CAPÍTULO 1:
ELECTRIZANTEEs un día cualquiera. Las gotas caen desordenadas e impactan en la ventana del coche de mi padre, si es que se puede llamar así a ese trasto con ruedas. Parece que compitan entre ellas en una carrera imaginaria para ver cuál es más veloz y se desliza antes hasta la linde de la ventana, para luego fundirse con el asfalto de la carretera.
Me gusta la lluvia y las tormentas. Electrizantes y solitarias. Oscuras y luminosas. Gotas desordenadas que te empapan el rostro mientras el estallido de los truenos y los relámpagos en un cielo apagado te hacen sentir...viva. Cosa que pocos pueden decir. Ni siquiera sé si yo puedo decir eso. Es decir, todos estamos vivos, respiramos, pero ¿Qué nos hace vivir de verdad? Quizá algún tormentoso como hoy lo descubra, quizá encuentre un motivo, un camino.
Vamos de camino a casa, tras otro aburrido día de escuela que acaba en una tormenta con vida propia.
No es el primer día que llovía y recorríamos el camino a casa en coche, pero lo odiaba. Siempre que subía en un coche tenía la misma sensación. Pánico. Cuando me sentaba, un sudor frio empezaba en mi espalda hasta recorrer todo mi cuerpo y convertirme en un escalofrió. Las manos me temblaban de manera irrefrenable y se llenaban de sudor. El aliento se me entrecortaba dejándome por unos segundos casi sin respiración. La música parecía burlarse de mi situación.
No me considero una persona miedosa, pero cuando entro en un coche todos mis sentidos se ponen alerta, como si fuera a estamparme contra algo de un segundo a otro y no pudiera hacer nada para evitarlo, más que tener miedo.
Pero ese miedo irrefrenable se debía a un accidente a principios de verano del año pasado, si no recuerdo mal, del cual los únicos recuerdos que mantengo son los que me han contado. Como piezas perdidas en mi memoria. Y aunque todos los detalles no encajan, es mejor que nada. Un espacio vacío en mi cabeza. Mi padre dice que estamos hechos de recuerdos y que, sin ellos, no somos nada.
He conseguido recrear los hechos con cosas que me han contado y con las vagas imágenes que mi cabeza recuerda. Así que, como buena escritora novata, he entrelazado las ideas creando una historia factible. Mi historia. Pero desgraciadamente, no sé si es real o no. Lo único real es mi pánico.
Ahora podíamos decir que había mejorado mucho. De la falta de oxigeno y sensación de asfixia solo quedaba el innegable y amargo recuerdo acompañado de un molesto nudo en la garganta. El escalofrió aparecía en mi de forma intermitente, un día sí y otro no, pero se disipaba tras unos minutos de calma. Lo único que no cambiaba y me delataba, eran los temblores de manos.
Al darme cuenta del temblor intento ocultarlas, pero antes de meterlas en los bolsillos, mi padre me dirige una dulce y comprensiva mirada. Una de esas que solo una persona que te quiere de verdad te puede regalar para reconfortarte. Estira una mano hacia mí sujetando con la otra el volante.
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Monstruos de Tinta
FantasyEse día, una tormenta mayor que todo este pueblo, que todos nosotros, se desató. Una grieta había aparecido entre la fina linea que separaba mundos que aún no entiendo. Los monstruos habían empezado a escapar. Y una de sus únicas vías de escape de u...