Continuación...

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-¿Crees que dedemos comprar un poco de chocolate para el vuelo?.

-...

-¡Hey! Leah ¿qué sucede?.

-No, nada.

-¿Y entonces?.

-¿Qué? -ante esta respuesta Raizel puso mala cara - lo siento - hice un puchero- es sólo que esos chicos no paran de seguirnos y me están poniendo un poco nerviosa.

-¿Qué? ¿cómo que nos siguen?- dijo mientras me hablaba bajito.

-No estoy segura pero desde hace ya un par de minutos van destrás de nosotros.

-A lo mejor sólo estan coqueteando o algo así.

-No... no lo creo, tengo un muy mal presentimiento acerca de ésto, mejor vayamos a la zona de espera, allí hay guardias.

-Si creo que eso estaría bien.

Nos alejamos mientras Raizel se daba la vuelta observando si nos volvían a seguir, y efectivamente esos hombres nos estaban siguiendo. Fuimos hasta la zona de espera, donde habían unos guardias, de todos modos esos tipos no paraban de hablar y mirarse el uno al otro, cosa que ya me estaba empezando a fastidiar.

Ya un poco cansada con la situación le pedí a Raizel que sostenga mi abrigo.

-¿Qué harás Leah? no hagas nada, puede ser peligroso. -sosteniendome del brazo para que no haga alguna estupidez.

-Si pero me estoy hartando.- dije mientras iba derecho a los tipos  molestos con total determinación - ¡Disculpen!.

Los chicos (que eran cuatro en total) se pusieron tensos.

- ¿Sí?.

- Si tienen algún problema con nosotras sólo deben decirlo, si no es así entonces ¿podrían dejar de seguirnos? ¡gracias!. - giré sobre mis talones y volví a junto a Raizel.

-Wow tú si que tienes mal caracter - rió.

-No es eso, es sólo...

- Solo....

-Bueno si tengo, quizás, a lo mejor un poquitín de mal caracter.

Después de mi pequeña declaración de guerra en contra de los chicos que nos seguían me fijé en que fueron al patio de comidas, lo cuál me tranquilizó un poco. Cuando era una adolescente, unos 13 o 14 años, tenía un vecino dos o tres años mayor que me esperaba en la esquina de mi casa cuando regresaba de las clases, tenía un amigo en ese entonces que me acompañaba a casa y también un primo mío, el chico era uno de esos bándalos de barrio y aunque nunca me hizo daño desde entonces soy muy precavida con éste tipo de asuntos.

Luego de esperar lo que parecía una eternidad la hora de abordar el vuelo llegó, pasaron al menos nueve horas hasta hacer la primera escala, estábamos en NY, dormimos todo el camino así que estábamos hambrientas; fui a ver un puesto donde vendía café y cositas dulces, mientras elegía un café con leche y galletas un chico alto y con chaqueta de cuero pagó mi consumisión.

Blood and TearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora