"La mochila"

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Salí de mi casa rápidamente y camine hasta la estación de tren, que queda a unas cuadras de mi hogar, a paso rápido.

Hoy hacía mucho frío. Demasiado para ser normal. Y una sensación de congelamiento recorrió todo mi cuerpo cuando vi al vagabundo pelirrojo, que siempre trata de venderme naranjas, durmiendo abajo del puente de Boston.

Cuando estoy por pisar la estación, veo que mi tren ya está por llegar. Comienzo a correr agitadamente, y trato de alcanzarlo. Déjenme decirles que lo logre, así que siéntanse orgullosos de mí, por favor.

En el momento que entro al tren, me dirijo a uno de los últimos vagones en donde no hay nadie. Luego de estar un rato sentada en trance, siento que mi pancita vibra, y saco mi celular. Me había llegado un mensaje de Chloe, mi bestie.

Chloe bestie:
Graceee, hoy hay examen de calculo. Llega temprano, plis. Y pone el cel en silencio, amiga, no quiero que te echen como la otra vez #vergonzoso.

Termino de leerlo y me río ligeramente entre dientes. Tecleo en mi celular y le contesto.

Yo:
Ya salí para allá. Espérame en la puerta!!

Cuando termine de enviarle la respuesta, pasaron cinco minutos y el tren se detuvo en otra estación. Muchas personas comenzaron a salir y a entrar. Como autoreflejo guarde mi celular en el bolsillo de mi buzo, y me distraje viendo a las personas. No sé si se dieron cuenta, pero los seres humanos son muy extraños.

Después de un rato, ya todos se encontraban acomodados en el tren. Había bastante gente en todos los vagones, excepto en el que estaba yo. No entendía por qué la gente no venía a el último vagón, hasta me olí disimuladamente para ver si tenía olor pero olía rosas, lo juro.

Me removí incómoda y cuando pensé que no iba a entrar nadie más, lo vi.

Era perfecto.

Un chico de mi edad entro dos segundos antes de que se cerrarán las puertas, y camino directamente al último vagón, donde me encontraba yo. Tiro su mochila negra en el asiento y se sentó junto a ella, suspirando.

Trate de dejar de mirarlo, pero era bastante difícil. Era poco decir que era hermoso. Tenía el pelo morocho, casi tirando a negro, unos ojos celeste que se notaban a distancia, y los mejores genes que jamás había visto. Pude observar que tenía un tatuaje en el cuello, y que era muy fornido también.

Oh dios, ¿tendrá cuadraditos?

Seguí observándolo por unos instantes consecutivos. Había sacado un libro de su mochila, que ahora se encontraba en el piso, y comenzó a leerlo con el ceño levemente fruncido. La verdad es que no tenía cara de ser del tipo que sonríe, tiene surte de que le quede bien la cara seria.

Empecé a imaginarnos a los dos juntos, sonriendo, corriendo por la playa, casándonos, teniendo hermosos hijos y...

¡Mierda!

El chico levanto la mirada de repente y me pilló mirándolo con ojos de acosadora salvaje dejándome expuesta. Quería morir.

Corrí mi cara roja como una manzana  rápidamente y fingí que estaba viendo atentamente la ceja izquierda de una señora que se encontraba sentada en la otra punta.

Luego de unos segundos, me voltee a verlo disimuladamente, y me lo encontré mirándome fijamente. Por dios, si las miradas mataran, yo ya estaría sangrando en el piso.

El tren se detuvo en ese mismo instante, y el chico se despertó del curioso y asesino trance, y se fue apurado por la puerta, esfumándose de mi vista.

El Chico del TrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora