18. El propósito de Zail

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Un guardia entró a la celda de Azul y confundido miró la camilla.

—¿Qué hace esto aquí? —preguntó con voz tosca.

—Cortesía de Azula. —Mintió.

—Sí, claro. —dijo con sarcasmo— Levántate, es hora de hacer explotar tu cerebro. —Rio con sorna.

Le cubrió los ojos con una venda y la sacó a rastras.

—¿Por qué la venda? —preguntó.

—Las partes de tu alma no pueden verse a los ojos.

—¿Por qué?

—Haces muchas preguntas —dijo zarandeándola—, cállate.

—No lo sabes. —Rio tropezándose con sus propios pies.

Detrás de ella, otro guardia traía a Zail, pero esta no dejaba que la tocaran y el guardia mantenía cierta distancia.

—No se pueden ver a los ojos porque los ojos son las ventanas del alma —recitó de forma poética Zail—, una mirada y el alma escapa, libre del cuerpo físico. Eso no les conviene —agregó con suavidad.

—Oye —la llamó— ¿A ti también te llevan a rastras? Que mala educación —dijo haciendo que los guardias fruncieran el ceño.

—No, para nada —dijo Zail con elegancia—, todos aquí saben que los mensajeros del universo no pueden recrearse, así que me tratan con amabilidad.

—Que suerte —bufó siendo empujada de nuevo por el guardia.

Azul intentaba mantenerse calmada, haciendo comentarios sarcásticos que hacían enojar a los guardias, pero estaba aterrada.

Cuando escuchó los pitidos de las máquinas, las computadoras y el bullicio de la gente, supo que estaba en el laboratorio. Escuchaba gritos que le dolían en su propia alma y apretó los dientes para que su mandíbula no temblara por las ganas que tenía de llorar.

—Todo va a estar bien —le susurró Zail o eso le pareció. Últimamente parecía que aquel ser se metía en su cabeza para hablarle.

—¿Mara está aquí? —preguntó.

Escuchó la inconfundible risa de Azula y sintió el calor de su cuerpo cerca.

—Me temo que no, está en un lugar donde la puedo tener controlada y esperando por mí.

Había estado tan ocupada sintiendo miedo por lo que pudiera pasarle, que había olvidado a la chica.

—Preparen los procesadores —indicó Lorton—, e inyecten los conductos.

Un grupo de guardias se acercó y, uno por uno, fueron acoplando los conductos por donde se deslizaría el nuevo nirvana hacia cada una de las chicas que se encontraban amarradas a las camillas. Azul volvió a quejarse del pinchazo y escuchaba como la máquina a su lado emitía con un pitido los rápidos latidos de su corazón.

El líquido empezó a esparcirse por su cuerpo, muy despacio, haciendo que el dolor se agudizara más y mucho más frío que antes. Su vista se nubló, a pesar de que no podía ver nada, volviendo a caer al vacío y negro espacio.

***

Kyla corría por los pasillos a gran velocidad. Llegó al pasillo de las celdas de los humanos y con la tarjeta de seguridad empezó a abrir cada puerta. No se detenía a mirar quien estaba adentro, solo corría de un lado a otro desactivando las alarmas de seguridad.

SéptimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora