Azul leía con el ceño fruncido las páginas desgastadas del diario de su padre. Buscaba alguna manera de acabar con los draconianos, pero no había nada ahí que pudiera ayudarla. Su padre no hablaba de una invasión draconiana al planeta tierra, aquello había parecido algo de último momento, tal vez un plan B del dios errante. En el diario tampoco decía cómo se podía asesinar a un dios. Azul bufó, claro que no podía matar a un dios.
Miró por el ventanal la ciudad que parecía desierta. Luego miró a Mara, que dormía en una cama del otro lado de la habitación. Guardó el diario debajo de su almohada y, con mucho cuidado, se puso de pie y salió de la habitación.
Caminó por el pasillo de la sala donde los habían llevado. El lugar era bastante agradable, quiso por un momento regresar y descansar, pero su curiosidad era mucho mayor y sus ganas de venganza crecían.
Al salir de la sala se alarmó por la cantidad de guardias que iban y venían, pero ninguno se fijó en ella. Todos caminaban sin si quiera voltear a mirarla. Se preguntó dónde estaría el laboratorio y recordó que el hombre de la túnica había dicho que podían hacer preguntas y también observar los experimentos. Ella no quería preguntar, así que cuando vio el destello blanco limpio de las batas de laboratorio los siguió.
Miraba por encima de sus hombros, nadie hablaba, parecían robots. Dio un brinco cuando se encontró con varios de aquellos guardias sin sus cascos, todos lucían la misma sonrisa forzada y cansada, que daba bastante miedo. Un pensamiento cruzó su mente y deseó haber llevado el diario consigo. Se mordió el labio pensando en si debía regresar a la habitación y averiguar si lo que creía era cierto, pero decidió que mejor seguía hacia los laboratorios.
Llegaron por fin a un pasillo angosto que dejaba ver una única puerta metálica brillante al final, con una minúscula ventana rectangular.
Entraron uno por uno y Azul se quedó de pie frente a la puerta, con una mano sobre el frío metal. Tragó fuerte y entró.
Era una sala de tamaño mediano. Dentro de ella estaban ocho draconianos realizando diferentes actividades y dos de ellos frente al ventanal que dejaba ver otra sala donde estaban dos camillas dispuestas diagonalmente, una de ellas ocupada por un chico delgado y pálido, sostenido por correas de cuero. La otra camilla estaba vacía.
- ¿Qué están haciendo? - preguntó con la garganta seca.
- ¡Ah! - exclamó el hombre de la túnica que Azul no había visto antes - señorita Dramen, nos complace tenerla aquí.
- ¿Qué están haciendo con él? - volvió a preguntar.
- Estamos realizando la primera fase de nuestra nueva investigación.
- ¿Nueva?
- Sí - afirmó colocándose frente al ventanal - la segunda versión de Séptima.
- ¿Y de qué trata? - preguntó intentando calmar su respiración.
- El conocimiento que necesitamos, se consigue a través de una parte del alma con el mensajero correspondiente - explicó - buscamos a cualquier ser que comparta su alma con un mensajero, para luego realizar la unificación solo de dos almas.
- Pues entonces deberían cambiarle el nombre al proyecto - espetó con sarcasmo.
El hombre la miró con la misma sonrisa.
- Tiene usted muy buen humor, señorita Dramen.
- Déjenlo ir - le pidió.
El hombre la ignoró.
- ¡Que lo dejes ir! - dijo furiosa tomándolo de la túnica y golpeándolo contra la pared.
De inmediato, los draconianos se dieron la vuelta y sacaron armas de sus batas, apuntando a Azul.
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Séptima
Science FictionEn el planeta tierra, con una civilización evolucionada, doce chicos son reclutados para la sexta y última misión del proyecto Séptima, un proyecto secreto del cual ninguno tiene idea. Azul Dramen, una de las tripulantes, logra cambiar la ruta de su...