O7.

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Yoongi despertó esa mañana con un terrible dolor de cabeza y unas tremendas ganas de seguir durmiendo, la noche anterior no había podido conciliar el sueño así que no durmió mucho que digamos; sólo bastó una simple frase para ponerlo a ordenar sus pensamientos y preguntarse qué era lo que realmente quería, cuál era la mejor opción.

Sin embargo, al despertar, llegó a la conclusión de que todo seguía igual —por ende, sus horas de sueño perdidas fueron en vano—.

Soltó un suspiro cansino y se incorporó; pasó ambas manos por el rostro, tratando de desperezarse lo suficiente como para no volver a caer dormido. La puerta del dormitorio se abrió con lentitud. Jimin asomó un poco la cabeza y lo observó, el arrepentimiento siendo visible en su mirada.

—Yoongi... —murmuró, adentrándose a la habitación. Ya tenía que ir yendo al auditorio, pero no podía irse sin antes disculparse. —Lamento la actitud que adopté ayer. Es sólo que no me gusta verte tan decaído, ni siquiera finges que mis chistes te dan risa. Aunque, la manera en la que lo dije no fue la más correcta... Lo siento.

El mayor le dedicó una sonrisa. Si bien la actitud de su mejor amigo lo había descolocado un poco, sabía que no era su intención hacerlo sentir mal, Jimin no era esa clase de persona.

—No te preocupes, está bien. —dijo. Frunció las cejas, se supone que Jimin no debía estar en casa a esta hora, sino preparándose y dando los últimos ensayos antes de su presentación. —¿No vas tarde ya?

El —ahora— rubio asintió con timidez, estaba seguro de que su instructor le daría una riña por haber llegado tarde, pero no le importaba demasiado, no quería irse con la culpa encima.

Yoongi resopló. —No tenías que esperar a que despertara para poder disculparte. Anda, ve.

Jimin le sonrió levemente y se despidió para, posteriormente, salir de la habitación. Yoongi supo que se encontraba solo al escuchar el sonido de la puerta principal cerrarse.

                                                                                                                                                                                                                                                            

Tomó al contrario de la muñeca con fuerza, pero no con la suficiente como para provocarle algún tipo de daño. Sus ojos picaban debido a las lágrimas acumuladas y sus labios se encontraban apretados en una fina línea recta; tenía tantas cosas qué decir pero ninguna parecía querer salir de su boca, era como si hubiese perdido sus cuerdas vocales de repente.

No podía pensar con exactitud, cuando se encontraba cerca de Jungkook nunca podía hacerlo, y eso le frustraba en demasía. ¿Debería sentirse enojado? ¿Triste? ¿Despechado?

Intensificó un poco su agarre para que el menor no volviese a huir y dejarlo con las palabras en la punta de la lengua. No fue hasta que llegó la hora de presentar el solo de Jungkook, en donde lo vio tan espléndido y maravilloso que nunca; moviéndose tan airosamente por el escenario mientras era iluminado por el reflector, que se dio cuenta de lo mucho que extrañaba pasar horas hablando con él y lo mucho que extrañaba tenerlo a su lado.

—Necesitamos hablar... —habló, tragándose aquél nudo que se le formó en la garganta cuando lo vio. Sintió los latidos de su corazón golpear contra su pecho, e incluso podía escucharlos. —Por favor.

—No hay nada de qué hablar. Te gusto, pero tú no me gustas a mí. Eso es todo. —dijo, el frío tono de voz que aplicó en sus palabras hizo a Yoongi temblar en su lugar.

Jungkook intentó zafarse del agarre de el pelinegro, pero éste cada vez imponía más fuerza que le era algo difícil.

—Tú no... No puedes dejar esto así. Por favor, escucha lo que tengo que decirte.

Jungkook dejó de forcejear y observó al mayor fijamente a los ojos. Tragó saliva, los nervios y el miedo le recorrieron el cuerpo por completo; quería negarse, sin embargo...

—De acuerdo.

No pudo hacerlo, porque él también tenía muchas cosas qué decir.

ARROMÁNTICO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora