10. Los secretos de Áurea

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Azul estaba petrificada frente a las cámaras. Miles de emociones se arremolinaron en su pecho. Justo frente a ella estaban sus padres. Había cruzado el universo buscándolos y, ahora que los tenía en frente, no estaba tan feliz como pensó que lo estaría.

Sus manos temblorosas se posaron en el frío metal. Sus dedos delinearon la pequeña pantalla táctil. No escuchó lo que Yael decía, no escuchó lo que Maya decía. Sus dedos oprimieron los espacios que activaron la primera cámara, hipnotizada por el hecho de querer preguntarles por qué la abandonaron y muchas otras cosas sobre Séptima que, en ese momento, no le parecían tan importantes.

La cámara se abrió despacio y al abrirse la pequeña compuerta, un conteo regresivo inició.

—¡Es un conteo de autodestrucción! —dijo Yael alarmado.

El chico ayudado por Maya, tomó a la mujer somnolienta por ambos brazos y la sacó de la habitación.

Azul seguía hipnotizada en su sitio.

10, 9, 8...

—¡Azul! —gritó Yael desde afuera— ¡Sal ya!

La chica presionó los botones para abrir la siguiente cámara.

7, 6, 5...

Maya entró como rayo y la haló del brazo, pero Azul la empujó, presionando la compuerta de la cámara para que se abriera.

4, 3, 2...

Pero, la cámara nunca se abrió.

Maya la arrastró con fuerza, mientras Azul luchaba contra ella para que la soltara.

1...

Yael cerró la puerta de un golpe y la explosión los dejó desorientados. El pitido en sus oídos era intenso. Azul yacía en el suelo, abrazada por Maya. La chica intentaba ponerse de pie, pero Maya la sostenía con fuerza.

Las lágrimas empezaron a correr por su rostro cuando se dio cuenta de que su padre estaba muerto.

—Azul —la llamó su hermano tomándola del rostro.

La chica estaba desorientada, logró ponerse de pie y empezó a llorar.

***

La mujer estaba sentada y se apoyaba en la mesa circular de la sala principal. Suri le había ofrecido una botella de agua, mientras que Leinor le había buscado un envase donde había empezado a vomitar y con una toalla le secaba el sudor de la frente.

—Mamá está recuperándose —le susurró a su hermana que estaba arrodillada frente a la habitación donde había estado minutos antes.

—Papá acaba de morir —le dijo a Yael mirándolo a los ojos—, no lo pude salvar.

—No fue tu culpa, Azul —Yael le tomó el rostro entre las manos y secó sus lágrimas con los pulgares—, la cámara se autodestruyó.

—¿Usted es Áurea, cierto? —preguntó Suri tomando la botella de agua vacía que la mujer le devolvía— la mamá de Yael y Azul.

La mujer abrió los ojos y miró a la chica, su gesto de sorpresa se amplió al ver luego a Leinor, su mirada fue de ella a los demás, Thalía, Lyo, Warren, Hanz, Kamm y Dent. Luego su mirada se posó en Rao y en los guerreros. Rao la miraba con enojo, apretó con fuerza su lanza y la punta filosa del arma fue a parar al cuello de Áurea, que quiso correr pero no pudo.

—Ya basta —le dijo Leinor con pesadez—, es la mamá de Azul y Yael.

—No me interesa quien sea —dijo—, se llevó a nuestros guerreros.

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