6. Arranca Corazones

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Me arrancaste el corazón, me robaste el aliento y me dejaste sola en un laberinto sin salida.
Me arrebataste el futuro que teníamos planeado y las sonrisas.
Te miro en dónde te encuentras. Atrapado entre las 4 partes de un ataúd. Tus ojos estan cerrados y se que jamás volverán a mirarme.
Siento que la vida se me va porque no estas tú conmigo.
Dejaste a tu madre en un mar de lágrimas.
Si tu te vas no queda nada. A mi no me queda nada.

Saliendo de la trágica escena de ver al amor de mi vida desahuciado nos dirigimos al velorio.
El lugar dónde se llevaba a cabo era un lugar aterrador, desolador y deprimente.
Todos vestían de negro. Cargaban ramos y ramos de flores y no paraban de decir sus condolencias o frases tontas que no ayudan en nada como: ''siento mucho tú perdida'' o ''estarás bien, el tiempo cura las heridas'', pero ellos no saben nada.
NO. Ellos no sienten la ausencia, no entienden la parte en dónde la única persona que era tu familia ya no esta, se ha ido para siempre.
No entienden que el tiempo no va a dejar atras años de recuerdos y sentimientos.
Ellos no entienden que tu lado de la cama se quedará vacio y que ahora más que nunca tengo ganas de dormir. Dormir en un sueño tan profundo y no despertar; perderme dentro de esa fantasía y poder tenerte de nuevo, abrazarte, besarte y tomarte de la mano.
Estas ahí en ese ataúd con tu elegante traje de gala, el cual usabas el mismo día que me pediste que me casara contigo.
Las lagrimas comenzaron a correr de nuevo por mis mejillas y la cabeza me daba vueltas. Esto no podía ser verdad.
-Ahora tengo ambos- dije como si Danial pudiera escucharme e hice ademán de mostrarle mi mano izquierda, la cual ahora portaba nuestros anillos de bodas.- Por favor despierta! No te vayas. ¿Se te olvido tan pronto nuestra promesa?
-Mi niña!- chillo una voz familiar.- era mamá- No puedo creerlo. Fue una noticia tan repentina. Hija mía, lo siento tanto!- me abrazó.
Por un momento me sentí segura entre sus brazos. Pues es el poder de una madre, curar mágicamente el dolor de sus hijos, como cuando eres niño y te accidentas terminando con raspones; pero este dolor no lo podía curar mamá, en realidad nadie podía.
Me quede sin palabras y la mire con los ojos hinchados separandome de ella.
-Necesito salir de aquí.
Y sin más salí de ahí dejando atrás todo y a todos.
Necesitaba ir a casa.
Necesitaba un lugar a solas con Danial.
Necesitaba recorrer el hogar que ambos construimos y sentir que el estaba ahí.
Corrí lo más rápido que pude evitando que alguien intentara detenerme por que creyeran que tenía alguna especie de locura temporal o porque haría algo estúpido.
Corrí tanto que me costaba respirar al cabo de unos minutos.
Al llegar tome la llave de repuesto debajo del tapete de la puerta principal y abri.
La casa se sentía tan viva y tan vacia a la vez.
En ese lugar estaban todos los recuerdos y memorias de mi vida con Danial.
Me recargue sobre la puerta y me deje caer hasta el piso llorando desesperadamente.
-Danial, regresa. Por favor dime que en la noche todo sera diferente. Llegaras y diras que todo va a estar bien- decía entre lagrimas.-Te necesito  yo a ti, más de lo que tu me necesitabas a mi.
Levanté la vista y sobre el muro que tenía de frente vi la foto de nuestra boda. Él estaba abrazandome tan dulcemente.
En el resto de las paredes había otras cuantas fotos de la luna de miel que tuvimos en Amsterdam, cuando me llevo a conocer París y cuando fuimos de campamento.
En el sillón él había dejado su abrigo negro y sus llaves de la casa estaban sobre la mesita de la sala.
Me levante del piso y entré a la cocina, en la mesa había una nota.
''Cuando veas la nota, abre el cajón de hasta arriba en la cómoda de la recamara, sigue las instrucciones a pie de letra. Te amo''-decía la nota.
Me quede helada. Por un instante pensé en ir y encontrar la nota, averiguar que decía, pero...
¡Cielo santo! Estaba actuando tan inmaduramente.
Sabía que era difícil, pero tenía que ser fuerte, tenía que estar los últimos momentos con mi marido.
No podía salir y huir de la situación.
Entonces sono el teléfono.
-Hija, dime que estás en casa. Por favor. Regresa, tenemos que ser fuertes-decía Anne entre lagrimas- como si pudiera ella verme, asenti con la cabeza y colgue el teléfono.
Subí las escaleras y entre a nuestra recamara.
Di un breve repaso de todo, mire la cama, la pantalla empotrada en el muro frente a esta, la comoda debajo de la gran ventana que daba una vista espectacular de la ciudad y sobre ella una planta de sombra, algunos aretes míos y el reloj favorito de Danial.
Me di paso por el pequeño pasillo conectado a la recamara que daba a el  closet que teníamos; era en realidad un cuarto de tamaño medio en dónde guardabamos ropa, zapatos, toallas, sabanas, entre otras cosas de lo requerido para nosotros.
Como era su costumbre había dejado sus pantuflas a la entrada del cuarto y su fragancia sobre un pequeño mueble de lado del espejo que había.
Tome mi abrigo negro del armario y salí de ahí. Baje rápidamente las escaleras y tome las llaves del bolsillo trasero de mi pantalón para asegurar la puerta de la casa antes de salir.
Mientras caminaba regreso al lugar dónde velaban a mi esposo todo a mi paso me recordaba a él.
El olor del pan recién hecho, la brisa del viento, la risa de los niños y el canto de los pájaros.
-Mamá! ¿Porqué esa señora se ve tan mal?-le decía un pequeño a su madre cuando me vio pasar- No se ve bien. Pareciera que necesita ayuda. Ha estado triste y llorando.
Era cierto. Tenía los ojos inchados de tanto llorar y nada estaba bien.
Su madre desvió la mirada hacía mi. Me observo con cautela y lastima en su rostro, entonces dirigió la palabra a su hijo. -Pequeño, el mundo parece estar mal a veces. Llorar es bueno para desahogar las penas del alma.
-Ahí viene papá- el niño señalo a un joven alto, de barba cerrada que pronto se acerco a él y a su esposa para abrazarlos.
Parecian tan felices.
Tan sólo me atreví a mirarlos de reojo y seguir mi camino.
Tal escena me hizo recordar a Danial.
Me hizo pensar en lo que pudo haber sido y los sueños a largo plazo juntos; los sueños que ahora estaban rotos.
Hace un par de meses Daniel y yo habíamos retomado la idea de ser padres. Habíamos intentado, e intentado, pero por alguna razón yo no quedaba embarazada.
Fiumos al médico, y se descartó la posibilidad de que alguno de los dos no pudiera tener hijos; incluso acudimos a otras opciones médicas y todos decían lo mismo. Y que siguieramos intentando.
-¿Crees que enserio no merezcamos ser padres?-le dije un buen día a Danial.
-No digas eso. Seguiremos intentando. Quizás es cuestión de destino o el universo- respondió Danial con una sonrisa- El día llegará.
Y el día nunca llegó, ni iba a llegar.
Pues teníamos planeado retomar el plan para diciembre.
Pero ahora el se había ido.
Ya no habría diciembre que esperar, ni sueños que perseguir, sólo un mar de lágrimas inundando mi corazón y un adiós definitivo.
Ahora quizás entendía un poco el porque no podía tener hijos. Tal vez el destino tenía preparado esto para Dany y era mejor no causar más sufrimiento ante su partida.
Tan sólo quizás por algo se fue y no concluyeron nuestros sueños.
Pero tan sólo es un quizás...

Prometo EncontrarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora