Capítulo 3: El tiempo siempre hace lo suyo

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A pesar de la incertidumbre que causó en él, su encuentro con Yuuri hace unos días le dio la energía que le hacía falta, aunque todo lo bueno que sentía se esfumó en el momento que abrió su casillero para cambiarse los zapatos.

-"Bastardo"... - Leyó en una nota escrita con rojo en una hoja de cuaderno. Frunció el ceño, para luego sacar y revisar sus zapatos. Derecho e izquierdo, ambos bien tal cual los había dejado el día anterior. Soltó una risa sarcástica, no podría intimidarse con algo tan infantil.

Subió hasta su salón y se sentó en su pupitre, sacó sus cosas y se acomodó para comenzar la clase. Miró a los demás, hablando de estupideces que no le importaban, de cierta forma se sentía más cómodo sin estar obligado a fingir que le interesaba lo que le decían o sonreír para complacer a otros. Quizás estar solo no era tan malo.

La imagen de su primo menor pasó un momento por su mente, él es impulsivo, grosero, sarcástico pero gracias a esa personalidad se hizo de un grupo de seguidores; aunque era casi un vándalo, era popular, realmente ambos eran polos opuestos, aun así sentía que se parecían en algo.

- Bien, a sus puestos muchachos - Dijo el profesor que entraba al salón, Victor fue sacado de sus pensamientos e instintivamente dirigió su mirada hacia el frente, aunque luego volvió a mirar hacia su lado. Tenía su codo apoyado en el pupitre y su mentón sobre el torso de su mano. Estaba sentado atrás del salón hacia el lado de la ventana, al menos podría distraerse mirando a la cancha cuando la clase se volviera aburrida.

El joven de pelo plateado pertenecía al Club de Atletismo desde la escuela Intermedia y durante la secundaria. Correr era algo que se le daba con naturalidad, le hacía sentir libre y ligero, era tan rápido que sentía que podía dejar todos los problemas atrás sólo corriendo. Había ganado en varias competencias y era un miembro activo, incluso durante las vacaciones de verano solía ir a entrenar y participar en campeonatos. Se podría decir que era el "As" del club. Después del incidente lo habían suspendido una semana de las prácticas por mala conducta, pero en realidad lo único que quería hacer era tomar sus zapatillas y correr, al menos a la tercera hora podría jugar algo de soccer en la clase de gimnasia.

Miró a la cancha desde el tercer piso en el que se encontraba, no sabía distinguir exactamente qué curso era el que la estaba ocupando en ese momento debido a la distancia, parecían estar calentando.

Posó su vista en el que parecía ser el profesor, se veía más delgado y su típico buzo rojo era reemplazado por uno negro con líneas azules, ¿lo habían cambiado? Había escuchado de sus compañeros del club que al parecer estaba enfermo, pero no pensó que fuera tan grave como para necesitar un reemplazo. Como sea, lo conocería más tarde, tal vez podría pasar su penalización por alto y lo dejara ir a entrenar algunos días antes.

A la tercera hora, usando el típico buzo de gimnasia de la secundaria, zapatillas puestas y su cabello en una coleta que dejaba ver sus delicados pero marcados rasgos de extranjero, avanzó entre un grupo de jóvenes que se quejaban de las clases.

A metros de entrar a la cancha se sentía mejor que nunca con la brisa primaveral, amaba ese olor a tierra y el sonido de las pisadas en ella. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera para convencer al nuevo profesor de que lo ocurrido había sido algo menor y exageraron con el castigo para así poder ir a entrenar después de clases. Estaba dispuesto, hasta que reconoció al nuevo profesor, Yuuri, que ahora ejercía lo que siempre quiso estudiar: profesor de gimnasia. En ese momento entendió su encuentro en la azotea.

Sintió que cayó en pánico e inconscientemente dejó de avanzar, no estaba preparado para ese momento, si bien había pasado horas preguntándose cómo sería su nuevo encuentro (si es que había uno), nunca pensó verlo desde una posición tan incómoda como su estudiante.

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