansiedad poco recurrente en él. Se acercó a Yuuri que estaba en el escritorio corrigiendo algunos informes que debía entregar antes de que comenzaran las vacaciones.

–Yuuri… ¿Estás muy ocupado?

–¿Ocurre algo? –Contestó el mayor sin quitar la vista de sus papeles– ¿Te dió hambre?

–No es eso… –El menor un poco nervioso comenzó a jugar con sus dedos– ¿sabes? Esta mañana estuve viendo algo y quería saber tu opinión.

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